Desde que la vi, sueño con ella. Con esa Nina rota, extremadamente delgada, desmadejada, ida, perseguida, angustiosa, atrapada, perfeccionista, delirante, acomplejada, reprimida y, finalmente, triunfante y gloriosa. ¿O no?
He pasado toda la noche viéndola en sueños. Y nunca pensé que soñar con ella, con Natalie Portman, podría ser un ejercicio cercano a lo pesadillesco. Natalie Portman, esa actriz a la que adoro desde que, siendo una niña, enamorara a León el Profesional y, de paso, a mí, como ya explicamos AQUÍ. Para siempre. Increíblemente… ¡soñar con Natalie produce monstruos!
“El cisne negro”, la última película de Darren Aronofsky, no creo que arrastre a las masas al cine. Y, sin embargo, el cine estaba lleno. Pero el boca-oreja debería acabar con ella. Yo, desde luego, no te recomiendo que vayas a verla. Porque “El cisne negro” es una joya, una obra maestra como la copa de un pino, una película hipnótica y abrasadora. Pero no es para cualquiera. No es fácil, ni agradable, tierna o divertida. De hecho, su nerviosa realización atosiga al espectador y su fotografía granulosa es radicalmente anti-preciosista, por mucha Portman y demás bailarinas que aparezcan en pantalla.
Así que, si eres una persona débil de mente o fácilmente impresionable, no vayas a ver “El cisne negro”. Te perderás un peliculón, pero te ahorrarás un montón de sueños turbios y siniestros. Y eso que hablamos de una historia de baile, tutús y ballet en la que los personajes ensayan “El lago de los cisnes”, un título cuya enunciación suena a algo bonito y entrañable… aunque diste mucho de serlo.
Es curioso que hace unos días hablara con unas amigas, durante el café, de esos padres que proyectan sus frustraciones y carencias en sus hijos, forzándoles a conseguir, por lo civil y hasta por lo criminal, lo que ellos no fueron capaces de lograr. Da lo mismo que hablemos de bailarines, deportistas o neurocirujanos: la extenuante autoexigencia inducida por unos padres tiranos puede conducir a una persona al más arrollador de los éxitos, pero la frontera con la insania autodestructiva es muy, demasiado liviana.
Y de todo ello trata “El cisne negro”, corta de metraje, para lo que se estila, pero intensa hasta el extremo. Desde el primer fotograma hasta el último. Opresiva desde que empieza hasta que termina. Seca, sin tregua, sin tiempos muertos. Sin secuencias de relleno. Sin concesiones.
No sé si vieron, en su momento, “El luchador”, la anterior perla de Aronofsky en una filmografía singular. Desde el punto de vista contrario, entronca a la perfección con “El cisne negro”. Personas que, en el ejercicio de su profesión, van más allá de lo humanamente soportable. Y comprensible.
Dos obras maestras que, desde luego, no seré yo el que te aconseje que veas…
Valoración: 10
Lo mejor: Natalie Portman, alcanzando registros y cotas interpretativas difícilmente superables.
Lo peor: que le costará volver a encontrar un papel a la altura de esa brutal Nina.