Lugares que no quiero compartir con nadie

Coincido, al 100%, con mi querido Colin Bertholet: ¡nos encanta Elvira Lindo!

Es verdad que, en cenáculos intelectuales, puede no quedar bien cuando decimos que, de El País, lo que escribe Elvira es de lo que más nos gusta. Pero nos da igual no pasar por intelectuales. Su columna en la contraportada y, sobre todo, su crónica en el suplemento de los domingos, son algo sencillamente maravilloso.

Con Elvira se da la paradoja, además, de que es pareja de un peso pesado de las letras españolas, Antonio Muñoz Molina. Y, como en este país llevamos el guerracivilismo impreso en nuestro ADN, parece que tengamos que estar obligados a tomar partido: o Elvira, o Antonio; para no parecer frívolos o demodé.

Reconozco que, de Babelia, lo que nunca dejo de leer es el artículo de Antonio Muñoz Molina. Éste, por ejemplo, sobre los contadores de historias, me parece una joya absolutamente incomparable. Y, sin embargo, no puedo con sus novelas. De hecho, ya no lo intento.

Pero Elvira… ¡ay, Elvira! Qué oído tiene la condenada. Y qué talento para reproducir lo que oye y ve por ahí. Y para contar lo que le parecen las cosas y lo que piensa, más allá de etiquetas, corrección política o poses intelectuales.

Frescura. Ese es el calificativo que siempre le aplico a los artículos de Lindo. Frescura que se contrapone al espesor de otros muchos autores convencidos de que, cuanto más denso hagan un artículo, más calado y tendrá y mejor recibido será por los ¿lectores?

Para mí, que de la lucha contra el aburrimiento hago bandera, Elvira Lindo es una de las figuras que más me gusta reivindicar. Y, claro, yéndonos a Nueva York unos días, no podía dejar pasar la ocasión de leer “Lugares que no quiero compartir con nadie”, una no guía turística o de viajes que, sin embargo, resulta de lo más atractivo e interesante para cualquier persona que tenga curiosidad por una ciudad que podría ser la Capital del Mundo.

¡Todos conocemos Nueva York! Salvo algún marciano que no lea, no escuche música o no vea películas o series de televisión; todos los demás tenemos una idea de Nueva York, aunque no hayamos estado nunca allí ni tengamos el más mínimo interés o intención de cruzar el charco para conocerla.

Y justo eso es lo que hace Elvira Lindo en un libro que se devora en dos sentadas: contar “su” Nueva York. El Nueva York que ella transita, camina, sufre y disfruta. El suyo y el de nadie más. Ni siquiera el de Antonio. Porque cada uno tenemos nuestra idea, nuestra imagen, nuestro sentir neoyorquino.

Un libro, decíamos, que se lee en un pispás. Por ligero. En el mejor sentido de la expresión. Por fresco. Por alegre, divertido e ilustrativo. Y por útil. Que ya he entresacado algunas direcciones imprescindibles para la Semana Santa. Eso sí, si me cruzo con Elvira o Antonio en alguno de ellos, prometo ser absolutamente discreto y no molestar, para no provocar una discusión marital del tipo:

– Mira que te lo dije. ¡Que no descubras nuestros lugares favoritos a los extraños! Que luego vienen y nos hacen la vida imposible.

No. Palabrita de niño Jesús. Si nos cruzamos en el “Smoke”, en el Fiorello o en el Absolute Bagels, seremos muy discretos y no molestaremos.

Un libro que, por supuesto, no es solo un directorio de lugares, sino un repaso por lo que supone vivir en Nueva York para dos extranjeros. Elvira aprovecha para ajustar algunas cuentas, para hablar del Cervantes y para comentar algunos episodios controvertidos de su vida entre lo público y lo privado.

Un libro muy recomendable que, además de ser una declaración de amor a una ciudad, es una declaración de amor a una persona. Y a todo lo que la rodea.

Si quieres leer doscientas frescas, ilustrativas y divertidas páginas sobre NYC, “Lugares que no quiero compartir con nadie” es tu libro. Si te gustan los ensayos para los que, antes de leer, tienes que armarte con un cortafierros que te permita abrirte paso entre sus páginas, olvídalo.

Jesús Lens

A ver, los anteriores 20 de marzo: 2008, 2009, 2010 y 2011.

Películas que cambian la vida

Lo contábamos la semana pasada: estamos trabajando en un reportaje sobre cómo el cine influye en la vida real. Y hoy ha salido publicado en los diarios de VOCENTO. Lo podéis leer en la página 51 de IDEAL, donde Rusell Crowe y Pujol aparecen con el puño en alto.

 

Pero si lo veis AQUÍ, en la web de IDEAL, lo flipáis ya que los compis de la Multimedia han ido trufando el reportaje con algunas de las secuencias de las que hablamos, de los encendidos discursos de «Gladiator», «Patton», «Espartaco» o  «Braveheart» a momentos cumbre de «El Padrino» o «El precio del poder».

Porque hay veces en que la vida imita al arte… ¡cuéntanos! ¿Hay alguna película que haya influido especialmente en tu vida? ¿Has viajado a algún lugar, inspirado por algún filme? ¿Usas muletillas de alguna película? Seguro que, por ejemplo, el «Sayonara Baby» lo has empleado alguna vez. ¿A que sí?

 ¡Cuéntanos!

 Jesús agradecido Lens