Brave

Hace no excesivo tiempo, surgió en el mundo del cine una revolución que, como un vendaval, alteró nuestra percepción de lo que podían ser las películas animadas. Pixar fue como un huracán que, a través de títulos como “Wall E”, “Toy Story”, “Ratatouille” o “Up”, hicieron que los mejores momentos del año, cinematográficamente hablando, los pasáramos viendo dibujos animados, embobados frente a una pantalla convertida en un fastuoso lienzo en el todo era posible.

No era solo que las imágenes fueran absolutamente perfectas, es que los personajes y sus historias eran memorables, sus diálogos eran gloriosos y los guiones, prodigiosos. Creo que pocas veces he utilizado tantos superlativos como los vertidos en mis reseñas sobre aquellas películas.

El año pasado falté a mi cita veraniega con Pixar. Estuve varias semanas perdido por Sudamérica y, a la vuelta, no hice excesivos esfuerzos por ver la segunda parte de “Cars”, que ya me había de lo más flojo de la factoría. Además, lo que había leído sobre ella no me hacía concebir demasiadas esperanzas y no quería llevarme ninguna decepción.

Tras las noticias, primeras fotos y el tráiler de “Brave”, llegamos a nuestra cita pixariana de este verano del 2012. La verdad sea dicha, lo (poco) que habíamos leído sobre la historia de Mérida, una pelirroja princesa celta de la Escocia medieval; no era muy prometedor. Pero ni por asomo me esperaba que la película me resultara tan, tan, tan decepcionante.

A ver, técnicamente, “Brave” es una joya. Cada detalle, cada gesto, cada paisaje y cada retrato son perfectos. Desde el punto de vista de la animación, momentos como la escalada de Mérida hasta las cascadas o la secuencia de su larga cabalgada disparando flechas son una gozada. Pero ya está. Destellos. Pirotecnia. Fuegos artificiales. Como los que sirven a la Disney, al principio de la película, para proclamar desde su castillo encantado que lo han conseguido, que han reconducido a los díscolos chicos de Pixar a los territorios más tradicionales de las historias animadas: reyes y princesas, conjuros mágicos, pruebas de superación y aquí todos felices, comiendo perdices.

Así, el argumento de “Brave” es el que podría inventar una criaturica de diez años a la que le pidieran que escribiera un cuento como trabajo de fin de curso. Desde que empieza la película puedes imaginar todo lo que va a pasar, anticipando cada página de un libreto que nos sabemos de memoria, variaciones de un mismo tema, tomadas de dos en dos. ¿Dónde está la magia? ¿Y la poesía? ¿Dónde ha quedado el revolucionario genio y chispeante ingenio de anteriores producciones de Pixar? Porque el chiste del “por qué no te callas”, a propósito de un rey obsesionado con matar a un oso… no es marca de la casa, precisamente.

Quizá, la marca de la casa queda para pequeñas piezas como esa “La Luna” que, a modo de aperitivo o tapa, deja mucho mejor sabor de boca que el supuesto plato principal de un menú que se ha relajado en exceso y se ha hecho previsible, aburrido, reiterativo y poco apetitoso. Y lo peor es que el tráiler de la segunda parte de “Monstruos S.A.”, la siguiente entrega de Pixar, tampoco es que me haya entusiasmado, precisamente.

Lo que se dice una pena, vamos.

Jesús Lens

Vamos llegando al final de agosto. ¡Y hemos cumplido con el reto de los aPostados! O, al menos, esperamos culminarlo. Aquí, los 29 anteriores. Se dice pronto…

¿Y el 20 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Actitudes: ¿pollo o tortilla?

El muro de Facebook de mi querido y admirado Colin Bertholet es una gozada y siempre invita, además de a la extática contemplación de sus Garabatos Digitales y otras ocurrencias, a la reflexión.

Por ejemplo, a partir de esta imagen:

¡Me encanta! Se puede decir tanto con tan poco… Y, entonces, surge la pregunta: ¿qué diferencia a un huevo que acaba siendo tortilla de otro que termina alumbrando a un pollito?

Lo sé. lo sé. Además de una explicación puramente científica…

Jesús preguntón Lens