Lo más difícil de hablar sobre un concepto como el de la Amistad es no caer en tópicos, lugares comunes, ni repeticiones.
Hace unos días, cuando blogueábamos ESTA IMAGEN, seguida del proverbio indio, casi de inmediato, llovieron comentarios, justos, pertinentes y ajustados. Por cierto, que Emerson tiene atribuida una derivación del referido proverbio: «Ve a menudo a la casa de tu amigo, pues la maleza prolifera en un sendero no recorrido».
Me gusta, esa mezcla de la amistad con la necesidad de recorrer un camino.
Sobre la cuestión de la amistad hay decenas de definiciones. Personalmente, me gusta una muy sencilla y supuestamente intrascendente: «El verdadero amigo es aquél que, a pesar de saber como eres, te quiere.» A Kurt Cobain, sin ir más lejos, se le atribuye una frase muy parecida, pero que iría un poco más allá: «El auténtico amigo es el que lo sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo.»
Efectivamente. ¿Podemos considerar que alguien es nuestro Amigo si, más allá de sus virtudes, puntos fuertes y grandezas; no conocemos sus miserias, angustias, penas y debilidades? Y no sólo para llorar sobre el hombro. Ahí está el papel del Amigo fustigador, que te pica, te aconseja, te propone, te advierte, te reconduce y te provoca. Que te obliga a ser mejor. Yo lo he encontrado en Burkina, una cañera, constante y estimulante máquina de zaherir, sulfúricamente ácida y pinchosa como el alambre de espino.
Otra característica del verdadero Amigo: esa sensación, cuando te reencuentras después de mucho tiempo, de que todo sigue igual. A mí me pasa, por ejemplo, con Eduardo y con Jorge. Da igual el lapso de tiempo que haya pasado. Cuando nos vemos, siempre tengo la impresión de retroceder en el tiempo y de que nos habíamos visto la noche anterior, despidiéndonos con aquel «hasta mañana», habitual de cuándo estudiábamos juntos.
Pero busquemos respuestas sobre distintos aspectos o modalidades de amigos. Así, Ruyard Kipling sostenía que «no hay mayor placer que el de encontrar un viejo amigo, salvo el de hacer uno nuevo». ¿Estamos de acuerdo con esa máxima? Porque hacer amigos, buenos amigos, no es fácil.
Aristóteles decía que «algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud».
Y Mateo Alemán era muy expeditivo al escribir que «deben buscarse los amigos como los buenos libros. No está la felicidad en que sean muchos ni muy curiosos; sino pocos, buenos y bien conocidos».
Así las cosas, ¿viejos amigos o nuevos amigos?
Una frase del escritor William Rotsler nos abre una nueva vía: «¡Qué raro y maravilloso es ese fugaz instante en el que nos damos cuenta de que hemos descubierto un amigo!»
Otra pregunta, pues: ¿no hay ocasiones en que conoces a alguien y, desde el primer momento, desde el primer apretón de manos o desde el primer beso en la mejilla, sientes que hay química, feeling o buenas vibraciones y que aquello podría ser el comienzo de una buena y hermosa amistad? La pregunta inmediata sería, por supuesto, ¿y qué pasó después? 😀