¡Estrellados!

Atentos a esta imagen.

Lo que ahí aparece es, en realidad, un ejercicio de voracidad extrema, un ejemplo astronómico de Saturno devorando a sus hijos.

Esa imagen muestra el momento en que una vieja estrella, en concreto la “BD 48 740”, devora a uno de los planetas que giraban en su órbita.

Parece ser que eso es lo que ocurre cuando las estrellas entran en fase “gigante roja”. Esto es, cuando envejecen.

Y, podéis pensar, ¿qué nos importa todo esto?

Pues importa. Y mucho. Poque, cuando el sol se haga mayor y empiece a tener achaques, cuando el Astro Rey se convierta, él mismo, en una Gigante Roja… ¿sabéis a qué planeta acabará por tragarse?

Efectivamente.

Así que, la ilustración que sigue, como la fotografía de antes, muestra cómo será nuestra muerte y destrucción. El The End. El final. Total y Absoluto.

El hecho de que queden unos 5.000 millones de años, más o menos, para que dicho evento se produzca, a mí no me tranquiliza. Pero que nada de nada.

Porque si hay algo que nos ha demostrado la BD 48 740 es que las viejas estrellas, al contrario que los viejos rockeros, sí que mueren. Y que las muy cabronas, se llevan por delante todo lo que pillan.

Que las estrellas, sobre todo si están muy endiosadas, no tienen miramiento ni compasión.

Así que, ojito con ellas. Con las estrellitas. Que brillarán y lucirán allá arriba. Pero que, cuando caen, lo hacen con todo el equipo.

Aviso para navegantes.

Eso sí: dentro de cinco mil millones de años, todos calvos.

Jesús sideral Lens

¡Traza una línea roja!

¿Dónde trazarías tú una línea roja, ahora que está tan moda dicha noble actividad?

Ya sabemos que, cuando algún preboste traza una línea roja infranqueable es como cuando el presidente de un club de fútbol confirma a un entrenador en el banquillo tras una racha de malos resultados… Quizá por eso, Terence Malick bautizó a sí a su famosa película:

El subtítulo no es baladí...

Pensemos en qué línea roja trazaríamos, cada uno, si pudiéramos.

Por mi parte, la trazaría en los recortes a la cultura, en tiempos de crisis. Sé que para mucha gente, la cultura sigue siendo algo superfluo, caprichoso y hasta lujoso. Pero yo no estoy de acuerdo.

Y siempre que surge esta discusión, pongo como ejemplo a Guillermo Cabrera Infante: “En mi pueblo, cuando éramos niños, mi madre nos preguntaba a mi hermano y a mí si preferíamos ir al cine o a comer con una frase festiva: ¿Cine o sardina? Nunca escogimos la sardina”.

Hoy, como aPostado, recomendamos el libro de Cabrera Infante que, hablando de cine y partiendo de las películas, habla y reflexiona sobre todo lo demás.

La vida, o sea.

¡Que la Crisis no aplaste tus ilusiones!

Ahora, te toca: ¿Dónde trazarías una línea roja (teóricamente) infranqueable?

Jesús Lens

Los anteriores 21 aPostados de agosto, desde aquí.

Y, lo blogueado anteriores 22 de agosto (de haberlo): 2008, 2009, 2010 y 2011.

Graceland

Vamos a aPostas, pero sin razones. Hoy hay para darle a la materia gris con «La herencia de Bobdil», que publicamos en IDEAL. Pero si nos siguen habitualmente, nos creen y confían, háganos caso.

Porque después de ver esta película…

… no es que tenga ganas, es que tengo la compulsiva, materialista, espiritual y ansiosa necesidad de tener esto:

Ni que decir tiene que ya lo he encargado…

Jesús simonado Lens

¿Y los 20 aPostados anteriores de agosto? Enlazar desde aquí.

¿Y los 21 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011?

La herencia de Boabdil

Vamos con el artículo que publicamos hoy en IDEAL, que arranca con una de esas frases célebres que, más bien, parecen una sentencia y que enlazaría con el final de este otro artículo, sobre las Alhambra. Ya sabéis, las Especiales, Las Milno, etc.…

– ¡Llora como mujer lo que no supiste defender como un hombre!

Cuenta la leyenda que eso fue lo que le espetó su simpática madre al pobre Boabdil, cuando este echó la vista atrás y se despidió de Granada con un suspiro que parece haber sido más contagioso y determinante para esta ciudad que las mismísimas siete plagas de Egipto para el país de los faraones.

Boabdil, lloroso, mira atrás y parece echarle una maldición a Granada

Dejando al margen el sexismo, políticamente incorrecto, de la legendaria maldición de la arpía de Aixa, bien es cierto que Granada se ha acostumbrado precisamente a eso: a llorar, patalear y berrear; más que a defender y luchar por aquello que considera justo y necesario. Sería cansino, ocioso y reiterativo hacer un repaso, por somero que fuera, de las afrentas cometidas, las promesas incumplidas y los proyectos inconclusos en esta tierra y cuya mera enunciación hace que, a cualquier granadino, se le abran las carnes. Bueno, al menos, a cualquier granadino políticamente inorgánico, claro.

“¡Más sudor y menos lágrimas!” Al partido que se presente a las próximas elecciones municipales con un lema parecido a ese, le voto. Sobre todo si, para la alcaldía, propone a una mujer. Las mujeres, por lo general, son mucho más sufridoras que los hombres y están más acostumbradas a apretar los dientes y tirar para adelante, contra viento y marea. Además, son capaces de conciliar intereses distintos y de lidiar con muchas y muy diferentes situaciones a la vez.

 

Yes, she can

Empieza a ser imprescindible un movimiento civil que, más allá de criticar, censurar y repudiar todo lo (mucho) que no está bien en Granada; aporte ideas constructivas, factibles y ejecutables. Y, además, que sea capaz de buscar y conseguir los medios, el compromiso, la energía y la capacidad de trabajo para ponerlas en marcha y ejecutarlas. Porque la reflexión, sin acción, es como el toreo de salón, los partidos de pretemporada o los primeros borradores, apuntes y bocetos: necesarios, pero inútiles si no terminan desembocando en una vuelta al ruedo, un título de Liga o un cuadro expuesto.

Si algo está demostrando esta honda crisis es que, quién algo quiere, algo le cuesta. No suelo ser muy refranero, pero hay verdades de la sabiduría ancestral que conviene recordar, reivindicar y ejecutar. Sobre todo, cuando las hemos olvidado, contravenido y violado, con total impunidad.

¡Se acabó el gratis total! Y eso, en la tierra del chaviquismo, resulta especialmente doloroso. ¡No más lágrimas por las subvenciones desaparecidas, los patrocinios perdidos, las ayudas congeladas y los convenios olvidados! Es hora de trabajar por lo que creemos justo y necesario. Toca poner en marcha ideas, iniciativas y proyectos personales, familiares y comunitarios. Dinero hay poco, es cierto. Sin embargo, tiempo, ganas, tecnología, imaginación, compromiso, fuerza y energía no deberían faltar.

Aprovechemos la crisis para enterrar, de una vez por todas, la pesada, plañidera y paralizante herencia de Boabdil y su madre. ¡Ya va siendo hora!

Jesús Lens