El debate del lunes: tiburones

El Debate del Lunes, que iniciamos el 11-M, lo planteamos en un tono salvaje y desmedido, rojo sangre, recordando pasajes de libros y películas.

Por ejemplo, éste:

“Vean, una vez de camino a Brasil vi que el océano de tan oscuro de sangre estaba negro y el sol se desvanecía en el cielo. Estábamos en Fortaleza y unos pocos nos pusimos a pescar. Yo fui el que pescó primero. Era un tiburón. Luego hubo otro. Y otro tiburón más. Todo el mar estaba lleno de tiburones y cada vez había más. Ya no había nada de agua. Mi tiburón se desgarró con el anzuelo y su olor, o quizá su mancha y su desangramiento enfureció al resto. Las bestias empezaron a comerse entre sí. En su enardecimiento se devoraban a sí mismas. Se sentía el afán de matar como el viento punzando en los ojos. Y se podía olfatear la muerte hediendo en la mar.”

Vamos, incluso, más allá:

“Pero en la espumosa confusión de sus combatientes invitados, los tiradores no siempre pueden dar en el blanco; y esto reveló nuevos aspectos de la increíble ferocidad de sus adversarios. Comenzaron a dar viciosas dentelladas, no a las tripas de sus compañeros, sino que, como arcos flexibles, se retorcían y mordían sus propias entrañas, hasta que parecía que una misma boca tragaba esas entrañas una y otra vez, para que volvieran a salir por la herida abierta.”

Aún así, ¡feliz semana!

(Si tal es posible)

Jesús debatiente Lens

Veamos los 11 de marzo de 2008, 2009, 2010 y 2011

Desencuentros

Llegó tarde porque, dijo, creía que habíamos quedado en el otro local y no en ese. Como nunca sé de qué humor va a estar, en vez de los típicos besos en las mejillas, le tendí la mano. Se quedó cortada.

Nos sentamos. Como íbamos con prisa, ya había pedido los entrantes, pero ella apenas picó ni el steak tartar ni el ibérico: creía haber dejado claro que, en esta ocasión, nada de carne. El vino tinto, con mucho cuerpo, ya estaba oxigenándose en el decantador.

Ella, con el arroz, pidió Barbadillo.

– ¿Y cómo es que vienes en manga corta, con el frío que hace? – me dijo mientras pelaba una gamba.

– Porque te entendí que hacía calor, esta tarde.

– ¡Anda, como la vez en que llegué empapada porque creí que dijiste que ya escampaba!

Cuando le refería El Mundo, ella entendía El País. Si comentábamos el fútbol, ella pensaba en baloncesto y cuando ella me hablaba de comidas, yo me iba a las cenas.

Mezclamos el té con el café, el azúcar con la sacarina, la ginebra con el vodka y la tónica con el limón.

A la hora de pagar, me tocaba invitar a mí. Saqué la tarjeta, pero no tenían datáfono. El efectivo lo llevaba ella.

Al salir y despedirnos, cuando yo iba a besarla, ella me detuvo alargando el brazo para darme la mano.

Sonreímos ambos.

Y quedamos en hablar. O vernos de nuevo. La semana siguiente. O el mes próximo.

Jesús Lens