Obama ha vuelto a ser elegido Presidente de los Estados unidos. Cuatro años más en la Casa Blanca. Dicen que será un mandato complicado, que tiene al Congreso en contra y, desde luego, los ríos de votos que le auparon hace cuatro años han fluido con mucha menos fuerza e intensidad: esperanzas rotas, decepciones, tristeza…
Pero ahí está.
Y, con él, Michelle. Una primera dama con nombre de canción de los Beatles y a la que aquí le tenemos especial cariño porque pasó un verano con nosotros. ¡Hasta bailó en una zambra del Sacromonte!
Michelle tiene buena prensa. Y buena imagen. Es cálida, su sonrisa es creíble y transmite la apariencia de ser una mujer normal.
A la que ya no veremos más, presumiblemente, es a Miss Romney. Reconozco que no sé ni cómo se llama. Pero ya es parte de la historia. De la historia invisible. De la historia de los perdedores. De una historia que no se contará.
Se va. Y ese gesto la define, a ella y a su marido. Adiós. Sayonara. Bye.
Au revoir, Romneys. Al final, lo más memorable de su trayectoria política, para nosotros, será el momento en que Clint Eastwood le habló a una silla vacía.
¡Así se escribe la historia!
Enhorabuena, Barack Hussein. Y ánimo. Esta vez, a la vuelta de la esquina, no te espera el Nobel de la Paz, precisamente.
Bueno. Pues ta están votando en USA. Aunque a todos nos terminan interesando las elecciones norteamericanas, en esta ocasión estamos tan centrados entre Bruselas y Berlín que poco caso le estamos haciendo a la contienda entre Obama y el amigo de Clint.
Para que no se diga que no nos interesa lo que pasa en Yanquiland, vamos con una frase extraída de esa Biblia de la sabiduría contestataria que es «La Banda de la Tenaza», libro del que venimos extrayendo frases en los últimos días y sobre el que pronto volveremos en profundidad.
«- ¿Qué es más americano que la violencia?- quiso saber Hayduke. – La violencia es tan americana como la pizza express.»
¡Feliz Election Day! Y sí. Pateando el Mundo apoya a Obama. Posiblemente, por razones más estéticas que otra cosa. Pero deseamos que gane. AQUÍ, todos los resultados e información sobre las Elecciones.
El otro día entré en una librería. Era martes. Y me encontré con la sorpresa de que todos los libros costaban lo mismo. 9 euros. Daba igual que fueran en tapa dura o en tapa blanda. Que fueran ilustrados o no. Que fueran de bolsillo o formato XXL. Todos, 9 euros.
En el bolsillo llevaba nada más que un billete de 10 euros y me había dejado la cartera en casa. Dudé entre una edición de bolsillo de Muñoz Molina y uno de los imperiales libros de fotografía de Taschen… ¿imagináis cuál me terminé llevando?
Al salir, me encontré con un amigo. El muy olvidadizo se había dejado la cartera en casa, pero tenía 10 euros en el bolsillo. Y me invitó a tomar algo una cervecería. Entramos al local y nos encontramos con otro pedazo de sorpresa: todas las cervezas costaban 5 euros. Nacionales y de importación. Las cañas, los tercios y hasta las jarras de medio litro. De barril o de botellín. ¡Todas, a 5 euros! ¡Joder! No me queda más remedio que reconocer que, por una vez, no pedí la Alhambra Especial y me decidí por una sofisticada cerveza artesanal que hacen en una Abadía cisterciense de la Bélgica profunda…
¡Ays, qué cosas!
¿A que no tiene mucho sentido esto que cuento? Pues, a nada que lo pensemos, resulta que así funciona, desde tiempos inmemoriales, el sistema de exhibición del llamado Séptimo Arte, reducido a la condición de mero entretenimiento por los genios del Ministerio de la Incultura Española.
Llegas a la taquilla del cine y da lo mismo la película que vayas a ver: todas cuestan lo mismo. La única diferencia es que los miércoles, Día del Espectador, las entradas son más baratas. Y los fines de semana y los festivos, más caras. Por lo demás… ¡a mogollón! Salvo el 3D, que también es más caro.
¿Qué más da que una película haya tenido un presupuesto de 200 millones de euros y otra haya sido hecha con cuatro duros? A la hora de pasar por taquilla, no importa. La entrada cuesta lo mismo. ¿A quién le importa que una película dure dos horas y media y otra se contente con los noventa minutos de antaño? ¿Y que una película haya precisado de doblaje y otra no?
¿Es lo mismo una película protagonizada por estrellas internacionales y con una campaña de marketing inconmensurable que otra hecha con actores desconocidos y que se intenta vender gracias a las Redes Sociales y al boca-oreja? Para los exhibidores españoles, sí. A la hora de pasar por taquilla, lo mismo da que vayas a ver el último James Bond o el Hobbit que una coproducción argentino-uruguaya de la que nadie ha oído hablar.
Cada vez empieza a ser más habitual que una persona vaya al cine un martes a media tarde, sufra cuando le sablean 7 euros… y se encuentre solo en la sala. ¿Cuánta gente no habrá dejado de ir a ver “Blancanieves” o “El artista y la modelo” porque solo tenían 10 euros y decidieron sumergirse en “Lo imposible”? ¿Y quién puede reprochárselo?
Quizá, si en vez de costar 7 euros, las entradas para ver películas minoritarias, más arriesgadas, menos comerciales y, sobre todo, infinitamente más baratas de hacer costaran 3 euros, la gente iría a verlas. O quizá no. Pero, ¿por qué no hacen la prueba?
En los cines de Granada, cada vez hay una mayor y mejor oferta: cine clásico, cine de autor, versión original subtitulada… ¿para cuándo una política de precios lógica que beneficie a películas que, a priori, lo tienen mucho más difícil que los blockbusters de la majors estadounidenses que todo el mundo acabará por ver?
Flexibilidad, por favor. Y sentido común. Antes de empezar a ver cómo los cines solo abren los fines de semana. Y las fiestas de guardar. Y solo para proyectar películas de las gordas, yanquis y grandes producciones.
¿Llegaremos a eso? Entre el IVA, el Ministerio y la rigidez, parecemos abocados.
Mi distancia favorita, corriendo, es la Media Maratón. Lo he dicho muchas veces y ahora mismo, nada más terminar la trigésima edición de la Maratón de Granada, doliéndome todos los músculos del cuerpo, lo reitero y me reafirmo: I love the 1/2s!
Este año, además de ser Olímpico, se da la curiosidad de que he cumplido los 42 tacos. Dado que una Media Maratón son 21 kilómetros (y casi un centenar de metros) salgo a medio kilómetro por año cumplido. Unos soplan velas y se hartan de tarta. Otros, nos soplamos decenas de kilómetros y nos hartamos de Alhambras Especiales. ¡Cada loco con su tema!
Ayer leíamos en la prensa que hoy podría ser un infierno para los atletas. Había un 85% de probabilidades de lluvia durante la carrera y un pronóstico muy ventoso. Nada de eso se cumplió.
Y me fastidia.
¡Vaya si me fastidia!
Porque, de haberlo hecho, habría utilizado el mal tiempo para justifica mi mal tiempo.
Y es que la carrera me ha ido fatal.
A ver. Con matices.
Terminar una Media Maratón tiene mérito. Que conste. Y la de Granada, con sus cuestas en el Camino de las Vacas y el letal Camino Bajo de Huétor, que no deja de picar para lo alto a dos kilómetros de meta; más aún.
Venía yo de entrenar fuerte durante el verano, habiéndome dejado 7 u 8 kilos desde mi apoteosis gijonesa de fabada, sidras y escalopines al cabrales en Semana Negra. Venía yo de hacer una aceptable 1 hora y 47 minutos en la durísima Media Maratón del Melocotón, en Guadix.
Y punto.
Porque, desde mitad de septiembre, apenas si hecho entrenamientos de más de 11 kilómetros. Y a ritmos perrunos. Y así, ¡no!
Lo que me gusta de las Medias Maratones es que son duras y exigentes. La diferencia con las carreras de 15 o 16 kilómetros son los últimos cinco. Y esto no es una perogrullada. Viendo mis parciales hasta el kilómetro 10, donde Silvia y David estaban al pie del cañón, son aceptables, todos por debajo de los cinco minutos.
La subida tampoco fue mal. Cuatro o cinco kilómetros a poco más de 5 minutos el kilómetro.
Pero después… ¡ay, después! Después, cuando el terreno es teóricamente favorable, comenzó un infierno en el que los segundos se te clavan en las piernas como puñales.
Lo que hace grande una Media Maratón son esos últimos cinco kilómetros que, o los entrenas a conciencia, o te hunden.
A mí, me han hundido, como pueden dar fe mi hermano Jose, apostado en el Puente. O Irene, frente a las Angustias. O José Carlos y su mujer, también por la Carrera de la Virgen. O Ana, en el Paseo del Salón. O el colega del básket de Arabial. Lo mismo conseguí engañar a Paco, el Compadre, cuando enfilaba el Parque Almunia. O la fiel Paqui, ya a la llegada. Pero no.
Una Media es algo muy serio. ¡Y así tiene que seguir siendo!
Al final, me ha salido una hora y cincuenta minutos, en tiempo oficial. Algo menos, según mi Sr. G. (que ahora está cachondeándose de mí y de mis entrenamientos literarios, esos en los que, en vez de correr, voy pensando en mis relatos, mis artículos y mis cuentos. En el enlace, los parciales y el recorrido completo)
Pero el caso es que, si bien había descartado asaltar mi mejor marca, de hace cuatro años (1 hora 37 minutos y pico) y también había descartado bajar de la hora y cuarenta; me hubiera gustado rondar ese 1.45.00 que supone correr a 5 minutos el kilómetro.
¡Ni de coña!
Las Medias Maratones, para quién las entrena. Con seriedad. Los demás, con terminarlas, podemos darnos por contentos. Ejemplo de Flor, la Gacela, que lesionada en una pierna, ha hecho la hora y cuarenta y cinco. Y ya imagino los brutales tiempos de Edu, José Miguel, Manuel Puertas, Daniel, mi Álter Flores; de Javi, Antonio, Onio, Txomin y demás Verdes. O Luis y Jesús, esos Triatletas.
AQUÍ, todos los resultados e imágenes de la Media Maratón de Granada. AQUÍ las Galerías de imágenes de IDEAL, de los grandiosos González Molero y Ramón L. Pérez.
A mí me acaba de llegar mi resultado provisional: el 1.426 clasificado. Ea. Si el límite de inscritos estaba en 3.000, hemos quedado por debajo de la Media 😉
El puesto da igual. Lo importante es acabar. Y la lucha individual contra el crono, los kilómetros y el cansancio. Y esa vocecilla que te pide que te pares. Y los puñales en las piernas.
Ahora quedan los músculos cansados, la espalda destrozada, las piernas de cemento y un cierto atontolinamiento. Más de lo normal.
Ahora queda disfrutar de un merecido descanso, de una Alhambra Especial bien fría y de una buena película.
Ahora, como nos pasa a los adictos a esto del correr, nos queda empezar a pensar en la próxima.