Siempre me llamó la atención el careto de Muamar, en la mejor tradición de villanos a lo 007. Pocas veces, un sátrapa de verdad tuvo un aspecto tan cinematográfico, tan de cartoon, de villano de cómic.
Sin embargo, cuando llegaba a las capitales de las grandes potencias mundiales, con sus jaimas, sus caballos purasangre y su guardia personal de Amazonas; los líderes del mundo libre, de la sabia Europa, le recibían con honores y distinciones y se postraban a sus pies. Por el gas, el petróleo y tal y pascual. Sus hijos, lo mismo jugaban al fútbol con la Juve, que eran alumnos ejemplares de escuelas de negocios tan prestigiosas como la London School of Economics o el Instituto de Empresa.
Por eso me imagino su careto, ahora. El careto de Muamar, estupefacto. De repente, es un malote de verdad y el hijo que en España hacía una tesis sobre la transición hacia la democracia, comanda en su país las acciones más belicosas y sangrientas del ejército de su papi. Ya se sabe que algunos, por sus padres, matan.
El caso es que Muamar es un malote para los ciudadanos de a pie que, asombrados, asistimos a una revolución democrática sin precedentes en esos países cuyos mandamases, tiranos, corruptos y sinvergüenzas eran queridos, respetados, jaleados y apoyados por nuestros gobiernos, aunque sus elecciones fueran pucherazos descarados y los derechos humanos florecieran como las rosas… del desierto.
Así las cosas, una vez más, la UE se muestra impávida, muda, maniatada y esclerotizada. ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar? ¿Qué decir? Cuando el futuro nos persigue, es difícil saber cómo reaccionar.
La UE, como casi siempre, ni está ni se la espera.
Túnez y Egipto, por su parte, miran hacia delante. Mientras, Libia se desangra en una guerra civil larvada. Y aquí paz y después gloria. Y el careto de Muamar, tallado en cartón piedra por las cancillerías europeas, seguro que no da crédito a todo lo que le está pasando…
Jesús extrañado Lens