¿Quién sabe dónde?

Durante mucho tiempo, este póster estuvo en el cabecero de mi cama. No sé por qué me gustaba tanto esta película. Pero la vi muchas veces.

Hoy la he comprado, en una promoción de cine negro que está haciendo El Mundo. Y no sé si volver a verla. Por enésima vez.

Pero su adquisición me ha hecho acordarme, paradójicamente, de que hace años que no nos acordábamos de Michael Cimino, uno de los directores llamados a revolucionar el mundo del cine y que tras su devastadora «El cazador» y su incomprendida «Las puertas del cielo», fue cayendo en un olvido del que ni siquiera pudo sacarlo «El siciliano», una de mafiosos en la línea de «El padrino», basado en otra historia de Mario Puzo.

Así las cosas, y llegados a este punto, ¿quién sabe por dónde anda Michael Cimino? ¿Qué hace? ¿A qué dedica su tiempo libre?

Jesús lobatón Lens

Y vamos a ver en qué estábamos el 8 de noviembre de 2008, 2009 y 2010.

El dinero de los demás

A veces es mejor no saber. Pero si queréis saber, leed la desopilante, divertidísima, tremebunda, ilustrativa y terrorífica “El dinero de los demás”, de Justin Cartwright, recién publicada en España por la inquieta editorial Ático de los Libros.

“Nadie había leído a Keynes. Ojalá pudiera decir que fue inmune al Zeitgeist, que consistía en crear dinero de la nada. Su padre decía muy a menudo, demasiado incluso, que la banca es un negocio que debe tratar con cosas que uno entienda y con gente que uno conozca. Al intentar convencerle de que podían ganar dinero emitiendo deuda colateral y abriendo fondos de inversión, dijo: “-Sí, ¿pero para qué sirven? Puedes llamarlos derivados financieros hasta que te falte el resuello, pero si te pido que me enseñes cómo son, ¿qué harás?”

¿Imagináis de qué va el tema?

Pues sí. De la crisis. De cómo los bancos de inversión contaminaron todo el sistema financiero mundial y llevaron al borde del precipicio el mundo, tal y como lo conocemos. ¿Habría sido eso bueno, malo o regular? No lo sé. Ni el libro que comentamos habla de ello. Pero sí que expone, de una forma muy clarividente, cómo se vino abajo todo el tinglado.

¿O no?

Porque abrir las páginas sepia de los periódicos, hoy, sigue siendo más letal que leer la novela negra y criminal más salvaje y violenta.

De hecho, “El dinero de los demás” también explica cómo, con una patada seguir, hoy seguimos sufriendo las consecuencias de aquellos errores. ¿He escrito “errores”? En fin. Sería mejor que leyeras el libro y juzgaras, por tu cuenta.

Pongámonos en antecedentes: el banco londinense Tubal & Co. es una de esas entidades financieras con más de trescientos años a sus espaldas. Un banco rancio, señorial, serio y, sobre todo, fiable: el peso de la tradición lo sustenta.

Hasta que llegó un equipo de gestión que, ignorando lo que sostenía el vetusto dueño de la entidad a que hacía referencia el anterior párrafo entrecomillado, decidió hacer ingeniería financiera y, gracias a una fórmula infalible, maximizar beneficios en tiempo récord.

¿Seguimos?

Ojo, no vayáis a pensar que este libro es para iniciados o que hace falta conocer algo del mundo de las finanzas para comprenderlo o disfrutarlo. En absoluto. De hecho, lo puramente financiero apenas es el McGuffin que permite diseccionar a una sociedad contemporánea en que la obsesión por el dinero lo es todo. Obsesión por el dinero y por todo lo que se pueda comprar con él, desde un Cezanne a un yate, pasando por los servicios más íntimos de un entrenador personal o los insensatos viajes al Tíbet para localizar al Yeti.

A través de unos personajes magníficamente trazados, repletos de fuerza y consistencia, Cartwright no deja títere con cabeza en una novela tan realista como contemporánea. Por desgracia, demasiado realista. Y demasiado actual, no en vano, los nombres de Enron, Madoff o Lehman Brother´s saltan a la palestra como ejemplos de… bueno. Ejemplos de lo que no había que hacer.

“El dinero de los demás” también es un extraordinario ejemplo de cómo el humor puede ser más ácido y corrosivo que el mismo Salfumán, una precisa herramienta de conocimiento que, además, puede deparar algunos momentos de justicia poética que, con la que está cayendo, siempre son bienvenidos.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.