Leo las entradas blogueras de los tres años anteriores, desde que “Pateando el Mundo” está en Granadablogs, y me tiro de los pelos (abajo, los enlaces, como hacemos siempre, para recordar en qué estábamos, entonces).
Hace tres, estaba camino de Siria, haciendo escala en Estambul. Y el pasado año acababa de volver de Senegal, impregnado de su Teranga, hospitalidad y buen rollo.
¿Y en 2011?
En 2011, aquí estoy.
Y no sé muy bien el porqué, ya que aún me quedan unos días de vacaciones.
Pero… ¡cualquiera se iba! Con la que está cayendo (que ya le vale, a la frasecita de los coj…)
Pero… ¡cómo te vas a ir, alma de cántaro!
Anda, bonico, estate quietecico y deja el pasaporte guardadico, como dice nuestra querida Panchy, al menos hasta Semana Santa.
Y eso he hecho. Quedarme.
No me pregunten muy bien la razón. Ni yo mismo la sé. Yo creo que es por culpa de uno de los efectos más perversos de la crisis: el miedo paralizante. El temor reverencial.
Aunque puedas, estate quieto. No te vayas. No te metas en nada. ¡Alto! STOP. Piénsatelo. O, mejor aún, no te lo pienses. Solo… quédate. Inmóvil. ¿Por qué? Porque sí. Porque es lo que toca. Porque no está el patio para irse. Por lo que pueda pasar. No sea que…
Así las cosas, aquí estamos.
Aquí seguimos.
Pensar que me he cogido cuatro días de permiso para no ir a ningún sitio, la verdad que me desasosiega. Hasta me molesta, oiga. Que estoy aprovechando el tiempo, claro que sí. Pero que a mí, las vacaciones, me gustan para irme al quinto pino. O al sexto carajo. Y más allá.
Y más rabia me da al hablar con mi querida Silviña, que está ultimando el petate para irse… ¡al Senegal y la Casamance, nada menos! No hay justicia en este mundo. ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!
Y este año, sin saber exactamente la razón, aquí estamos…
Jesús estático Lens