La columna del viernes de IDEAL, en defensa de lo corto y lo concreto.
Era martes. A las 20.45 horas, el Real Madrid jugaba el partido de ida de los octavos de final de la Champions League contra el Lyon. Esa misma tarde, escasos minutos antes de las ocho, llegué al teatro Isidoro Máiquez, a la cita mensual que el Centro Cultural CajaGRANADA nos propone con Futureshorts. Y la sorpresa fue de órdago: me tuve que sentar en la penúltima fila de la platea ya que el recinto estaba de bote en bote. Unos minutos después, no cabía un alfiler.
¿Qué es eso de los Futureshorts que consigue congregar a cientos de personas en un teatro, convertido para la ocasión en sala de cine, desafiando el supuesto monopolio del fútbol en su día y hora más estelares? Cortos. Los Futureshorts son una colección de cortometrajes alojados en Internet y que, una vez al mes, se hacen visibles en pantalla grande, para obvio y acreditado deleite de cientos de espectadores.
Qué contraste, el Isidoro Máiquez hasta la bandera o las salas de los cines convencionales bullendo de espectadores durante las proyecciones del Retroback, con el lamento constante por la permanente pérdida de espectadores del cine comercial, al menos hasta la brutal revolución de la grandiosa «Avatar» en 3D.
Si una cosa pone de manifiesto el éxito de convocatorias como la de Futureshorts es que, cuando hay una buena oferta, cuando al público se le ofrece un producto que se sale de lo convencional, de calidad y en buenas condiciones de exhibición, uso y disfrute, el público responde. Los mercachifles de la cultura televisiva más rancia nos han intentado convencer de que un millón de moscas no pueden estar equivocadas y que, por tanto, deberíamos comer generosas raciones de mierda, sin reparo alguno, gozando como gorrinos en lodazal.
Pero citas como la de Futureshorts rompen con ese tópico infame. Granada, tierra de cortos. Del corto considerado como una de las bellas artes. Parafraseando a Ignacio Midore, nuestro extraordinario tutor en un fascinante Club de Lectura, frente a un largometraje, extenso por naturaleza, el buen corto tiene que ser intenso. Un perfecto mecanismo de relojería en que ni sobre ni falte nada. Porque se trata de contar una historia, con presentación, nudo y desenlace, pero en apenas un puñado de minutos. Un buen corto tiene que ser concreto y conciso. Como decíamos cuando jugábamos de niños: «fuerte, duro y a la cabeza». Un trallazo. Un tiro.
El próximo martes, en el Isidoro Máiquez, vuelve a haber cortos. Lleguen con tiempo o corren el riesgo de quedarse en la puerta. Pero, para ir calentando motores, este fin de semana se celebra la I Muestra de Cortometrajes en el Teatro Alhambra. Otra ocasión para disfrutar del arte y el talento de prometedores cineastas en ciernes, esa imprescindible cantera de artistas a los que, en unos años, veremos recogiendo premios y galardones, Goyas y Óscar incluidos.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.