Alejandro Gallo en Salobreña

Blogueamos la Nota de Prensa que hemos preparado sobre la presentación de esta tarde de ESTA novela. ¡Os esperamos!

Alejandro Gallo presenta en Salobreña “Asesinato en el Kremlin”, galardonada con el XIV Premio García Pavón de Narrativa Policíaca

La novela, que será presentada por el escritor Juan Madrid el viernes 11 en la librería 1616 Books de Salobreña, a las 19.30 horas, traslada al lector al San Petersburgo de los años 30, donde la resolución de un extraño crimen sirve para adentrarse en el génesis de las purgas estalinistas

Invierno de 1934. Serguéi Kirov, uno de los grandes dirigentes del Partido Comunista, es asesinado. La investigación recae en Igor Litonev, un joven y prometedor miliciano, casado y padre de un hijo. Una investigación que será cualquier cosa menos fácil…

El escritor Alejandro M. Gallo, que en sus anteriores novelas ha situado sus historias en las comarcas mineras de Asturias y León o en el Madrid de postguerra, traslada la acción de su más reciente título a la Rusia Soviética que, después de la Revolución, aún se debatía sobre el modelo de sociedad que quería para sus ciudadanos. Y que sus ciudadanos querían para ella.

“Asesinato en el Kremlin”, publicada por la editorial Rey Lear (una hermosa edición cuya portada, ilustrada por Miguel Navia, es una joya), ganó en 2011 la decimocuarta edición del Premio García Pavón de Narrativa Policíaca, uno de los más prestigiosos galardones de género negro y criminal de la literatura escrita en castellano.

Como en toda buena novela histórico-policíaca, en “Asesinato en el Kremlin”, los personajes reales se mezclan con los de ficción, pero Alejandro Gallo tiene la gran virtud de trazarlos a todos con la misma verosimilitud, con la misma humanidad. O falta de. Que ésa es otra historia.

Presentación en Salobreña

En este Mayo, un mes Negro como casi ningún otro, viniendo de unas jornadas policíacas que se celebran en Castellón y antes de recalar por Alicante, Alejandro Gallo pasa por Granada.

Y aprovecha para visitar Salobreña, el municipio costero que el pasado invierno celebró la exitosa Primera Muestra de Cine Negro en Español y que, de mano de la neonata Asociación Cultural Calibre 18680, organiza la presentación de “Asesinato en el Kremlin” en la librería 1616 International.

El presentador también será de lujo: el novelista y guionista Juan Madrid será el encargado de hablar sobre la obra de uno de esos escritores de raza que aúnan calidad, brío y ritmo narrativo con un insobornable compromiso con la verdad.

En sus novelas anteriores, Alejandro Gallo ha permitido a los lectores conocer por dentro el duro y exigente mundo de la minería o descubrir la conocida como Operación Exterminio que, en la postguerra española, acabó con miles y miles de españoles que, en las montañas, luchaban contra la Dictadura.

También ha escarbado en la Memoria Histórica, defendiendo el derecho y la dignidad de los muertos y enterrados en las cunetas de las carreteras.

El autor

Alejandro M. Gallo (Astorga, 1962) es licenciado en Filosofía, Ciencias Políticas y Ciencias de la Educación. Además de sus novelas, ha escrito numerosos ensayos sobre literatura, historia, política, religión y feminismo, ha realizado diversos trabajos de investigación y ha participado en varios libros colectivos con relatos y artículos, amén de textos especializados sobre la profesión policial. Fue oficial del Ejército y jefe de la policía local en Astorga y Langreo. Actualmente es jefe de la policía local de Gijón y profesor de la Escuela de Seguridad Pública del Principado de Asturias.

Gasto vs. Inversión

En la columna de hoy de IDEAL hablamos sobre dos conceptos cada vez más distantes y discutidos. ¿Qué piensas tú que es gasto y que es inversión? (Citamos como referencia este otro artículo, de hace unas semanas, que tiene que ver con el asunto y añadimos un interesante reportaje de El País: Trabajador cultural: un puesto cualificado, estable… y en peligro. Tiene datos y cifras muy ilustrativos.)

Toda inversión suele conllevar un gasto, pero no todo gasto es una inversión. Y ahí radica el quid de la cuestión. ¿Qué es gasto y qué es inversión? Tomemos como ejemplo los fastos del 92: mientras que los miles de millones volcados en la Barcelona olímpica han sido considerados como una inversión que transformó radicalmente la ciudad, convirtiéndola en una de las grandes capitales del siglo XXI; las partidas destinadas a la Expo sevillana distan mucho de estar tan bien consideradas, por más que la Isla de la Cartuja mantenga en uso buena parte de los pabellones de aquella memorable cita.

Al ejecutivo de Felipe González le cayeron palos por todos lados por llevar el AVE a Sevilla mientras que, ahora, dicha decisión se considera estratégica y fundamental en la modernización de Andalucía. Casi tanto como esa vilipendiada A-92 que, sin embargo, ha hecho más por vertebrar nuestra comunidad que cientos de campañas promocionales sobre el ser andaluz.

El gasto en infraestructura, por lo general, se considera inversión. Excepto en el caso de los aeropuertos para halcones y los AVES para moscas zumbonas que, sin vuelos ni pasajeros, son el ejemplo más elocuente del despilfarro, la falta de previsión y lo peor de un populismo tan rancio y provinciano que deja pequeñas promesas tan fantásticas como la de “Pitres, puerto de mar”.

Cuando hablamos de educación y cultura, sin embargo, empezamos a entrar en terrenos mucho más pantanosos. Porque, en una sociedad civilizada y del primer mundo, parecen contradictorios los pasos atrás que se están dando en materia educativa, sobre todo, al poner en la diana al profesorado en su conjunto, como si fueran un colectivo de vagos y vividores que esquilman las arcas del estado en vez de considerarlos como la piedra angular sobre la que debería basarse una sociedad de ciudadanos y profesionales bien educados y mejor formados.

Y si hablamos de cultura… ¡ay!, la cultura. Por mucho que los próceres de la cosa intentaran defender la potencialidad del binomio “industria cultural” como uno de los motores de desarrollo de nuestra comunidad, en realidad, nadie termina de creerse que la cultura sea una inversión productiva. Los libros, las revistas, los discos, los cuadros o el teatro son gasto superfluo, prescindible y hasta lujurioso. Sin entrar en el aún más espinoso tema del cine, por supuesto.

Cuando la Crisis nos ha caído a plomo, todo lo que tiene que ver con la cultura ha sido arrinconado. A fin de cuentas, la cultura exige creación y la creación es lo contrario de los recortes que se han impuesto como nueva Piedra Filosofal económico-política. Las ideas, la imaginación, las metáforas, los sueños… sobran. De la Crisis, dicen, solo se puede salir funcionando como autómatas y siendo austeros; echando horas y no gastando ni en pipas. Y a las exposiciones, los conciertos o las representaciones teatrales, ¡que vayan los turistas japoneses, tan simpáticos ellos! Y si pagan en yenes, mejor. Que del euro, ya no nos fiamos.

Jesús Lens

PD.- ¿Y el 10 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Diccionario de Nueva York

Piensa en algo ceniciento, plúmbeo y cansino hasta el hartazgo. Piensa en uno de esos momentos en que has sentido sobre tus hombros el peso íntegro del planeta tierra, con todo lo que contiene.

Piensa, sin ir más lejos, que estás en un pueblo de la meseta castellana, un domingo de mitad de agosto, a las cinco de la tarde, a pleno sol y sin nada que hacer.

Pues siento mucho decirlo, pero cada vez que cogía en mis manos el “Diccionario de Nueva York” de Alfonso Armada, me sentía un poco así.

Antes de viajar a Nueva York, hace unas semanas, aproveché para ver algunas películas y leer determinados libros con la Gran Manzana como protagonista. Ya comentamos el gozo y la felicidad de leer lo último de Elvira Lindo, por ejemplo. Y aunque he esperado un tiempo, dejándolo reposar, llega el momento de ajustar cuentas con este Diccionario de Nueva York, publicado por Ediciones Península.

Que el 11-S marcó un antes y un después en nuestra vida está claro. Que el impacto, en Estados Unidos en general y en Nueva York en particular, tuvo que ser absolutamente brutal y desolador tampoco admitirá ninguna duda.

Pero que Alfonso Armada trufe buena parte de las entradas que componen este Diccionario con la ausencia de las Torres, convierte su lectura, por momentos, en algo insoportable.

A ver. Que Alfonso Armada es un titán escribiendo, no admite discusión. Y que es un periodista de raza, curtido y fogueado; tampoco. Que tiene una cultura tan vasta como enciclopédica es una verdad del tamaño de una catedral gótica. Y que su correspondencia con Sánchez-Terán entre África y Nueva York en el suplemento de periódicos como IDEAL era absolutamente imprescindible; tampoco puede haber nadie que ose dudarlo.

Pero este Diccionario de la ciudad de los rascacielos, aún con momentos deslumbrantes, mayormente da mucha pena. Pena, no en el sentido irónico o lastimero del término, sino en el tradicional del diccionario de la lengua, en su segunda acepción: “aflicción, tristeza”.

Hondas, profundas, terribles y destrozadoras. Aflicción, pena, tristeza y desconsuelo.

Un libro es, por supuesto, de su autor. Y “Diccionario de Nueva York” es un gran libro. El libro de Alfonso Armada. Pero no puedo hacerlo mío, como lector.

No quiero.

Al menos, no ahora.

En mi viaje a Nueva York buscaba mitología. Y la he encontrado. A raudales. Es cierto que estuvimos en la Zona Cero y en el Memorial que recuerda a los 3.000 muertos de las Torres Gemelas. Y que imponen e impactan.

Pero Nueva York es otro montón de cosas. Y ésas eran las que yo quería disfrutar, vivir y experimentar.

Justo en el avión, volando hacia la Gran Manzana, leí el texto de un articulista español allí radicado y que hablaba de la hostilidad de la ciudad y la frialdad de sus habitantes. Que, incluso, había personas que daban pequeños golpes de forma voluntaria a los pasajeros del metro o del autobús para tener la ocasión de disculparse y entablar contacto humano con sus semejantes.

¡Por favor!

Sean falsas, sean ensayadas o sean interesadas, Nueva York está repleta de buenas palabras, sonrisas y expresiones de ánimo. ¿Silencio y hostilidad? ¡Menos cuentos, Caperucito!

Lo siento, pero no. Mi Nueva York, en estos días como turista, ni ha sido hostil ni se me ha mostrado angustiosa y pesarosa; triste y hundida.

Quizá, en otro momento, en otro contexto, habría disfrutado de la dimensión humana, casi espiritual, del “Diccionario en Nueva York” de Armada. Sin embargo y en los derechos que me amparan como lector, proclamo que buscaba leer una versión española de “Nueva York era una fiesta” y, en este libro, no lo encontré.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

A ver en anteriores 9 de mayo… 2008, 2009, 2010 y 2011

Asesinato en el Kremlin

¡Volvemos a las andadas! Y seguimos colaborando con webs hermanas, como Calibre 38, en este caso, para reseñar la nueva novela de Alejandro Gallo, «Asesinato en el Kremlin» y que podéis leer AQUÍ.

Además, aviso importante: ¡Alejandro Gallo (del que tanto hemos hablado y al que tanto apreciamos) estará con nosotros, el próximo viernes a las 19.30, compartiendo un rato de charla y tertulia en Salobreña, en la Librería 1616 Books, presentado por Juan Madrid!

Yo, desde luego, voy a hacer todo lo posible por no perdérmelo. ¿Y tú?

Jesús gallito Lens

PD.- Veamos los 8 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011, en qué estábamos.