¿A qué catedrático de la Universidad pertenece este corcho, tan ilustrativo de una forma de ser abierta, poliédrica, curiosa, transversal y muy, muy moderna?
Efectivamente.
Se trata del corcho que David Aguilar tiene en su despacho. La foto la hizo Javier Barrera, colega de IDEAL, que estuvo entrevistando a Aguilar nada más dejar su cargo como cabeza visible del Milenio, de lo que hablamos en ESTA columna, el pasado viernes.
Sobre el corcho, Javier nos dice lo siguiente:
«Te mando la foto del corcho enmarcado que tiene David Aguilar en su despacho de catedrático de Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. Es el que tiene a sus espaldas.
En ese corcho, al ojo de este tu amigo que es periodista, hay más información sobre David Aguilar que la que nunca conseguiría nadie.
Si te fijas, hay chistes de Forges, fotos de la familia, una postal de Washington, fotos de su familia, birretes, recortes de prensa monotemáticos sobre la formación de la juventud española, algo de Obama…
Fíjate bien, ahí tienes un perfil completo de David Aguilar que se puede completar con el siguiente detalle: en las estanterías mega-híper-súper-repletas de papeles, revistas y libros, hay numerosas fotos enmarcadas con birretes, con ex-Rectores, Catedráticos, doctorandos… Una sola con un tipo sin birrete, y además en blanco y negro. Imagino que la tiene puesta porque está orgulloso: se le ve a él y a Saramago. Es un retrato espectacularmente bello.»
Y como poco más puedo decir, os dejo el Perfil de David Aguilar que hizo para IDEAL Andrea G. Parra y que nos sirve para conocer un poco más al Hombre al que no dejaron dirigir el Milenio.
¡Qué rabia me da tener que escribir lo que voy a escribir sobre una película de Werner Herzog, posiblemente, el cineasta más singular del actual panorama cinematográfico mundial!
Hace unos días, repasando nuestro querido libro «Hasta donde el cine nos lleve», para ESTA presentación en Salobreña, vi que habíamos incluido, entre las películas esenciales, varias de este singular director, como «Aguirre, la cólera de Dios» o «Grizzlie man», sin que nos diera tiempo a hablar sobre una joya como «Encuentros en el fin del mundo», en que cuenta su visita a la Antártida.
Me encantan los directores visionarios que montan proyectos personales y cuyos resultados, después, son tan singulares como atractivos. Werner Herzog es uno de ellos y tengo muchas ganas, este 2010, de recuperar algunos otros de sus clásicos como «Fitzcarraldo», «Cobra verde» o «Grito de piedra», en que se cuentan las homéricas proezas de hombres tan locos y desmesurados como el director alemán, que desafían los límites de lo humanamente posible.
Por eso estaba tan contento cuando vi que en Granada se estrenaba «Teniente corrupto», la primera película puramente de género (negro) de Herzog, en la que tenía fundadas expectativas -aunque Boyero ya nos había puesto sobre aviso con su mala crítica de hace unos meses.- Y por eso, por las expectativas defraudadas, la decepción es mayor.
Y la culpa de todo, en este caso, yo creo que la tiene una persona con nombre y apellidos: Nicolas Cage, imponiéndose un juego de palabras entre el apellido del actor y lo que hace últimamente: cagarla con todo el equipo, que el sobrino de Coppola es IMPRESENTABLE, con sus muecas, gesticulaciones, carcajadas y grititos histéricos.
A estas alturas ya sabemos que «Teniente corrupto» es un remake de la película homónima que el perturbador Abel Ferrara filmara hace unos años, con un impresionante Harvey Keitel en el papel de policía politoxicómano total. Por eso, lo de Cage canta aún más. ¡Qué diferencia entre la brutal intensidad de uno y el empacho gestual del otro!
Y el caso es que la idea de partida es excelente, al trasladar la acción a esa Nueva Orleans post-Katrina, sumergida en la podredumbre y la corrupción, como si el huracán hubiera sido un castigo divino. Las relaciones entre los personajes, la tensión, la atracción, la repulsión… todo ello habría sido genial si no hubiera estado Cage para fastidiarlo.
Porque el guión me gusta. Y la ambientación, con unos escenarios bien acordes a la trama. Y Eva Mendes. Y esa ausencia de violencia en una película muy violenta. Y, sobre todo, la capacidad de seducción de Herzog a través de imágenes tan surrealistas como poderosas, como las del cocodrilo o las de las iguanas, por ejemplo. Impresionante la capacidad de transmitir sensaciones físicas a través de esa cámara que escruta la rugosidad de la piel de los lagartos. O el baile final, tras la muerte…
Lo mejor de Herzog es que, en todas sus películas, siempre filma imágenes de una belleza o una potencia tan brutales que se quedan grabadas en la retina del espectador. «Teniente corrupto» tiene algunas de ellas. La lástima es que, en buena parte por culpa de su protagonista, la película diste muy mucho de ser la obra maestra que a todos nos hubiera gustado.
Pero lo bueno es que el prolífico director ya tiene otras dos películas filmadas, pendiente de estreno: «My Son, My Son, What Have Ye Done» (producida por David Lynch e interpretada por William Dafoe, sobre la historia del asesino Mark Yavorsky y sus conexiones clásicas con el Orestes de Sófocles) y «El afinador de pianos», adaptación de la novela homónima de Daniel Mason Lee, filmada en Birmania.
Lo malo es que su distribución en España y, desde luego, su llegada a los cines granadinos, será una pura quimera. Confiemos que su libro, «La conquista de lo inútil», sobre la filmación de «Fitzcarraldo», si sea más accesible…
Valoración: 6
Lo mejor: las surrealistas y poderosas imágenes oníricas de cocodrilos, iguanas y bailes.