GRANADA CONTRAFACTUAL

La columna de hoy viernes, basada en uno de esos palabros raros que tanto nos gustan, está dedicada a mi amigo Eduardo, que la inspiró y que siempre, siempre está ahí.

 

Mi amigo Eduardo es un genio. Además de ser catedrático, ha montado una empresa para sacar la Universidad a la calle y darle aplicación práctica a las ideas, teorías y doctrina obtenidas en laboratorios, despachos y departamentos. Una empresa, «Seven solutions», paradigma de la innovación y la creatividad, que ha recibido decenas de premios, galardones y reconocimientos. Eduardo también es esposo y padre, por lo que su vida es un luminoso caos de aviones, biberones, pañales, conferencias, reuniones de trabajo, clases y proyectos.

 

Por todo ello, cuando hablamos hace unos días de quedar para tomar unas cañas, Eduardo introdujo en la conversación un término, «contrafactual», que me trae loco desde entonces. Para la Wikipedia -siento citar tan vilipendiada fuente de información, pero soy así de básico – un contrafactual sería «todo evento o toda situación que no ha acontecido en el universo actualmente observable por la investigación humana, pero que pudiera haber ocurrido».

 

Fue leer esto, ponerlo en relación con el follón que se ha montado con El niño de las Pinturas y, de inmediato, empezar a pensar en cómo sería una Granada contrafactual. ¿Se imaginan? En la Granada real, a un artista de reconocido prestigio se le sanciona por pintar la fachada de una casa situada en una zona de especial protección y en base a la Ordenanza Municipal por el Eterno Descanso de los Granadinos, aunque los dueños de la vivienda le hubieran encargado el trabajo.

 

En la Granada contrafactual, sin embargo, los murales y graffitis serían no sólo una manifestación artística de especial protección, sino que habría cursos y concursos para que los chavales de los barrios pudieran dar rienda suelta a su creatividad, trascendiendo esas asquerosas, infames, patéticas y ridículas pintadas de «Te quiero gorda» que, por ejemplo, afean una buena cantidad de paredes del Zaidín.

 

Eduardo, además, hacía una interpretación muy interesante de los contrafactuales cuando los definía como cosas que normalmente no hacemos, pero que, por el mero hecho de poder hacerlas, ya nos hacen felices. Y será por eso, seguramente, que la RENFE nos aplica las tarifas de la Alta Velocidad malagueña y sevillana a los billetes de los lentísimos trenes granadinos. Así, al pagar lo mismo por un trayecto de cinco horas que por otro de dos horas y media, nos vamos haciendo la ilusión de que el AVE ya está próximo a anidar en nuestros pagos, con o sin Moneo.

 

Pero Eduardo va un paso más allá cuando señala que para la educación de los niños, los contrafactuales tienen una capital importancia porque su poderosa imaginación hace que la mera posibilidad de que ocurran es igual de amenazadora o de placentera que las propias situaciones reales. ¿No les queda la sensación de que, por desgracia, los granadinos somos como niños que viven en una pura y permanente Contrafactualidad, del Milenio, a la Alta Velocidad, pasando por la Autovía o la Primera División?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros

JUGANDO UP IN THE AIR

¿Habéis visto ya ESTA película? Mira que lo hemos dicho: «Up in the air» es una joya que hay que ver. Pero es que, además, nos permite jugar. Como los niños de ESTA absolutamente recomendable novela.

 

A ver. ¿Qué clase de viajero eres?

 

Prueba fortuna:

Además, un pequeño vídeo con el Making Of y la banda sonora de la película, que ver al primo George siempre es motivo de alegría:


Up In The Air Soundtrack: Sad Brad- Help Yourself
Cargado por rubberrepublic. – Explorar otros videos musicales.

Espero que os guste.

LA CIUDAD FELIZ

Este año, durante la entrega de los Premios Literarios de Jaén convocados por CajaGRANADA, el galardonado con el premio de poesía, Alejandro Céspedes, hizo un brillante y vibrante discurso de agradecimiento, bienhumorado, alegre y festivo. La premiada con el premio de novela, Elvira Navarro, estuvo más discreta, tímida y callada.

 

Quizá tenga que ver con ello el hecho de que Elvira es insultantemente joven, no en vano, nació en 1978.

 

Si ya me costó aceptar que los futbolistas más prometedores, en vez de ser hombres hechos y derechos, empezaran a parecerme críos imberbes, no veáis lo duro que es ver cómo los mejores cachorros de la nueva literatura no pintan canas, no están cuajados de arrugas y no tienen papada bajo la barbilla ni bolsas bajo los ojos…

 

Pero así es. Y, paradójicamente, por joven que sea, se nota que Elvira ha mamado las calles de la ciudad. Al menos, su escritura así lo denota: si por algo se caracteriza «La ciudad feliz», su más reciente y premiada novela, es por transmitir verosimilitud a todo lo que cuenta.

 

La crítica ha insistido en que la novela está compuesta por dos historias independientes que sólo tienen un débil nexo en común, al coincidir levemente los personajes principales de una y otra, en el desarrollo de sus respectivas tramas.

 

A mí, sin embargo, me dio la sensación de estar leyendo una misma historia, sólo que desde dos puntos de vista distintos. Lo importante, en ambas tramas, es la visión del niño. Y la de la niña. Su extrañeza, su miedo ante lo desconocido, sus reacciones ante la realidad que se les viene encima, el desafío a los límites que sus familias les imponen.

 

El hecho de que sus vivencias sean distintas, pero complementarias, sirve para reforzar esa idea de dualidad entre lo masculino y lo femenino, entre el ying y el yang, entre el niño de fuera y la niña de aquí de toda la vida, entre la amenaza interior y la amenaza exterior, entre la vertiginosa atracción por lo indebido, lo imposible y lo prohibido que cada uno de los protagonistas siente.

 

Para comentar  esta novela, mucho me temo que no sirve lo de contar de qué va la historia. Porque no va de nada especialmente reseñable, como tantas veces pasa en muchas grandes obras de la literatura universal. Es la magia de las palabras, la alquimia de la literatura, el conseguir transmitir sensaciones puras a través de una prosa limpia y precisa, como ocurre en el caso que nos ocupa.         

 

Así, las últimas ediciones de los Premios Literarios Jaén están consiguiendo poner el acento en autores como Patricio Pron (su novela fue una de las más reconocidas del año 2008 por el gremio de editores de este país) o Elvira Navarro, llamados a darnos grandes alegrías en el futuro más inmediato, no en vano, la autora onubense lleve una inmejorable trayectoria: ganó el primer premio de narrativa en el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid en el año 2004, disfrutó de una beca de creación del Ayuntamiento de Madrid y la Residencia de Estudiantes y su libro «La ciudad en invierno» le reportó ser elegida Nuevo Talento Fnac.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

#YO NO ME ENAMORARÍA DE…

Muchas veces me preguntan el porqué de mi afición a las Redes Sociales. Hace unos días, con ESTA entrada dedicada a trincar un libro y abrirlo por la página 56, ir a la línea 10 y copiar su contenido, sacada del Facebook, tuvimos una experiencia estupenda.

 

Hoy veo una en el Twitter de lo más jugoso. Comienza con el símbolo #. O sea, un Tender Topic para que todos los tueteros respondamos a la misma sugerencia.

 

Y la de hoy es continuar la siguiente frase:

 

#Yo no me enamoraría de…

 

Mi primera frase ha sido un poco etérea y generalista:

 

#Yo no me enamoraría de… una mujer a la que no le guste el cine.

 

Efectivamente. Como me dice una amiga del Facebook, demasiado genérica y sin chicha.

 

Vamos a afinarla un poco más:

 

#Yo no me enamoraría de… una mujer a la que no le guste el cine… clásico y en blanco y negro.

 

Pero bueno. Dejémonos de veleidades artísticas y vamos a lo que vamos:

 

#Yo no me enamoraría de… una mujer fría.

 

¿Y tú? ¿De qué/quién no te enamorarías tú?

 

Jesús Lens.

BOGART: EL TIEMPO QUE NO PASA

Este reportaje lo publicamos el pasado sábado en IDEAL. Estuvo casi todo el día entre lo más leído de la edición digital del periódico. Y es Bogart sigue siendo Bogart. Todo lo que contamos en estas líneas (menos lo del alcalde) volverá a ocurrir miércoles y jueves, a las 23 horas, en el Aliatar. Y esta vez podrá entrar todo el que quiera, libremente. 

 

 

–         «Tócala Sam. Toca «El tiempo pasará».

 

Eso era exactamente lo que Ingrid Bergman le decía al pianista del Rick’s Café Americano en «Casablanca», antes de que Woody Allen popularizara el «Tócala otra vez, Sam» que anoche se podía escuchar, una y otra vez, en la sucursal granadina del café más famoso de la historia del cine.

 

Es difícil encontrar una mejor ubicación para el bar de Rick que el Aliatar, un antiguo cine cargado de historia que, convertido en uno de los locales de copas más reconocidos de Granada, ha sido transformado en trasunto del garito norteafricano gracias al buen hacer de Miguel Serrano, director de la compañía García Lorca. Para llegar al Rick’s Cafe, lo mejor es subir por la Carrera de la Virgen, engalanada con una glamourosa alfombra roja y festoneada con enormes carteles de las películas de Bogart. Además, en el Zaida hay una exposición en que se encuentra el verdadero piano que tocaba Sam y otros objetos auténticos de «Casablanca». De esta forma, uno sube las escaleras del Aliatar perfectamente metido en ambiente, dispuesto a disfrutar de un montaje que, a nada que uno le ponga un poquito de imaginación, le lleva a las ardientes noches de Casablanca.

 

En la velada inaugural, el alcalde de esta Granada/Casablanca fue recibido por el prefecto de policía, Renaud, en lo que parecía ser el principio de una hermosa amistad. Tras recorrer las mesas de juego y conversar con algunos de los jugadores que en ellas se apostaban toda su fortuna, el alcalde se acercó al piano de Sam, junto al que sentó cómodamente. Y con ello dio el pistoletazo de salida a una fiesta que comenzó con las inevitables palabras «you must remember this», entonadas con pasión por el solista de la banda Retroback, dando inicio a la canción «El tiempo pasará» y, con ella, a la segunda edición de un festival que, por unos días, nos invita a mirar al pasado con ilusión, nostalgia y cariño por un cine que ya no se hace.

 

En la enorme pantalla que el Aliatar ha mantenido intacta, en recuerdo de su pasado como una de las salas de cine más queridas de Granada, se proyectaba de forma ininterrumpida, obviamente, el clásico de Michael Curtiz, una «Casablanca» convertida en auténtico mito de la historia del cine. Una mitología que, más allá de la indudable calidad cinematográfica que atesora, tiene que ver con el carisma de sus protagonistas y, sobre todo, con las especiales circunstancias en que se filmó la película, en plena II Guerra Mundial, cuando los nazis eran una auténtica amenaza para la paz mundial y no sólo los malos de los guiones de las películas.

 

Los cientos de invitados en esta gala inaugural disfrutaron de una velada muy especial en que más de cuarenta figurantes ayudaron a hacernos soñar con Rick, Elsa, Renaud y los demás protagonistas de un filme inmemorial. Eso sí, una cierta confusión reinaba en la calle, en los aledaños de Puerta Real, dado que las informaciones publicadas estos días en los medios de comunicación daban a entender que el acceso a la fiesta era público y no estricta y escrupulosamente restringido.

 

Los camareros, tan serios como amables, servían las cervezas y los canapés ataviados con un turbante rojo y chaleco a juego. Además, por el bar circulaban figurantes que representaban a jugadores, croupiers, gángsteres, músicos, espías, policías… y oficiales de las SS. De hecho, cuando uno de éstos se te acercaba, su inequívoco parecido con el Coronel Strasser te provocaba ganas, si no de acribillarlo a balazos, sí al menos de cantarle la Marsellesa en plena cara, como de hecho terminó ocurriendo en uno de los momentos más emotivos de la noche. Y es que durante la hora y media que duró el espectáculo, lo mismo se sucedían persecuciones por parte de los gendarmes hacia sospechosos traficantes que una cantante se subía al escenario y deleitaba al respetable con una emotiva canción de época.

 

Además, la banda del local, rigurosamente vestida con un elegantísimo smoking blanco, amenizó la velada con su vivo jazz añejo, tocando antiguos estándares y animando la noche con la banda sonora de toda una vida cinéfila y nostálgica.

 

Con una inauguración tan especial como singular, Retroback nos conduce por el túnel del tiempo a un cine en blanco y negro, de buenos y malos, en que un tipo duro como Bogart siempre terminaba demostrando que tenía su corazoncito. Ojalá que en próximas ediciones del Festival haya iniciativas tan curiosas como ésta. Entre tanto, no duden en pasarse por el Aliatar y, con un poquito de imaginación, déjense envolver por esa atmósfera tan particular del cine clásico. Un cine que, como Bogart decía en «El halcón maltés», está hecho del material con que se fabrican los sueños.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.