¿Conocéis esa sensación que te embarga justo antes de iniciar un largo viaje? ¿La habéis experimentado? ¿La compartís?
O lo mismo son cosas mías.
Antes de salir de viaje, me embarga una sensación compuesta por una mezcla de pereza y nostalgia, a partes más o menos iguales.
Me da pereza revisar la documentación, los billetes, el pasaporte… me da pereza hacer el equipaje. Y me cuesta cambiar el chip, ponerme en situación, hacerme a la idea de que se acabó la rutina de todos los días. Se me hace extraño limpiar las lentes de las gafas, preparándolas para apreciar nítidamente los paisajes, rostros y colores, que están por venir, cuando me apresto a partir.
Y, claro, siento nostalgia de mi hogar, de mi entorno, de mi gente; antes de salir de viaje.
Antes del primer paso, echo de menos mis rutinas. Miro la cartelera del cine, apenándome por las películas o los conciertos que no voy a ver. Sueño con los partidos de baloncesto que me perderé y por las carreras que no correré. Añoro los cafés, las comidas con los colegas y las cañas con los amigos. Me fastidia no leer mi periódico por la mañana o apagar la lamparita de la mesilla, justo antes de dormir.
El sólo una sensación. De pereza, de nostalgia.
Porque, a mí, me encanta viajar…
Y no sé si todo esto tiene su punto de lógica y si a vosotros os ocurre algo tan sólo parecido…
Jesús Lens, ¿a punto?
PD.- No. No es ese tipo de viaje…