Café-Bar Cinema en Peligros

Amigos, lectores, seguidores y pateadores del mundo varios: hoy sábado, a la taurina hora de las cinco de la tarde, desafiando la lluvia, el frío y la terrible modorra propia del día y la hora, hablaremos de cine, bares y terror en el Teatro Pablo Neruda del pueblo de Peligros, en el marco de la IV Edición de su Festival de Cine de Terror.

 

Habrá libros de «Café-Bar Cinema» para comprar y firmar y tiempo y ganas para charlar.

¡Os espero!

Jesús terrorífico Lens

Veamos en anteriores 27 de octubre: 2008, 2009, 2010 y 2011 

Sin vuelta atrás

Esta ha sido una semana dura, complicada, exigente y rebosante de sinsabores. Una semana de ansiedad y nervios, de poco dormir y de mucho cansancio.

Aun así, salí a correr.

Y mira que el cielo amenazaba lluvia, gris plomizo, las nubes cargadas de agua.

En realidad, salí pensando en darme pronto la vuelta, sin cumplimentar ninguno de mis recorridos habituales. ¡Ni el más corto, el de 12 kilómetros!

Y lo tuve más claro aún cuando empecé un suave trotecillo y las rodillas y los tobillos me recordaron la paliza que les dí el pasado miércoles, jugando al baloncesto.

Cuando llevaba dos o tres kilómetros, con el resuello perdido y unos parciales horripilantes, pensé que aquello era absurdo. Hacía frío, no cogía un ritmo ni medio digno y todos los pensamientos que me cruzaban por la mente parecían teñidos del ambiente hostil de este mediodía.

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Al llegar al kilómetro cinco, donde los senderos empiezan a estrecharse e introducirse en el bosque, sí que estuve realmente a punto de volverme: me iba a llenar las zapatillas de barro y a meterme en todos los charcos habidos y por haber. Además, había empezado a chispear.

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Llegué al kilómetro seis, donde los senderos se bifurcan y el límite de mi recorrido corto. Creo que nunca había tardado tanto en llegar hasta allí.

Inicié el regreso.

Un par de cuestecillas me volvieron a cortar el resuello e hicieron crujir las rodillas, al bajar, con especial saña.

Y volvió el runrún a la cabeza:

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Fue entonces cuando reparé en aquel absurdo: ya no cabía darse la vuelta. Era imposible. Una vez alcanzado aquel punto, pensar en darse la vuelta carecía de toda lógica o sentido.

Ya que estaba volviendo, solo me quedaba una solución: apretar los dientes y cumplimentar el recorrido de la forma menos lesiva posible.

Al no caber la opción de darme la vuelta, me sentí liberado de aquella estúpida presión autoimpuesta en la primera mitad del recorrido. Y apreté el paso. No mucho, claro. Seguía teniendo los músculos cargados y el cuerpo cansado. Pero empecé a pensar en la comida, en la ducha y en la siesta. Volví a perder el resuello.

Claro que podría haberme parado y haber empezado a caminar, pero eso no haría sino alargar la vuelta a casa y era mejor seguir trotando. Es lo que siempre he hecho y lo que se me da mejor. ¡Jamás me he parado en mitad de una carrera, por cansado que estuviera, para ir andando! ¡Ni en la agónica Maratón de Sevilla, con la pierna izquierda cascada desde el kilómetro 25!

No iba a empezar hoy…

También habría podido salir a la carretera para tratar de que alguien me llevara. De hecho, había empezado a llover de verdad. Pero no me apetecía. Había salido a correr y volvería a casa corriendo. O al trote. Aunque fuera arrastrándome. Ni iba a tomar atajos ni me iba a rendir, por mucho que hiciera frío y que estuviera empapado. Y exhausto. Por mucho que la única recompensa, al terminar, fueran la ducha y un plato de macarrones.

Y la siesta, claro.

Jesús sin-vuelta Lens

A ver los 26 de octubre de 2008, 2009, 2010 y 2011

Blancanieves

Se ha escrito tanto sobre “Blancanieves” y sobre la fatalidad de que “The Artist” sorprendiera a todo el mundo el año pasado que, sobre esa cuestión, no vamos a decir nada.

 

Bueno sí. Solo una cosa: es tal el poderío visual que irradia la película de Pablo Berger que la mayor parte del tiempo te olvidas de que es muda. Y no digamos ya del blanco y negro. Pocas veces un blanco y negro ha sido visualmente tan poderoso y ha permitido jugar con las luces y las sombras de una forma tan sugerente.

Hay que ser muy valiente o estar muy loco (o ambas cosas) para lanzarse a filmar el cuento clásico de Blancanieves, a pelo, radicándolo en una Sevilla de primeros del siglo XX y en ambiente taurino. Así. Con un par.

Y hay que tener tanto valor como criterio y talento para seleccionar a la niña protagonista de la historia. Y a quién interpreta a Blancanieves más adelante, ya de jovencita. ¡Qué expresividad! ¡Qué ojos! ¡Qué mirada!

Y esa Maribel… ¡por favor! ¿Se puede ser más mala? ¿Se puede estar mejor? ¿Se puede dar tanto miedo solo con vestirse de negro?

 

Y los enanos. Los buenos y, especialmente, el malo y rencoroso; el envidioso que nunca entiende nada y que, con el morro torcido, ve cómo todos sus planes le salen mal.

Y el caserón, ese cortijo que es como la ominosa y horripilante Xanadú en que moría el Ciudadano Kane.

Y, y, y… son muchas las y, todas ellas positivas, que podríamos añadir a “Blancanieves”, bendecida por la crítica más exigente y excelentemente recibida por el público, que si bien no hace las colas que ante “Lo imposible”, sí está acudiendo al reclamo de una película diferente, valiente y estupenda.

 

La pregunta, sin embargo, sería si “Blancanieves” es la mejor opción para representar a España en los Óscar. Y no tanto por el Efecto-Artist cuanto por la imagen de España que la película puede transmitir.

Bien sabéis que las fotos publicadas por el New York Times hace unas semanas causaron un enorme revuelo. Eran fotografías en blanco y negro, crudas, de personas rebuscando en la basura o haciendo cola frente a una oficina de (des)empleo.

IDEAL organizó una espectacular campaña para mostrar a los Estados Unidos, a través de uno de sus buques insignia, otra España. Una España vitalista, colorista y optimista.

¿Es una buena idea, para esa entelequia tan etérea como sobada de la Marca España, que mandemos a los Óscar una película en ByN repleta de brujas, toros y peinetas?

Dejando al margen lo puramente cinematográfico, por supuesto…

Jesús Lens

Veamos los 25 de octubre de 2008, 2009, 2010 y 2011

Diseñando cafeteras

Nuestro amigo Oli, cuyo trabajo soportado por las nuevas tecnologías ya nos gustó el pasado verano, en Salobreña, tal y como contamos aquí, representa a la Marca España en una interesante iniciativa entre lo artístico y lo comercial: diseñar una cafetera.

Tras haberse impuesto entre todos los aspirantes españoles, Oli compite ahora en la Champion`s League europea. Y necesita de nuestro voto y apoyo.

Aquí, la información y la posibilidad de votar.

Le pregunto a Oli por el origen de la idea y el proyecto y me contesta: “Me licencié en bellas artes en la universidad de Granada, estoy terminando la tesis doctoral con un proyecto al que pertenece el diseño de la cafetera: una fusión de técnicas plásticas con el diseño mediante creaciones digitales y pictóricas. Acercándonos a las nuevas tecnologías digitales.”

Y continúa hablando de su trayectoria: “Como pintor he recibido varios premios como paisajista urbano, por lo que el tema de este proyecto abarca el concepto de ciudad como definición, seleccionando elementos de la urbe para conseguir plasmar una ciudad que pueda representarlas a todas. Como consecuencia, las perspectivas subieron, observando las ciudades desde el cielo, lo que descaracterizaba la visión habitual de la ciudad, pudiendo ser cualquiera que deseemos. Y también permite jugar imaginativamente con los ritmos en las formas de los tejados, terrazas y crear sensaciones mediante el color.”

Es curioso. Hace unos meses, cuando volvía a casa en bicicleta de algún sitio más o menos alejado del Zaidín, pasaba frente a una galería de arte que se encuentra al principio de la Avenida de Cádiz. Había unos cuadros colgados que me llamaban la atención incluso mientras pedaleba. Cuadros de edificios y ciudades, desde unas perspectivas extrañas, como si el mismísimo Antonio López se hubiera subido en un globo o volara en ala delta para, después, pintar lo que veía. Entonces no sabía quién era el autor de esos cuadros. Hoy sí: casualente, Oli.  

 

Y ahora vamos con el tema del café, algo que para mí, que he escrito un libro titulado “Café-Bar Cinema”, resulta especialmente interesante: “esta cafetera representa las charlas del café de la tarde, que siempre me han llenado de ideas artísticas la cabeza. Este es, básicamente, el proceso de creación, que viene de muy largo, ya que llevo trabajando en ello unos cinco años”.

Cinco años que fructifican, entre otras cosas, en este concurso que cuenta con toda nuestra complicidad y apoyo.

¿Votas?

Jesús olienígena Lens