Su tranquilidad, su única tranquilidad, era que todo aquello, ni iba con ellos ni podía ya afectarles.
Tras una vida entera luchando, se habían ganado un más que merecido descanso, por lo que no se sentían en absoluto concernidos ni por la crisis ni por sus efectos más perversos. A ellos, felizmente, ya no les asustaban ni el paro ni los recortes, ni las bajadas de salario ni los incrementos de la jornada laboral.
Se sentían confortablemente a gusto, asegurado su retiro. Tranquilos, por fin.
Una mañana, les despertó un ruido extraño, amenazante, al poco de amanecer. Y, sin que pudieran oponer resistencia, esa misma noche habían dado con sus huesos en una triste, fría y anónima fosa común: sus descendientes ya no tenían ni para pagar el recibo del nicho familiar.
Las ciudades con historia suelen ser, por lo general, ciudades con historias. Por ejemplo, La Laguna, en Tenerife; una ciudad cuyo hermoso casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad, para deleite de turistas, viajeros y visitantes. Pero, también y en ocasiones puntuales, para horror de los vecinos, sobre todo, cuando tienen que emprender algún tipo de obra o reparación en sus preciosas casas.
Por eso, cuando unos obreros se dan de bruces con lo que parece una cripta, en el subsuelo de La Laguna, no se extrañan excesivamente. Cuando comprueban que en su interior hay un amasijo revuelto de antiquísimos restos humanos, amontonados sin orden y concierto; la cosa cambia. Y se complica. Sobre todo, porque no hace mucho tiempo que en La Laguna ha aparecido una persona muerta, aunque ésta a ras de tierra; asesinada y con la cabellera cortada. Y, lo que es peor, porque una mujer está a punto de ser asaltada y muerta, siguiendo el mismo patrón criminal en lo referente al cuero cabelludo.
Ni que decir tiene que la vida del inspector Galán, de la policía tinerfeña, está a punto de complicarse. Y la de Morales, su segundo. Y la de Olga, una investigadora de la cultura guanche, experta en enterramientos, a la que llaman para que dé su opinión profesional acerca del siniestro osario recién descubierto.
Aunque, para complicaciones, las que llegarán cuando una jovencita, descarada y maliciosa periodista de uno de los diarios locales empiece a publicar información caliente sobre la posibilidad de que haya un asesino en serie actuando en la localidad. ¡Menos mal que Galán cuenta con buenos aliados, como ese inefable inspector Luis Ariosto! Inefable y paradigmático porque, si bien es cierto que es inspector, no lo es menos que lo es… pero inspector de Hacienda. Y que su participación en la investigación le da a la misma el necesario toque de frescura y surrealismo que precisa.
A través de diferentes tramas argumentales y protagonizada por personajes muy distintos, que incluyen a las deliciosas, nobles y vetustas tías de Ariosto; la novela de Mariano Gambín es de esas escritas pie a tierra, impregnadas de un aroma local que las hace creíbles para el lector. Personajes con enjundia, a los que nos gusta acompañar en sus correrías y por cuya suerte somos capaces de sufrir varios sobresaltos a lo largo de la narración.
Y está, después, la vida intramuros. Lo que pasa dentro de una catedral, en el interior de una casa que debería estar vacía o, incluso, lo que ocurre en el subsuelo de una ciudad interior, excavada bajo tierra. Porque en esta sociedad supuestamente transparente y Gran-Hermanada, sigue habiendo muchos secretos. Y disimulos. Y suplantaciones. Y enigmas. En una sociedad que trata de hacer tabla rasa con el pasado, el peso de la historia puede servir para resolver varios crímenes. Y para evitar algunos otros.
Porque la realidad, además de ahí fuera; está ahí dentro: en los archivos, en los viejos legajos, en las hemerotecas. La verdad está en los libros, como Galán, Ariosto y los demás protagonistas de “Ira Dei” nos demuestran.
“Lo imposible” está arrasando en taquilla, batiendo récords y cosechando aplausos, loas y parabienes de (casi) todo el que la ve.
Así las cosas y tras tres fines de semana abarrotando las salas más grandes que imaginarse pueda, toca responder a una pregunta: ¿es para tanto?
Me vais a perdonar si os parezco un pedante, un marisabidillo o un snob que va contra la corriente, pero la respuesta es…
¡NO!
Y eso no quiere decir, ni mucho menos, que sea una mala película. O que no me gustara. Pero, sinceramente, si no fuera porque estamos en lo más hondo de una crisis devastadora que, sin embargo, aún no ha tocado fondo; creo que “Lo imposible” no estaría siendo el fenómeno que es.
La película, que cuenta las vicisitudes de una familia española en la Tailandia arrasada por el tsunami de la Navidad de 2004, sitúa al espectador frente a una pesadilla mucho más espantosa que la provocada por el paro, la crisis y los activos tóxicos. Una tragedia devastadora que segó la vida de 200.000 personas que se encontraban en un lugar muy parecido al paraíso terrenal.
Una pesadilla que llega de improviso. Sin avisar. Como una maldición bíblica que lo arrasa todo a su paso; una ola gigante proveniente del interior del océano convierte en peleles a las miles y miles de personas que encuentra a su paso, arrastrando tras de sí no solo a sus cuerpos desmadejados e indefensos, sino también a los árboles, barcos, coches y cualquier cosa que no estuviera bien anclada en el suelo, por grande que pudiera parecer.
Ni que decir tiene que las secuencias del tsunami son espectaculares y que solo los quince o veinte minutos en que el agua desatada tiene el protagonismo ya hacen que merezca la pena pasar por taquilla. Para ver la película en una buena pantalla, claro. Una de esas pantallas gigantes que dan al cine espectáculo todo su sentido.
Porque el resto de la historia, la verdad, no raya a la misma altura. Superación, capacidad de aguante, resistencia, solidaridad, fuerza, coraje y ganas de vivir. Mensajes positivistas que llaman a la no rendición, a seguir luchando aun en las peores situaciones, por mucho que la lógica invite a abandonar.
Autoayuda a raudales y cantidad de secuencias muy apropiadas para la sección de psicología de los suplementos dominicales de los periódicos. Y, por supuesto, momentos lacrimógenos tan previsibles como inevitables.
Pero, por encima de que “Lo imposible” me haya gustado más o menos, sí estoy feliz por el hecho de que una película española esté arrasando y sea la comidilla en todas las charlas y tertulias del momento. Una película producida por gente de aquí, que apostó por un proyecto grande, multinacional, rodado en inglés, orientado a un mercado mundial, protagonizado por estrellas del calibre de Naomi Watts o Ewan McGregor y dirigido por un director español joven, pero sobradamente preparado: Juan Antonio Bayona. Un marketing excelente, una programación en festivales fabulosa… todo lo que rodea a “Lo imposible” muestra talento, inteligencia y gusto por las cosas bien hechas.
Cuando el gobierno del PP ha mandado un misil de largo alcance y brutal potencia destructiva contra la cultura española, el cine responde tomando la cartelera con películas como “Lo imposible”, la maravillosa “Blancanieves” de la que hablábamos hace unos días y la no menos estupenda “El artista y la modelo”, de la que no tardaremos en hablar, pero que debes ver, mejor antes que después.
Y tampoco tardaremos en hablar sobre el absurdo e irracional sistema de exhibición vigente en España y una política de precios que resulta tan vergonzante como abstrusa e irracional. Pero será otro día. Ahora nos quedamos con el devastador paso de “Lo imposible” por las pantallas españolas.
Un ejemplo de que otro cine también es posible. En España. Aquí y ahora.
Jesús imposibilitado Lens
PD.- De mareos, lipotimias, angustias y desmayos varios… ¡Paparruchas! Nada de nada. Sandeces que se inventan algunos listillos para darse pisto. Ni caso.
Ahora, a ver los anteriores 29 de octubre: 2008, 2009, 2010 y 2011
(*) Con estas zapas, me queda por hacer la Media Maratón de Granada, el próximo domingo. Y ya, solo para los días de lluvia. Es curioso. El pasado viernes hice los peores parciales en mucho tiempo. Lo contábamos en este «Date la vuelta» más relacionado con la vida y las actitudes que con el correr. Si es que hay diferencias…
Hoy, en Santa Fe, me ha salido una carrera excelente, todos los kilómetros claramente por debajo de los 5 minutos. ¡Lo que cambia el cuento! Pero debemos insistir: lo importante es correr. Hoy comencé de los últimos. Y eso, en un colectivo de unos 1.200 corredores, se nota. Aun así, fuimos adelantando gente, saludando a amigos y marcando buenos kilómetros. ¡Eso es lo que importa! Y lo que nos gusta. Una mañana de tiempo excepcional y un ambiente inmejorable. Un recorrido con algunas pegas, pero muy rápido. Y, una vez más, una organización cada vez mejor.
Además, los compañeros de Diputación no paran y ya están inventando nuevas historias, retos, iniciativas y convocatorias. ¡Me encanta ese espíritu y esa actitud!
Ya falta menos para la edición 26. Y en siete días, la Media de Granada. ¡A ver qué tal nos sale!