¿Os acordáis que el año pasado, o sea ayer, os preguntaba por esta cuestión?
Pues, en casa, ha cuadrado pegarnos una maratón. Y no una maratón cualquiera. Una maratón televisiva que empezaba a las 11 de la mañana, apenas de amanecida, para ver la primera temporada completa de esa joya llamada “Juego de tronos”.
Que ya dijimos que era buena, aquí. Y cuyo final nos maravilló hasta el extremo de colgarlo aquí. Una serie que echábamos de menos aquí, hace unas semanas.
Y ya tiene que ser buena, la joía, para haberle dedicado diez horas seguidas.
¡Diez horas!
Reconozco que he hecho trampa y que, hacia las tres, me he escapado un rato para correr. Pero, por demás, ha caído de cabo a rabo.
Y es que, como dijera Michelle Pfeifer en “El precio del poder”, nada satisface tanto como el exceso.
Y, cuando hablamos de ver, nada satisface tanto como ver, seguidos, un buen puñado de episodios de una buena serie.
Siempre he dicho que las series se dividen en dos: aquellas en las que un solo episodio sabe tan a poco que es necesario acumularlos para ver, de una atacada, dos, tres o cuatro y aquellas otras cuyos capítulos son tan densos, tan complejos, que solo puedes verlos de uno en uno para asimilarlos realmente bien y para disfrutarlo, concentrado, hasta en sus más nimios detalles.
“24” o “True blood” serían un ejemplo de la primera tendencia y “Mad men” o “Juego de tronos”, de la segunda.
Ahora bien, una vez paladeado cada episodio de una de estas series, el cuerpo pide marcha. Pide repasarlos en plan bestia, en plan salvaje.
Así hemos comenzado el año. En plan salvaje.
¿Y tú?
Jesús temporero Lens
PD.- Ya son cuatro los años que podemos repasar. 2008, 2009, 2010 y 2011. ¿Cómo empezamos cada uno de ellos?