En la casa

Tenéis que disculpar mi dejadez, imperdonable, pero hasta hoy no he tenido un rato de paz y sosiego para escribir sobre una película que no quería despachar rápido y corriendo; de cualquier manera.

Y es que el trabajo, las lecturas, los compromisos y el jazz exigen un tributo, en forma de tiempo y de sueño perdido. Tributo que no nos permite apenas respirar.

Espero, eso sí, llegar a tiempo para gritar: ¡¡¡¡VE A VER “EN LA CASA”!!!! antes de que haya desaparecido de la cartelera. Creo que seguirá, si aguantó la presión crepuscular del pasado fin de semana, ya que estaba siendo una de las películas más rentables, sala por sala, de la cartelera.

 

Se ve que la más que merecida Concha de Oro del Festival de San Sebastián y el boca/oreja están consiguiendo insuflarle vida (comercial) a una película que rebosa vida (artística), tensión, ingenio y calidad a raudales.

Pero volvamos al principio y tratemos de hacer una reseña normal de la película de François Ozon. Antes, eso sí, demos la palabra a Carlos Boyero, nuestro guía espiritual, faro y gurú; hablando del director y su última creación:

“En ella aparecen las mejores virtudes de su cine y es muy difícil encontrar antiguos defectos. Es una película tan extraña como turbadora, cuenta con talento una historia perversa, nada en ella es previsible o gratuito, te inquieta desde el arranque y mantiene la tensión.”

 

¿Se puede decir más?

¡Claro que sí!

Por ejemplo, atentos a la reseña de nuestro otro vate de referencia, de nuestra otra imprescindible luz cuando se trata de alumbrar la oscuridad de una sala de cine; José Enrique Cabrero, el insultantemente joven y apasionado crítico de IDEAL:

“Para todo el que soñó vivir de la literatura, ‘En la casa’ es una película imprescindible. Para todo el que sintió un vínculo especial con su profesor, ‘En la casa’ es una película imprescindible. Para todo el que disfrute con una película intrigante, profunda y terriblemente imaginativa, ‘En la casa’ es una película imprescindible. En definitiva, padre o hijo, profesor o alumno, ‘En la casa’ es una película imprescindible. Y ahora, por favor, completen la frase y escríbanla cincuenta veces en la pizarra: “’En la casa’ es una película…”

 

Reconozco que debería haber dejado estas dos opiniones para el final de la reseña porque, ahora… ¿qué carajo digo yo?

Pues yo, vuelvo (otra vez) al principio. Y en el principio estuvo la palabra. El texto, o sea. El texto en que se basa el guion escrito por el propio Ozon. El texto de una obra de teatro titulada “El chico de la última fila” y que fue escrito por un tipo, residente en Moratalaz, llamado… Juan Mayorga.

Ambos, autor de la obra y autor de guion, subieron a recoger el premio que el texto también ganó en el Festival de San Sebastián. Me gustan las palabras que con dicha ocasión pronunció Mayorga: “Es hermoso estar aquí. Es hermoso que una idea que salió de Moratalaz se haya convertido en una película francesa. Tuve suerte de que Ozon entrará a la sala a ver mi obra. Viva el teatro, viva la vida y viva el cine”.

Me gustan esas palabras, repito, por su sencillez, pasión, emoción y sinceridad.

 

Sí.

Tienes razón.

Es cierto.

No he dicho ni palabra sobre el argumento de la película. Pero, si a estas alturas de la reseña, aún necesitas argumentos para ir a ver la película, es que he fracasado en mi propósito y nada de lo que diga podrá convencerte de que cambies de pantalla y salgas corriendo al cine más cercano a ver una de las películas imprescindibles del año.

Jesús Lens

PD.- Todos los actores están inconmensurables, lo del joven Ernst Umhauer es espectacular: turbador, atractivo, inquietante, maquiavélico, seductor… a nada que Michael Haneke vea en “En la casa”, fijo que escribe una historia para que sea protagonizada por este muchacho…

Ahora, a ver los pasados 22 de noviembre de 2008, 2009, 2010 y 2011.

¡Sigue leyendo!

Si no la habéis visto, si no la habéis leído; seguro que sí habéis oído hablar de ella estos días, gracias a sus encendidas, escarnecedoras y lacerantes intervenciones en televisión.

Su nombre: Fallarás. Cristina Fallarás.

 

Su pelo, de frondoso rojo fuego, es la perfecta encarnación de una personalidad arrolladora y abrasadora, acostumbrada a hablar con verdades en la boca, algo que no se estila y que, por tanto, causa sensación. Y conmoción. Porque sus verdades son como puños. Puños cerrados, directos al mentón. Demoledores.

Cristina, además de haber ganado el Hammett de la pasada edición de Semana Negra con su imprescindible novela “Las niñas perdidas”, es periodista. En paro. Porque la de periodista es la profesión más castigada por la crisis, fuera del sector de la construcción.

Pero Cristina también es editora. Y, con Raúl Argemí, uno de los mejores escritores argenpañoles, ha montado “Sigue Leyendo”, para editar a través de la red.

 

Cuando compras (de ese verbo comprar, que, dice la RAE, significa “Obtener algo con dinero”) alguno de sus libros o relatos en catálogo, al comienzo del texto que hayas comprado (del verbo comprar: “Adquirir, hacerse dueño de algo por dinero”) encuentras la siguiente advertencia:

“Nuestros libros no están protegidos. Son fruto del trabajo de un escritor, un editor, una correctora, un técnico digital, una diseñadora web, un webmaster y un productor. Si nos piratea, ya sabe a quien roba”.

Está claro, ¿no?

Así son Cristina y Raúl; Raúl y Cristina. Y ASÍ es su editorial. Pincha, pincha, que además de un catálogo extraordinario de libros y autores a precios de edición electrónica, (es decir, baratos de verdad) “Sigue Leyendo” es una publicación literaria electrónica en sí misma, repleta de información, noticias, entrevistas, sugerencias… ¡y hasta una novela gratuita, por entregas, de Rosa Ribas!

 

En cuanto acabe con una obligación lectora y jurada, voy a hincarle el diente a lo más nuevo Andreu Martín, “El asesino de las vírgenes negras” (Compra AQUÍ, por 3,99 euros y de forma bien sencilla. Y segura.)

 

Seguramente, si has leído o escuchado a Cristina, te has sentido impresionado y concernido por todo lo que dice. Y por cómo lo dice.

Pero, como ves, Cristina estará en paro, pero no está parada. Ni quieta. Cristina y Raúl son hijos de su tiempo. Un par de currantes de la literatura, de la palabra. Un par de empresarios que, con su trabajo y con su iniciativa, hacen bueno ese mantra de que hay que tener iniciativa, buscarse la vida, adaptarse, orientarse, cambiar el paso y el rumbo, aprovechar las nuevas tecnologías y mirar hacia delante.

Fallarás y Argemí, en ese templo que es Negra y Criminal

De nosotros, de los lectores, depende el buen fin de esta travesía.

¿Quién se apunta a remar?

Jesús Lens, uno que, desde luego… ¡Sigue Leyendo!