Uno, que a estas alturas de vida ya ha asumido que es tirando a rarito, sigue disfrutando como el primer día de las tertulias que los autores invitados a Semana Negra protagonizan a primera hora de la tarde, en la Carpa del Encuentro, sobre los más diversos temas.
El fin de semana, las tertulias versaban sobre el Monstruo.
Y nuestro querido Eduardo Monteverde despachaba un brutal artículo en A Quemarropa, el diario oficia del Semana Negra, que me llevo para casa, como oro en paño, para leer despacio y con la calma y tranquilidad que demanda la prosa de Monteverde. Pero de las diversas y variadas intervenciones (la asimetría, la turbamulta, el freak…), me quedo con la de que el Monstruo es el Otro. Y no necesariamente el Diferente.
Así lo ponía de manifiesto esa serie de cuyo final tanto se ha debatido y sobre la que tendremos que volver, recurrentemente… “Perdidos”. ¿Quiénes eran los malos de Perdidos? Un grupo de gente que respondía, sólo, al nombre de los Otros.
Los Otros nos dan miedo. Por eso queremos hacerlos nuestros. La Otredad supone desconocimiento. Y el desconocimiento supone recelo, suspicacias y miedo. Por eso, al Otro hay que hacerlo nuestro.
O matarlo, claro.
Es la Solución Final. Por eso, los nazis convirtieron la profesión de verdugo en una fría máquina burocrática de deshacerse de ingentes cantidades de carne muerta.
Por eso, las grandes multinacionales no hablan de “Personal”, de “Empleados” o, mucho menos, de “Compañeros de trabajo”. La gente se convierte en Recursos Humanos y el departamento ad hoc se dedica a gestionarlos, moverlos, subirlos y bajarlos.
El Otro no nos gusta. Y, en este país, menos que en ningún sitio. Al Otro, lo más, se le tolera. Y dando gracias. Que eso de la Tolerancia da como asquito. Ya sabéis: o conmigo o contra mí.
Quizá es lo que más me gusta de Semana Negra: que hay muchos Otros, por aquí sueltos. Hay poetas, escritores negros que, de repente, se ponen el canesú y escriben novelas rosas. Perdón. Románticas. Como Carlos Salem y su “Cracovia sin ti”. Hay tipos con aspecto serio que escriben las marcianadas más extrañas que imaginarse puedan y tipos con aspecto estrafalario que lo mismo dibujan muñegotes que escriben tochos de ochocientas páginas.
Tipos en camiseta que hablan (y escriben) como Dios Padre y atildados tipos, bien maqueados, que escriben (y hablan) como Dios Hijo.
Escritores de novela policíaca que son esponjas (porque absorben todo lo que ven y escuchan) y escritores de novela histórica que son esponjas (porque se beben todo lo que les ponen por delante) Y viceversa.
Se me está yendo el Santo al cielo. La pinza, o sea. Y es que lo de ayer de España fue muy fuerte. Momentazo total, ver en la Carpa A Quemarropa el triunfo de la Roja. El Rojo y el Negro, fundidos. En esa Carpa en que, el año pasado, Frankie y yo presentamos nuestro libro, “Hasta donde el cine nos lleve”, recién salido del horno. La Carpa en la que, el miércoles, presentamos “Benegas”, de Francisco José Jurado (El Rencor) Una Carpa que se convirtió en un hervidero y en la que hicimos posible u sueño imposible, entre gritos, lamentos, insultos, cerveza, abrazos, cánticos y exclamaciones.
Tenía que ser, en Semana Negra, que España se proclamara Campeona del Mundo.
El Rojo y el Negro.
Los Unos y los Otros.
Todos unidos.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
PD.- Estoy divagando. Lo sé. Y espero centrarme en los próximos días. O no. Pero para que sepáis más de lo que pasa en Semana Negra, os dejo interesantísimos enlaces con amigos que andan por aquí y que publican joyas como ésta en la Gangsterera, de Zeki. O ésta, de Carmen Moreno, en Revista de Letras. O esta otra, de Laura Muñoz, en Culturamas.
Así, no podréis decir que no estáis informados…
Esto es la Semana Negra… y sigue.