Pasan los días.
A una velocidad de vértigo. Como esas nubes que, en mitad de la tormenta, son violentamente desplazadas por los vientos huracanados y parecen galopar en el cielo, agresivas, enfurruñadas, azules oscuras casi negras.
Pasan los días.
Terminamos abril y parece que el año no haya hecho sino comenzar. Enero, sin embargo, es un recuerdo lejano, casi olvidado.
Pasan los días.
Y pasan las horas, los minutos y los segundos. Pasan sin darnos cuenta. Los días son ese tiempo que transcurre entre el salir de la cama y volver a entrar en la misma. Días largos, complejos, prolijos. A veces, tensos. Casi siempre, intensos.
Pasan los días.
Y cuesta leer, escribir, buscar, encontrar, pensar, compartir, reflexionar con detenimiento… Cuesta.
Pasan los días y los paréntesis se hacen imprescindibles.
Llegamos a uno. Casi inmediatamente después de otro. Un oasis, sin embargo, que parecía inalcanzable.
Pero llegamos.
Pasan los días.
A ver qué pasa. Estos días.
Jesús qué pasa Lens