ALUSIVO MICRORRELATO

Y cuando salí de casa, para ir a trabajar, el ascensor todavía seguía allí.

 

Hay mañanas, como la de hoy, en que me siento mal.

 

O bien, depende.

 

Porque mis vecinos de al lado no están. Y salí de casa para ir al curro. Y allí estaba, en el cuarto piso, el mío, el ascensor.

 

O sea que, de mi bloque, fui el último en recogerme por la noche… y he sido el primero en activarme por la mañana.

 

¿Como el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde? ¿Como un buen Géminis? ¿Cómo las dos caras de una moneda?   

 

Espero que sea sólo cosa del verano…

 

Jesús Lens, combatiendo con mucha calle las vacaciones de los demás.

HABLANDO DE «HASTA DÓNDE EL CINE NOS LLEVE»

Hoy estuvo Juanjo, Bomarzo, de visita por el Cubo. Y, cámara en ristre, me hizo algunas preguntillas sobre nuestro libro, ese «Hasta donde el cine nos lleve» que, por motivos obvios, me tiene entusiasmado estas semanas, presentaciones en vivo incluidas

 

Y en su Blog, El jardín de Bomarzo, mi hermanito ha colgado un vídeo con el resultado de la pequeña plática.

 

A ver qué les parece, que yo me pongo nervioso. Y, además… ¡está en el Youtube! Y, sobre todo, atentos a la Banda Sonora.

 

Lo dejo a vuestro escrutinio. ¡Sed benevolentes, que las cámaras y yo no nos llevamos bien!

 

Jesús Lens, más cortado que un café.

ENEMIGOS PÚBLICOS: LOS MALOS DE VERDAD

Ya saben ustedes que este viernes se estrena una de las películas del año, sobre la que venimos insistiendo con pasión: «Enemigos públicos».

 

Ya llega, la gran película del año
Ya llega, la gran película del año

Pues no dejen de leer este estupendo reportaje sobre los enemigos públicos de verdad, sobre las figuras históricas en las que está basada la película.

 

Y atentos a la banda sonora de la misma, de Elliot Goldenthal, con canciones de Billie Holiday, Diana Krall o ésta joya de Otis Taylor…

 

Jesús Lens, opositando a enemigo público número 1.

ELLA

¡Qué bien! IDEAL publica hoy mi relato veraniego que, recordando al clásico de aventuras que tanto me gustaba cuando era pequeño, titulé sencillamente ELLA. A ver qué os parece, que ya hay una buena y sabrosa discusión montada en torno a él…

 

Muchas personas se consideran a sí mismas como amantes de las cosas bellas. Yo lo soy. Desde mi más tierna infancia, siempre me he dejado seducir por ella. Empecé por aprender a reconocerla, algo mucho más complejo de lo que se pueda imaginar. Seguí por aprender a cultivarla, rodeándome de ella siempre que me era posible, lo que tampoco era fácil. Hasta que dejé de resignarme y me decidí por buscar, pelear y hacerme, también, con lo imposible.

 

Me hice selectivo y exigente. Pero cuando me encontraba con una muestra de auténtica, sorprendente y cautivadora belleza, no la dejaba escapar. Habitualmente identificamos la belleza con el arte. Pero va más allá. Mucho más allá. Para un ojo avezado y un gusto entrenado, la belleza puede aparecer representada por el aroma de un vino rojo sangre, por la luz de un atardecer en la montaña o por el eco de una guitarra que se pierde en la lejanía.

 

Coleccionista de estampas y de momentos, de colores y sonidos, también coleccionaba objetos, por supuesto. Y, por eso, cuando vi la gema que Raquel llevaba prendida del cuello esa mañana, sufrí una auténtica conmoción.

 

Raquel, experta gemóloga, trabajaba en un taller de joyería de la granadina calle San Matías. Como buena conocedora de mi querencia por las piedras preciosas, cuando encontraba alguna pieza que, pensaba, me podía interesar, quedábamos en algún lugar discreto de la zona y aprovechábamos la ocasión para ponernos al cabo de la calle de nuestros asuntos y nuestras vidas.

 

En aquella ocasión, sin embargo, la auténtica sorpresa no estaba en la cartera de Raquel. Esa vez, la llevaba encima. Y tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no dejar traslucir la turbación que me invadía. Se trataba de una gema singular, no sólo por la arrebatadora hermosura de la piedra central, un trozo de ámbar milenario perfectamente tallado, sino también por la exquisitez con que venía engastada en un adorno de plata tan sencillo como hipnótico.

 

Como suelo hacer cuando viajo por un país árabe en que el regateo es la moneda de cambio en cualquier transacción, esa mañana prestaba atención a todo menos a lo que realmente me interesaba. Fingí que las dos esmeraldas que habían dejado a Raquel en su taller me interesaban sobremanera y estuve especialmente atento con ella, preguntándole por todo lo que había pasado en su vida en los últimos meses.

 

Pero sólo la gema de su cuello estaba realmente presente en mis pensamientos. Y lo peor era que, un movimiento en falso y adiós a cualquier posibilidad de echarle mano. Si Raquel, avezada en las malas artes de coleccionistas como yo, notaba que ponía el más mínimo interés en el colgante, ya podía olvidarme de hacerme con él. Al menos, de hacerme con él en unas condiciones medianamente razonables.

 

Del café mañanero pasamos a la caña de mediodía, seguida de un arroz con bogavante y un vodka helado. No podía separarme de Raquel. Y ella, extrañamente, se dejaba querer. Ambos somos personas ocupadas y, habitualmente, nuestras citas no se alargaban más allá de la hora u hora y media. Pero aquel día era distinto. De la charla intrascendente pasamos a los temas más personales y, sin solución de continuidad, a las confidencias más íntimas.

 

Cuando todavía no había caído la noche, ya estaba desabrochando los botones de la falda de Raquel, en mi apartamento, algo que jamás había ocurrido antes y que, la verdad, nunca se nos había pasado por la cabeza que pudiera pasar.

 

La contemplaba desnuda, con sólo la gema cubriéndole el cuerpo, y Raquel se me aparecía como una Diosa, voluptuosa y excitante hasta el dolor. Decir que la pasamos haciendo el amor, y que resultó una de las noches más inolvidables de mi vida… sería lo que me gustaría poder contar. Pero no fue así. Nada salió como debiera y la cama, que debería haberse convertido en teatro de nuestros sueños más lúbricos, terminó por ser el escenario de una horrible pesadilla.

 

Pero la verdadera sorpresa me aguardaba a la mañana siguiente, cuando, ojeroso y cansado, me levanté de una cama que ya parecía llevar varias horas vacía. Fui a la cocina a prepararme un café y la vi. Allí estaba. La gema. Brillando con esa singular luz propia. Y debajo de ella, una nota manuscrita:

 

«No fue culpa tuya. Ni mía. Ni de ella. De la gema. Aunque intentaras disimularlo, desde el primer momento viste que ésta es una joya muy especial. Quizá demasiado. Una joya con vida propia que exige cariño, cuidados, mimos y atención a quién la quiera poseer. No es una joya para lucir. Es para llevarla pegada a la piel, lo más cerca posible del corazón. Bien sabes que hay objetos, además de bellísimos, a los que el peso de su historia les confiere su propia identidad. La historia de esta gema es larga. Muy larga. Arrebatadoramente hermosa, trágica… preciosa. Como ella.

 

Sería absurdo intentar contarla en unas líneas improvisadas. Sólo te avanzaré que, para consumar felizmente los efectos que sentiste bajo su influjo, has de encontrarla. A la persona adecuada. La gema atrae, de forma irresistible, a todo el que la contempla. Como un imán. Pero con sólo una persona, la gema funciona como el verdadero talismán que nos gustaría que fuera. Ésa es su maldición y su condena. O su suprema bendición… si consigues encontrarla. Desde que esta joya cayó en mis manos y conocí su leyenda vengo buscando a la persona que debería sacar lo mejor de ella, provocando esa explosión de los sentidos que tú y yo presentimos anoche… para terminar desvaneciéndose como un sueño imposible. He buscado a esa persona sin descanso. Infructuosamente. Eras mi última esperanza. Te había dejado para el final. Llegó la hora del relevo. Ahora te toca a ti. Suerte.»

¿POR QUÉ BLOGUEAMOS?

En parte, es cierto que por exhibicionismo, como decimos en este reportaje que hoy publica IDEAL.

 

Pero también por más razones.

 

En serio. A María, es verdad, se lo conté mucho mejor, en esta entrevista, cuando le decía que los Blogs son como ventanas: permites que, desde fuera, se vea algo de lo que hay dentro de tu casa. Pero, desde dentro, también sirven para mirar, observar, contemplar y pensar acerca lo que pasa por la calle.

 

Los Liblogs, extinguidos
Los Liblogs, extinguidos

Los Blogs son puntos de encuentro en los que, a partir de una imagen, un texto, una frase, un artículo, un cuento o un pensamiento; se vierten múltiples opiniones y se genera debate. O, al menos, eso es lo deseable.

 

Bloguear te permite respirar libremente, con inmediatez y desde cualquier lugar. Pero, ojo, que nadie piense que en las columnas del periódico somos más exigentes que en los Blogs. Ni mucho menos. Son formatos distintos, pero conceptos complementarios. Las entradas de los Blogs hay que currárselas para que tengan interés y seguimiento.

 

Hay que bloguear
Hay que bloguear

Y están los amigos. Las filias que se generan, la peña a la que conoces, los compañeros blogueros que haces, con los que luego te vas de birras, de las que surgen nuevos proyectos e ideas. Como los Liblogs o los Cuaversos.

 

Que duran lo que duran y luego se extinguen. O perduran.

 

Horizonte bloguero
Horizonte bloguero

Bloguear, además, te obliga a hacer cosas. Para luego contarlas. Porque un Blog te convierte en un Cuentacuentos. En un Inventahistorias.

 

Escribir un Blog hace que muchos de los acontecimientos cotidianos de la vida se conviertan en objeto de narración. Y, por tanto, de reflexión. Y de imaginación: ves una película, y la cuentas. No la película, sino lo que te ha parecido. O un libro que lees, un concierto al que vas o un rico arroz que te comes. Así, descubres cosas nuevas.

 

Tom Spanbauer señala, en su libro «El hombre que se enamoró de la luna» que «la vida es un sueño y que todo es una historia que nos contamos a nosotros mismos. Las cosas son sueños, sólo sueños, cuando no están delante de nuestros ojos… lo único que evita que el viento se nos lleve son nuestras historias. Ellas nos dan un nombre y nos colocan en un lugar.»

 

To Blog or not to Blog... is that the cuestión?
To Blog or not to Blog... is that the cuestión?

Y los Blogs son uno de los vehículos a través de los que hacernos un nombre, aunque sea un Nickname, para colocarnos en el lugar que el Ciberespacio nos tiene reservado.

 

Y nunca olvidemos una cosa también muy importante: ¡bloguear es divertido! Mucho. Créanme.

 

Jesús Lens, bloguero convencido.

 

PD.- Y tú, ¿por qué blogueas… o no blogueas? Y ya puestos… ¿qué te gusta, qué te atrae de esto de los Blogs?  

¡Deájate seducir por el lado oscuro de los Blogs!