Emiliano Monge, David Hernández Sevillano y Daniel Blanco, galardonados con los Premios Literarios Jaén 2012

Esta mañana se han fallado los Premios Literarios Jaén que convocamos en CajaGRANADA. ¡Y ya ardo por leer las obras premiadas!

En la modalidad de novela, premio dotado con 24.000 euros y al que han concurrido 286 manuscritos, el jurado, después de examinar las tres obras que quedaron finalistas, ha acordado por mayoría proclamar ganadora la obra titulada “El cielo árido”, del autor Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978). Emiliano Monge es escritor y politólogo, y autor de otros títulos como “Arrastrar esa sombra” o “Morirse de memoria”.

Sobre “Cielo árido”, el jurado ha destacado “la admirable arquitectura de una novela honda y compleja que indaga en los entresijos del tiempo, la violencia en un escenario rural mejicano y la condena de la conciencia a través de las generaciones”.

El Jurado de Novela ha destacado la calidad de los 286 manuscritos presentados y lo difícil que ha resultado la elección. En este sentido, han comentado el indiscutible valor de otras obras como “Hora violeta”, aconsejando a la Editorial su publicación.

El jurado de poesía, en sucesivas deliberaciones y votaciones, fue seleccionando los mejores manuscritos hasta que en la última votación eligió, por mayoría, la obra titulada “Anonimario”, de David Hernández Sevillano, (Segovia, 1977). Esta modalidad está dotada con 15.000 euros y al mismo han concurrido 184 originales.

En su trayectoria, el autor segoviano, ha sido distinguido con otras galardones como el XXV Premio de Poesía Hiperión, con su poemario “El peso que nos une”; o el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández para menores de 35 años, por “Razones de más”; el XXIV Premio de Poesía Villa de Benasque, por “Suma de azares”; y el II Premio José María de Los Santos, por “Uno y uno no es dos frente al espejo”.

El jurado subraya su gran calidad literaria, siendo un libro muy bien trabajado, con una estructura unitaria muy bien definida y que aporta, con frescura, la visión subjetiva de una serie de personajes anónimos con los que acierta a describir sus emociones y con los que se identifica plenamente.

En la categoría de Narrativa Juvenil, dotado con 15.000 euros y en la que se presentaron 95 obras, después de examinar las tres finalistas, el jurado ha acordado, por mayoría, proclamar ganadora la obra titulada “El hijo del boticario”, de Daniel Blanco (Moguer, 1978), escritor y periodista especializado en política y sociedad, en medios como El Correo de Andalucía. El joven escritor onubense, ha sido distinguido en otros certámenes como el de poesía infantil ‘Versos en Nubes’, de la Ciudad de León, y otro de prosa por la Universidad de Sevilla.

El jurado ha valorado que la trama es coherente y que mantiene el interés hasta el final. Una historia de amor entrañable con personajes que consiguen despertar la empatía del lector. Destaca, asimismo, la capacidad de su autor o autora para combinar el humor y la simpatía con momentos de tensión dramática.

Los jurados

Los jurados de las tres modalidades han tenido que realizar una ardua labor en esta edición, ya que se han presentado un total de 523 manuscritos. El jurado de la modalidad de Novela, integrado por Rodrigo Fresán Mastrorilli, Andreu Jaime Enseñat y Marcos Giralt Torrente; estuvo presidido por Javier Argüello Mora y Araujo, licenciado en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y autor consagrado.

El poeta y catedrático de literatura inglesa y norteamericana de la Universidad de Córdoba, Bernd Dietz Guerrero, ha presidido el jurado de Poesía, del que forman parten autores y especialistas como Francisco Castaño Clavero, Manuel García García y Jesús Munárriz Peralta. En la modalidad de Narrativa Juvenil, por su parte, ha presidido el jurado la editora Teresa Petit Cibiriain. Junto a ella, han estado Juan Santiago García Clairac, José Antonio Cotrina Gómez y Laura Gallego García.

Jesús Lens

Veamos los 21 de septiembre de 2008, 2009, 2010 y 2011

Servilletero

Una columna, la de hoy de IDEAL, que tiene una clara y obvia dedicatoria…

Es una de las grandes herencias de mi padre. El servilletero. De las herencias inmateriales, quiero decir. Y hacía tiempo que no me acordaba de ella hasta que, hace unas semanas, charlando con Jesús Vigorra, se me vino a la mente.

También me lo recordó la lectura de un magistral artículo de Antonio Muñoz Molina titulado “Ese chispazo” y que comenzaba así: “De pronto hay algo donde antes no había nada”. El chispazo que provoca ese algo es, por supuesto, la inspiración. Y la inspiración, sabido es, nos encuentra en el momento y en el lugar más insospechado y, quizá, el más inconveniente.

Como en la barra de un bar, por ejemplo.

Y ahí es donde el servilletero juega un papel determinante en nuestra vida. ¿Cuántas ideas magistrales no habrán sido esbozadas, antes de ser desarrolladas y pulidas, en ese humilde cuadrado de papel casi transparente que es una servilleta? Por eso me atrevería a afirmar que en el mundo hay dos tipos de personas: el servilletero y los demás.

El servilletero, como por ejemplo mi padre, es ese tipo de gente que anota sus ideas, ocurrencias e inspiraciones en el primer papel que tiene a mano. Y que, en los bares y en los cafés, son las servilletas, por supuesto.

No hay libreta, iPhone, Blackberry o agenda que se puedan comparar a una dirección, al título de un libro o al nombre de su autor manuscrito en una servilleta. Una película que hay que encontrar, sí o también. O el título de una canción. O un pequeño y familiar restaurante de visita obligada en un hipotético viaje futuro. ¡Las ideas más grandes y los más prodigiosos descubrimientos encuentran cabida en el más humilde de los papeles!

Los artistas harán bocetos en ellas, los poetas trazarán palabras sueltas que, después, se convertirán en versos y los cuentistas anotarán lo que podría ser el prodigioso inicio de un relato o el más sorprendente de los desenlaces.

Porque, si bien es cierto que la inspiración nos puede encontrar en cualquier sitio (a mí suele asaltarme cuando voy corriendo, por ejemplo), los buenos bares y los cafés más atractivos; sus barras, mesas, sillas y banquetas parecen tener una magia especial, convirtiéndose en el mejor imán para las musas.

Las servilletas son pasaporte para la aventura, invitación a los sueños y, a la vez, un recordatorio tan fiable y efímero como nuestra propia memoria. ¡Qué sensación, encontrar entre las páginas de un libro o en el bolsillo de una chaqueta una vieja servilleta anotada! ¿Leeríamos finalmente aquel libro? ¿Cenaríamos en aquella taberna? ¿Veríamos la película o encontraríamos el disco?

En realidad, no importa. Cuando escribes algo en una servilla, ya le estás dando vida, anticipando el placer de su uso y disfrute. Porque los servilleteros tenemos una especie de síndrome de Diogénes soñador, creativo y descubridor que tratamos de atrapar y fijar en un sencillo pedacito de papel.

Jesús Lens

Dejarse llevar

Me gusta esta imagen. ¿Habrán remado por encima de sus posibilidades estos aguerridos muchachos? O será que se han dejado llevar por la algarabía provocada por la gran catarata… ¿Quizás se han ebmarcado en una quimera demasiado ambiciosa? O, lo mismo, es que sencillamente se dejaron llevar por la corriente hasta un punto excesivamente peligroso. Lo que conocemos como el punto de no retorno.

Así las cosas, la pregunta no es tanto cómo hemos llegado hasta aquí, sino qué hacemos para remontar la corriente y no terminar por precipitarnos al abismo. Salvo que nos gusten las emociones fuertes, claro. Que tampoco habría que descartarlo, viendo determinadas actitudes.

 

Jesús gráfico Lens

Y, sin embargo…

… me gusta.

Me gusta tener las piernas acalambradas y masacradas por las agujetas. Me gusta llevar dos días lo que se dice hecho pedazos. Literalmente.

Contábamos aquí lo de la Media Maratón del Melocotón. Hoy, todavía no puedo andar ni medio bien. Y de correr… ni pensarlo. Pero estoy contento. Una carrera como esta te hace sentir vivo. Y te demuestra que, en realidad, 21 kilómetros no son nada. Aunque pueden serlo todo.

Jesús OK Lens