Llegué cansado a Gijón. Muy cansado. Estos meses están siendo de infarto y, si bien las cosas van sucediendo a una velocidad vertiginosa, los días empiezan demasiado temprano y nunca terminan de terminar. Y cuando lo hacen, ya es tarde. Muy tarde. Quizá demasiado.
El avión llegó pasadas las 5 de la tarde y a las 7 tenía la presentación de Alejandro Pedregosa. Sin apenas tiempo para saludar a los amigos, habiendo dejado la maleta en el coche de la organización, me senté en la mesa de la carpa A Quemarropa y comencé a charlar con Alejandro sobre su novela “Un mal paso”.
Lo pasamos bien y, cuando ya daban las siete y media, Rafa me hizo el gesto habitual: 2 minutos. Di las gracias a los presentes, les conminé a comprar el libro presentado y ya me giraba hacia Alejandro, dando por terminado el acto, cuando Marina, siempre al quite, me recordó la frase, célebre, que llevo ya la friolera de nueve años escuchando, pronunciando, aplaudiendo y repitiendo en Gijón: esto es la Semana Negra… y sigue.
Lo que pasa, y así lo hemos escrito hace unas semanas, es que la Semana Negra ha corrido el riesgo de no seguir. Y todavía lo corre. Al menos, de no seguir en Gijón. Porque, como también señalamos en este otro escrito, el modelo no puede cambiar.
Durante toda la Semana, el runrún fue tan constante como inevitable. Que si Avilés, que si Milán, que si Barcelona, Mieres o Castellón. Que si final de ciclo, final de Semana, final de todo. Tiempos oscuros y sombríos, más que negros. ¿Sería la profecía maya, que se quiere cebar con la Semana Negra?
Así llegamos al domingo, el día en el que Paco Ignacio Taibo II hace un speech de clausura que, sistemáticamente y todos los años, consigue inundar de lágrimas los ojos de los más duros y recalcitrantes escritores negros, criminales, zombies y terroríficos, como si fueran corderitos de Norit.
La expectación era máxima. Taibo, solo, en el escenario. Pero todos, abajo, con él. Y el discurso no defraudó. Un discurso sólido, basado en datos y en cifras, concluyentes, aplastantes e inapelables. Durante estos diez días, no sólo se vendieron y regalaron casi 43.000 libros (un 14% más que el año anterior, con la que está cayendo), es que, además, la Semana Negra le reporta a Gijón una riqueza cifrada en más de diez millones de euros anuales y un impacto mediático para la ciudad que se calcula en otros dos millones de euros.
Pero, sobre todo, volvió a ser un discurso basado en la épica de la resistencia y en la poesía de la creación. Porque en tiempos de crisis, la cultura es el oxígeno que una sociedad necesita para respirar, sobrevivir y soñar. Una cultura accesible, que permita a la gente leer en libertad.
Sobre esa premisa, PIT II pasó la pelota a los munícipes de Gijón. Si quieren, habrá Semana Negra. En Gijón. Pero la Semana Negra que, con sus columpios, sus churros con chocolate, su pulpo y su chumba-chumba, tanto nos gusta. Si no, también habrá Semana Negra, aunque fuera de Gijón.
La fecha para una respuesta: el 15 de septiembre.
Porque esto es la Semana Negra y, además de seguir, dura. Es muy dura. Y resistente.
Porque la Semana Negra son Taibo, Cristina, Ángel de la Calle y el resto de un equipo no sólo volcado y voluntarioso sino también profesional. Muy profesional. Pero la Semana Negra también somos todos los periodistas, escritores y lectores que, por decenas de miles, estamos convencidos de que la única cultura posible es la cultura libre, abierta, accesible y popular.
Por todo ello, repitámoslo, alto y claro: Esto es la Semana Negra… ¡¡¡Y SIGUE!!!
Jesús siguiente y durante Lens