DE AMIGOS, GRUPOS Y FANS

En la última presentación que hicimos de «Hasta donde el cine nos lleve», en Salobreña, hace unas semanas, decía que una de las mejores cosas de haber publicado el libro era tener la ocasión de presentarlo por sitios distintos, aprovechando para rodearnos de amigos y para conocer a gente nueva, a cuenta de viajes, películas y palabras.

Un perro con buen gusto literario
Un perro con buen gusto literario

Toda esta actividad, de Canarias a Gijón, pasando por Villena (Alicante), Granada, Barcelona, Salobreña o la próxima de Madrid (día 13 de marzo, id apuntando) es muy reconfortante, aunque un pelín cara, eso sí. Porque todo ello, obviamente, corre de nuestra cuenta: viajes, desplazamientos, hoteles, las birras, las tapas, las raciones o las copas. En fin. Menos mal que los amigos nos ayudan con la organización y librerías y centros culturales nos ceden sus instalaciones…

Pero lo hacemos con sumo gusto, ni que decir tiene.

A lo que venía dándole vueltas, todo este tiempo, era a cómo alargar este contacto con amigos y lectores, para recibir comentarios, críticas, sugerencias, etcétera, más allá del tú a tú de esas presentaciones.

Y la respuesta está, posiblemente, en esos espacios virtuales que tanto nos gustan. Como por ejemplo, en Facebook.

Aprovechando el mogollón de Amigos que tenemos en el FB, creamos un grupo para «Hasta donde el cine nos lleve», que ya tiene casi doscientos amigos. A ver si entre todos preparamos un buen listado de películas imprescindibles que podrían, deberían haber estado en el libro y, por razones diversas, no están. El Grupo, para que os apuntéis, AQUÍ.

Pero es que unos días después me planteé que hablar de un trabajo hecho y publicado está muy bien, sobre todo de cara a una posible y deseable reedición futura, ampliada y corregida. Pero que lo realmente chulo sería poder ir hablando del trabajo nuevo, inédito y desconocido en que estoy embarcado desde hace unos meses.

Y así ha nacido la página de «Café-Bar Cinema», que tenéis AQUÍ y a la que os invito a uniros y en la que espero encontrar un montón de ayuda, diversión, colaboración y buen rollo. De momento, en apenas un día de vida, ya somos casi 100 fans.

A ver si mucha más gente se apunta y, entre todos, vemos cómo crece un proyecto que, ojalá, podamos ver publicado e impreso en una fecha no muy lejana…

Jesús Lens, de la letra impresa a la virtual.

LA CINTA BLANCA

Hace unos días creé uno de esos grupos tan de moda en Facebook, para hablar de nuestro libro, «Hasta donde el cine nos lleve», y poder recibir comentarios, sugerencias e impresiones. En una de las charlas que tenía con los Amigos del grupo comentaba que había ido, por fin, a ver «La cinta blanca», cuyo demorado estreno en Granada provocó que escribiera esta encendida declaración y esta otra no menos ardiente columna en el periódico IDEAL.

 

Curiosamente, dos buenos aficionados al cine me comentaron lo mismo: «La cinta blanca» es un películón, pero no precisamente para verla un viernes o un sábado, pensando en salir de fiesta con los amigos. Es una película para verla entre semana, a ser posible, en una sesión temprana que te permita disponer de un buen puñado de horas por delante para dejar que la misma te cale y te penetre bien, una vez finalizada la impactante proyección.

 

Porque, efectivamente, «La cinta blanca» impacta. Y lo hace como deben impactar las buenas películas: sin abusar de efectismos fáciles y gratuitos, sin apabullar al espectador con truculencias, gritos o estridencias. Porque Michael Haneke, el más interesante de los cineastas europeos contemporáneos, es un auténtico maestro de la sugerencia y de la insinuación.

 

Haber llegado a la maestría de Haneke para contar al espectador lo que pasa detrás de una puerta cerrada no es fácil, ni mucho menos. Un portento, el alemán, cuando gira la cámara y deja fuera de plano lo que el espectador supone, se imagina, piensa y sabe que está pasando. De esa forma, cada espectador se lo puede representar en su cabeza de forma que el horror es siempre extremo. Porque la imaginación, siempre, supera a la más cruel de las realidades.

 

En «La cinta blanca» nos encontramos en la Alemania previa a la Primera Guerra Mundial. En uno de esos pueblecitos de postal que, gracias a la impresionante fotografía en riguroso y majestuoso blanco y negro de la película, luce con todo su esplendor. Un pueblecito habitado por hermosos niños rubicundos y serios hombres temerosos de Dios en los que, de repente, empiezan a pasar pequeñas cosas que sacan de sus casillas a los residentes en el pueblo, como el profesor de la escuela nos contará en una inolvidable y descriptiva voz en off que acompaña al espectador muchas horas después de que la película haya terminado.

 

Un día, el médico tiene un accidente cuando montaba a caballo. Un accidente no fortuito, desde luego, ya que el équido tropezó con un cable metálico, estratégicamente situado en un lugar por el que el médico siempre cruzaba en sus paseos hípicos. A partir de ahí, la vida se enturbia en el pueblo. Hay accidentes, pequeñas venganzas, recelos, violencia soterrada y, por fin, violencia explícita.

 

No son grandes barbaridades, grandes dramas o grandes crueldades, los que se desarrollan frente al espectador. Pero, a medida que pasa el metraje, van subiendo de intensidad. Y, lo peor, es la reacción de los habitantes del pueblo, unos mirando a otro lado, otros quitándose de en medio, otros encubriendo los despropósitos de algunos infames descerebrados…

 

Y está el pastor. De almas. Rígido, duro y exigente. Y sus hijos. Y está el médico. Que vuelve a casa. Y su amante. Y los hijos de ésta. Y está el noble, casi seños feudal de la localidad. Y sus hijos. Y los trabajadores. Y sus hijos.

 

Y estamos en una Alemania que, tras perder la Primera Guerra Mundial, empezó inmediatamente a prepararse para la II. Y tenemos en pantalla a los niños que, de mayores, protagonizarían una de las mayores infamias de la historia de la humanidad. No por casualidad, como Haneke se encarga de demostrar con esta, otra más, brutal Obra Maestra.

 

Lo mejor: que todo lo que escribimos antes de «La cinta blanca» está más que justificado ante este pedazo de joya.

 

Lo peor: que el Oscar se lo dispute a otra joya como es «El secreto de sus ojos».

 

Valoración: 10.