Chano Domínguez en NYC

Hoy publicamos en IDEAL este artículo sobre música, Chano Dominguez y los grandes clubes de jazz de Nueva York… ¡Espero que os guste!

Cuando leímos que Chano Domínguez estrenaba su nuevo disco, en directo, en el Standard Jazz, no lo dudamos un instante y tiramos para allá. Puede parecer contradictorio, estar en Nueva York e irse a un club de jazz para escuchar a un pianista gaditano, pero los caminos del jazz también son inescrutables.

Hace un par de años, nuestro músico andaluz más universal se despedía de nosotros para instalarse en la Gran Manzana de la mano del sello Blue Note, por el que acababa de fichar. Le escuchamos en el Festival de Jazz de Granada, presentando su incendiario “Piano ibérico”.

“Estuvo guapo ese concierto ¿eh?”, nos decía Chano hace unos días mientras firmaba a toda prisa nuestro flamante CD de “Flamenco sketches”, la última genialidad parida por una auténtica bestia de los teclados.

¡Ya te digo, si estuvo guapo! Como guapa fue la presentación en vivo de su nuevo trabajo, en el mismo club en que lo ha grabado, en directo, pudiendo escucharse de fondo el entrechocar de los cubiertos con los platos mientras los prodigiosos dedos de Chano se deslizan sobre las teclas de su piano para homenajear uno de los discos capitales de la historia del jazz: el “A kind of blue” del trompetista Miles Davis.

El jazz, en Nueva York, es otra cosa. Bueno, el jazz y todo lo demás, son diferentes en la Gran Manzana, una de las ciudades que acumulan más tópicos por metro cuadrado, muchos de los cuáles son rigurosamente ciertos. Una ciudad que no duerme, que no descansa, radicalmente cosmopolita, que excita los sentidos cada una de las veinticuatro horas del día.

Una ciudad, sin embargo, absolutamente abierta y acogedora con el visitante. Al menos, con el visitante ocasional y temporal, porque imagino que tratar de ganarse la vida en la oficiosa Capital del Mundo no tiene que ser nada de fácil. Ahora bien, comunicativa, al máximo. Y colaboradora. Todo el mundo habla español, o lo intenta. Y te anima, aconseja, ayuda y contribuye a hacer tu estancia lo más cómoda, agradable y sencilla posible.

Y la profesionalidad. ¡Ay, la profesionalidad! Desde el taxista al recepcionista, pasando por el guía ocasional y voluntario, el transportista, el dependiente, el farmacéutico y los camareros, que se merecen un monumento. Así, no es de extrañar que, entre los más efusivos agradecimientos que Chano hace en su disco estén los dedicados al personal del Standard Jazz, uno de esos clubes en los que te sientes como en casa y en el que, para entrar, hay que bajar un puñado de escaleras jalonadas por fotografías de los más insignes músicos que allí han tocado. Y que son todos los grandes de los últimos diez años, claro.

Como ocurre en el “Blue Note”, más grande, más impresionante, más industrial; donde pudimos escuchar un prodigioso concierto del cuarteto del contrabajista Ron Carter, ¡una hora seguida tocando sin darse ni un respiro, antes de saludar al público! O en el Birdland, que teníamos a tiro de piedra de nuestro hotel y que sirve una comida cajún que quita el hipo. Y la respiración. De lo sabrosa y picante que está. El concierto de la banda de Arturo O’Farrill, residente habitual del garito, resultó correcto, pero la presentación de su nuevo trabajo del mítico batería Billy Hart, “All our reasons”, tuvo momentos hipnóticos y arrebatadores.

Si la crisis no lo impide, algunos de estos músicos estarán girando por nuestro país el próximo verano y, si la suerte nos acompaña, podrán pasar por ese imprescindible Jazz en la Costa en que Chano Domínguez se siente tan cómodo y a gusto.

Pero, si la fortuna nos resulta esquiva, siempre nos quedarán los discos. “Flamenco sketches” ya está a la venta. Y es una gozada. Atentos a la letra del tema “Blue in green”, extraída de un poema de Alberti y especialmente alabada por el crítico del New York Times tras el concierto en el Standard Jazz. Y agárrense cuando empiecen a sonar los míticos e inconfundibles acordes del “So what”, con el contrabajo, el piano y las palmas dialogando y vibrando entre sí.

Flamenco y jazz, Chano y Miles, pianos, contrabajos, clubes, comidas, mitos, sueños y realidad que cristalizan en una ciudad prodigiosa, Nueva York, cuyo recuerdo ya está indisolublemente unido a un valiente músico de Cádiz que ha hecho el mismo viaje que millones de personas antes. Y que los más osados, arrojados y decididos seguirán haciendo en los próximos años. Porque, efectivamente, Nueva York es un inmejorable ejemplo de la máxima de Paul Auster: “Lo real siempre va más allá de lo que podamos imaginar.”

Jesús Lens

Homeland

Se la esperaba con ganas. Con muchas ganas. ¡La serie del año! Premiada en Estados Unidos, bendecida y alabada por crítica y público, por fin ha desembarcado “Homeland” en nuestras pantallas y… ¡ha colmado nuestras más altas expectativas!

Al menos, con su primer episodio, denso, intenso y cargado de contenidos.

El punto de partida es tan sencillo como atractivo: un sargento del ejército norteamericano, desaparecido y dado por muerto en Oriente Medio, es súbitamente encontrado por un grupo de Marines y devuelto a casa, en loor de multitudes, incienso a santidad y madera de héroe; recibido por el mismísimo Vicepresidente de los Estados Unidos.

Pero ocho años son muchos años.

Por ejemplo, para la familia del héroe desaparecido en combate, esposa joven y fogosa y dos hijos en edad difícil. ¿Cómo encajará en casa, de vuelta, el marido desaparecido?

Pero es que, además, no es oro todo lo que reluce y la historia del héroe reencontrado puede tener más agujeros que el casco del Titanic, después de chocar con el iceberg. Y para tratar de descubrirlos, nada mejor que una analista de inteligencia tirando a neurótica, amante del jazz y sacada del campo de operaciones por su franca inestabilidad mental y decidida falta de disciplina. Una conspiranoica nata, vamos.

La duda sobre la honestidad del héroe o su posible conversión al islamismo radical y terrorista late desde el primer minuto de la serie y será el hilo conductor de una trama que promete ser absolutamente adictiva.

El guion, basado en una serie anterior de procedencia israelí, es modélico y las interpretaciones de los actores, absolutamente ajustadas y perfectas. ¡Hasta los niños están bien!

Deseando ver el resto de “Homeland”, con fundadas esperanzas de que estará a la altura de este sensacional primer episodio -y a la espera del regreso de “Mad Men” y de «Juego de tronos»- convenimos con los yanquis en que, efectivamente, estamos ante una de las grandes series de un año que, por desgracia, nos ha traído demasiadas decepciones catódicas.

Jesús Lens

PD I.- Visto el segundo episodio, la cosa me sigue gustando.

PD II.- ¿Y el 18 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Un regalo inesperado

El sábado, que llovía a cántaros, estaba yo refugiado en mi cueva, echando un Apalabrados con el Gran Rash, cuando mi impaciente amigo me urgió a terminar la partida porque tenía que ir a recoger unos tebeos.

En broma, por el chat del adictivo juego de construcción de palabras, le dije:

– ¡Cómprame alguno!

El lunes, a las 8, en lo más crudo del comienzo de la semana laboral, el Gran Rash me trajo este tebeo.

Y se empeñó en que no se lo pagara.

La semana avanza, a trancas y barrancas, con sus luces y sus sombras.

Pero cuando las cosas se tuercen, pienso que una semana que comenzó con un regalo inesperado no puede ser tan mala, ¿no?

¡Gracias Rash! (Pero esto no es óbice para que siga pensando que “clámide” es una palabra de mierda… 😉 )

Azagra, el PGB y Rick’s

Si uno de estos días me diera uno de esos ataques de nostalgia y buscara mis apuntes del BUP, el COU o de la carrera de Derecho, seguro que en un montón de aquellos folios, ya amarillos y ajados, encontraría muchas y variadas referencias al PGB.

Hace unos días, cuando Carlos Salem comenzó a leer “Café-Bar Cinema” escribía en su Facebook: “se nota que su autor ha pasado mucho tiempo en los bares”.

Y sí. Es cierto. Mucho tiempo y en muchos bares. Como en el Ríos del que hablo en la última página del libro, en “A modo de conclusión”.

O como en el Bar de Jaime, en Carchuna, al que le debo tantas y tantas cosas (inmateriales, que yo soy como los amigos de Siniestro Total y “siempre suelo pagar lo que como y lo que bebo” 😉 )

Pero no nos dispersemos y volvamos al PGB.

El Partido de la Gente del Bar.

Durante muchos años fui un lector compulsivo de El Jueves. De hecho, mi hermano y yo hacíamos porras semanales acerca de la portada que sacaría la revista que sale los miércoles.

Una de las secciones que no me perdía nunca, junto al Maki y las Historias de la Puta Mili; eran las de Carlos Azagra, siempre radikal y comprometido con la gente de la calle, con los grupos vecinales, los currantes, los trabajadores y los movimientos alternativos.

Y con la Gente del Bar.

Después, dejé de leer semanalmente El Jueves, perdiéndole la pista durante largas temporadas.

En las pocas ocasiones en que ahora lo compro, noto que han cambiado muchas cosas en esa revista. Casi tantas como han cambiado en mí, en ti, en nosotros, en vosotros y en ellos.

Menos las tiras de Carlos Azagra, que siguen siendo incisivas, comprometidas, despiertas y actuales.

Por eso, porque nos hizo creer y valorar, querer y admirar a la Gente del Bar, le dediqué con todo cariño un ejemplar de “Café-Bar Cinema” a Azagra, encontrándome con la deliciosa sorpresa de que el dibujante ha dejado colgado en mi muro del Facebook un dibujo sobre Casablanca y, por supuesto, Rick’s.

Homenaje de Carlos Azagra a "Casablanca"

Un garito, Rick’s, que está en cabeza y con una confortable distancia, en la elección del mejor garito de la historia del cine, en la encuesta que tenéis a la Derecha de vuestras pantallas, ahí mismo.

A muy sugestiva cifra de 69 votos van contabilizados cuando publicamos estas notas. ¿Hasta dónde llegaremos?

Un cariñoso abrazo a toda la Gente del Bar. Y sí. Ya estoy buscando el Carné que me hicieron en El Jueves, hace muchos, muchos años, que me acredita como miembro de pleno derecho de ese gran partido, el PGB. ¡Eso sí que sería un buen recuerdo de la juventud, un objeto de culto, como me dice mi hermano!

¡Nos vemos en los bares!

Jesús PGBista Lens

Veamos, veamos por donde transitábamos los 17 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011.

El viaje a Budapest

Lo leí, de dos sentadas, antes de salir de viaje, pero decidí dejar pasar unas semanas antes de reseñarlo.

¿Les gusta a ustedes mancharse de tinta los dedos de las manos, cuando leen el periódico? A mí sí. Es una sensación agradable. La tinta fresca es sinónimo de actualidad, por mucho que los periódicos, en los tiempos de Internet, sean algo siempre obsoleto y desfasado, aún recién salidos de la imprenta.

Tras devorar “El viaje a Budapest” me fui de viaje para comprobar si, a la vuelta, mis dedos estaban limpios o seguían impregnados del olor que su lectura les había dejado impresos. Porque, igual que los periódicos manchan, la novela de Daniel Barredo huele. Y, cuando la lees, te impregna de su olor.

¿Y saben qué les digo? Que no. Que el olor no ha desaparecido.

Lo sé, querido lector. Efectivamente, estoy soslayando la cuestión. Porque yo, al contrario que Daniel, soy un tipo pudoroso. Pacato incluso. Y por eso me resisto a hablarles de ello. Del olor.

¿Recuerdan ustedes esta entrada? Pues lean, lean, para empezar a hacerse una idea de lo que hablamos.

O, si no tienes ganas de clickear… ¡atento!

“Me puse de rodillas y empecé a lamer aquel coño monstruoso. Varias veces tuve que detener la tarea por culpa de un atasco de pelos; se notaba que el espagueti no trillaba a su mujer con frecuencia. Cuando acabé el trabajito le enseñé mi rey de bastos y se la metió en la boca tanto rato que me dio tiempo a recitar mis cinco sonetos preferidos de Miguel Hernández. Aproveché un descuido y eché unos goterones de leche sobre su vestido rojo. Se enfadó y murmuró algo sobre su marido. No dije nada; me tumbé en la cama y me quedé dormido antes de su portazo.”

Lo sé. Lo sé.

Pero esto es lo que hay.

Ahora bien, ¡confiesa! ¿A que, si tuvieras ahora mismo el libro en tu poder, te lanzarías a seguir leyendo?

Porque sí. Es verdad. La novela de Daniel Barredo, Premio Andalucía Joven de Narrativa 2011, rezuma humores y deja mancha. Y eso no es nada fácil de conseguir. Sobre todo, porque los humores permanecen y las manchas son indelebles. Es más, con el tiempo, se hacen aún más grandes, más intensas, más poderosas.

“El viaje a Budapest” es una novela fresca, valiente y libre. Anticonvencional y a contracorriente. De hecho, el autor no tiene empacho alguno en escribirla en primera persona y, además, en bautizar a su protagonista con el nombre de… ¡Daniel Barredo!

Bukowski, al menos, se inventó a un alter ego, Chinaski. Pero Daniel no lo hace y así, el realismo sucio, húmedo, agresivo y salvaje de su novela resulta aún más adherente y perdurable.

Contar de qué va “El viaje a Budapest” no sé si tiene mucho sentido. Yo lo definiría como un inmejorable ejemplo de todas esas perlas de Sabiduría de Sobrecito de Azúcar que hemos leído estos años acerca de la capacidad de adaptación del ser humano a las circunstancias cambiantes de una vida incierta.

Porque el protagonista de la novela, además de follar desaforadamente, tiene un puñado de licenciaturas en distintas disciplinas. Es un joven, aunque sobradamente preparado que, además, ni se droga ni apenas bebe e, incluso, se machaca en el gimnasio. ¡Mens sana in corpore sano!

Solo que una mente sana en un cuerpo de revista, además, tiene que comer. Y pagar un alquiler. Y eso cuesta dinero. Y las licenciaturas, los Máster y un cuerpo Danone no sirven para pagar facturas en esa especie de arcadia feliz en que vivíamos hasta que todo el tinglado se fue al carajo, el verano de 2008. Y ahora, muchísimo menos. Así que… ¡hay que ingeniárselas para comer! Y si hay que putear, se putea.

Y de eso va “El viaje a Budapest”.

Y ahora vas y la compras. Y la lees.

No.

Paso de pasarte mi ejemplar de “El viaje a Budapest”. Y no solo porque está dedicado por Daniel y no quiero arriesgarme a perderlo, sino porque, de los 15 euros que cuesta, al menos un euro y medio irán a la buchaca de su autor.

Y se lo merece.

¡Vaya si se lo merece!

Jesús Lens

Y ahora, veamos si los anteriores 16 de abril publicamos algo menos salvaje. ¡Seguro que sí! 2008, 2009, 2010 y 2011