CINES DEL SUR: SOULEYMANE CISSÉ

Publicamos hoy, en IDEAL, algunas de las impresiones que nos dejó la lección magistral de Cissé. Además, siguiendo el enlace, unas notas más con la estupenda crónica que de este director nos deja Ángeles Peñalver: «En Mali podemos crear Hollywood». Toda una lección.

 

Unas cien personas asistieron en el Teatro Isidoro Máiquez de CajaGRANADA a la lección magistral del cineasta Souleymane Cissé, galardonado con el premio Alhambra de Honor del Festival Cines del Sur, que nos sigue regalando grandes momentos como el del lunes por la tarde.

 

Presentado por el estudioso Alberto Elena como «el más grande de los cineastas del África subsahariana», Cissé se mostró especialmente cercano al publico y, aunque se disculpó por no ser un gran orador, su magisterio fue extraordinariamente acogido por el publico.

 

«No es fácil filmar una película. Cada proyecto es distinto y especial y, desde luego, rodar en Mali es casi sinónimo de estar loco», señalo Cissé. En los años setenta, bajo la dictadura militar, el único cine posible era el documental y hagiográfico de los gobernantes. La censura era férrea y cada proyecto de ficción era sistemáticamente rechazado.

 

En estas circunstancias, ¿cómo es posible la creación cinematográfica? Cissé empezó por filmar cortometrajes de diez minutos para, después, narrar los avatares de los niños y los jóvenes, contando en imágenes cinco días de sus vidas, defendiendo la necesidad que tiene la juventud de formarse y aprender un oficio para ganarse la vida.

 

Su película «La joven» supuso un punto de inflexión en la carrera de Cissé. En ella se cuenta la problemática de la mujer africana y fue un trabajo en que contó con el entusiasmo de un equipo absolutamente implicado con la película, a través de un reparto de actores amateur que consiguió transmitir la emoción que él buscaba con una enorme naturalidad. Esa es la clave de su cine: transmitir emociones sabiendo que cuenta con unos medios muy precarios, estableciendo las estrategias necesarias para sacar el mejor partido de los actores y los recursos técnicos a su alcance, siempre contando con la complicidad de su equipo.

 

Cissé, quitándole importancia a los múltiples y distintos problemas que ha encontrado a lo largo de su vida como cineasta, se mostró como un infatigable luchador que ha peleado con uñas y dientes por sacar adelante cada uno de sus proyectos, siempre en el límite de lo permisible y lo censurable por parte de un gobierno de tintes autoritarios. Cissé se mostró como un ejemplo de tenacidad y pasión por un cine profundamente humano. Para terminar, Cissé reclamó la necesidad de apoyo que tienen los cineastas africanos para que su trabajo sea distribuido y conocido internacionalmente, apelando a la complicidad de los presentes en el acto, periodistas, críticos, cinéfilos o guionistas, para que contribuyan a la popularización de estas otras cinematográficas, fuera de los circuitos tradicionales.

 

Jesús Lens

LOS GÍMEZ

«Los Gímez son como el Buena Vista Social Club, como La Vieja Trova Santiaguera de Santa Clara.»

 

Así definió Lorenzo Lunar a este inmortal grupo de músicos que todas las noches toca su música y desgrana su arte en la terraza de «La Toscana», una afamada pizzería de la ciudad cubana. Llegan temprano, sobre todo, los más veteranos. Les gusta sentarse por allí a tomar una cerveza bien fría y charlar con los amigos, conocidos y clientes, tan accesibles y afables como sólo los cubanos pueden serlo. (Para ambientar esta entrada, les recomiendo repasar el Post dedicado a Lorenzo, Rebeca y el Barrio, o el especiíficamente fotográfico, siguiendo los enlaces.)

 

Cuando viajamos a Cuba, había algunos hitos obligatorios e imprescindibles en nuestro itinerario. Escuchar a los Gimez era uno de ellos. ¡Cuántas veces, tomando copas con Rebeca y Lorenzo, en la terraza del Don Manuel gijonés o en los bares del Sacromonte granadino, nos han alabado el buen hacer de esa banda, los Gimez!

 

Por eso, nuestra primera noche en Santa Clara la pasamos con ellos, tomando cervezas Bucanero y Cristal bien frías. Los Gimez. Nada más ver a Lorenzo, el director musical del grupo, Don Vicente Gimeránez, una de esas personas a las que su apostura natural te invita, con total naturalidad, a usar el «Don» antes de su nombre, se acerca a la mesa y, tras saludarnos a todos, comienza a charlar sobre una rocambolesca historia acaecida tiempo ha y que el grupo ha convertido en canción: el Gogomóvil.

 

A partir de ahí, charla fluida y anécdotas trufadas de risas y bromas hasta la hora de empezar a tocar. Seis músicos en escena. Los más veteranos, con unos instrumentos añejos y llenos de solera. Y comienza la música. Impresionante. Un grupo que, en España, estaría llenando teatros, estaba allí, tocando plácidamente en la terraza de una pizzería, para nuestro deleite y el de otros cuantos afortunados espectadores.

 

Se levantan unos chavales de una mesa próxima y se arrancan a bailar. Uf. Esa forma de menearse no se aprende en academias o cursos. Ese movimiento es tan natural como respirar, comer o dormir. ¡Qué arte!

 

Y, de pronto, uno de los músicos se pone en pie y dice que va a dedicar el siguiente tema a Lorenzo Lunar, el conocido escritor. En España, eso significa que cantan una canción del repertorio mirando, de vez en cuando y con ojitos de cordero degollado, al homenajeado. En Cuba, dedicarle una canción a alguien es improvisarle, sobre la marcha, diez minutos de letra rimada sobre distintas facetas de su vida, su personalidad, su obra y su familia. Ahí. Con un par. Y a pelo.

 

Ni que decir tiene que, impactados, nos rompemos las manos aplaudiendo después de tamaño regalo, hecho a nuestro gran amigo. ¡Qué pena no haberlo grabado! Nos sentimos absolutamente privilegiados por haber disfrutado de uno de esos momentos que se perderán en el tiempo, como lágrimas entre las gotas de lluvia.

 

Al terminar su actuación, felicitamos a los músicos y estrechamos unas manos que llevan décadas haciendo magia. Un honor haber podido disfrutar de un concierto de Los Gimez. ¡Qué razón tenías, hermano! Grandes. Los Gimez.