Este artículo de hoy enlaza con este otro, sobre la desafección con los políticos y las engorrosas elecciones…
Reggie Evans, jugador de baloncesto de los Brooklyn Nets acaba de hacerse acreedor del dudoso honor de ser el primer jugador en la historia de la NBA en ser sancionado por flopping. Cinco mil dólares le han caído, como sanción económica. Pero lo peor no es el dinero, sino el estigma. El estigma de ser un teatrero, un simulador que emplea tácticas torticeras en su juego, tratando de engañar a los árbitros para que señalen faltas al contrario.
El flopping es a la NBA lo que las tarjetas amarillas por simular un penalti son al fútbol. Solo que, desde esta temporada, al acabar los partidos, la NBA revisa las imágenes de televisión y sanciona a los simuladores con multas económicas, aunque consiguieran engañar a los árbitros sobre el parqué. Las sanciones son crecientes. Al primer flopping, el jugador debe pagar 5.000 dólares. Al segundo, 10.000. El tercero se sanciona con 15.000, el cuarto con 30.000 y, en el caso de que el jugador sea tan teatrero que busque el Oscar y siga simulando faltas, se le llegará a suspender.
Leo que un movimiento artístico anima a los ciudadanos a intervenir en espacios públicos faltos de uso para protestar por la desidia institucional. La cosa se ha dado en llamar desESPERANDO y la primera acción ha sido protagonizada por veinte personas que se han tendido sobre los raíles del metro, des-esperando por su no-paso.
La imagen es poderosa. Todos hemos visto películas en las que un personaje se tiende, cuán largo es, sobre la vía de un tren, cortándola con su cuerpo, esperando que llegue la locomotora y termine de una vez por todas con sus sufrimientos, miedos, angustias y zozobras. En el caso que nos ocupa, no hay miedo alguno, más allá de la posibilidad de rozarse con alguna ortiga crecida entre los raíles. Ya que al metro, como al AVE, de momento, no se le espera.
Y sin embargo, en las últimas semanas han aparecido en prensa varios artículos de notables políticos de nuestra tierra, hablando del AVE. No los he leído, claro. ¿Para qué? Para perder el tiempo hay otras mil fórmulas mucho menos aburridas. Sin embargo, se me ocurre una maldad: dado que las arcas públicas están tirando a tiesas, ¿por qué no planteamos una especie de flopping político y se sanciona, económicamente, a esos políticos especialistas en hacer teatro en sus ruedas de prensa, sus artículos y sus vanas y efímeras promesas electorales y electoralistas?
Dado que el descrédito ya se lo han ganado a pulso, si quieren que la mayoría de la gente vuelva a hacerles caso, los políticos deberían empezar a responsabilizarse de sus palabras, escritos, alocuciones, promesas y compromisos. Por un plazo retrasado, 5.000 euros. Por una obra no ejecutada, 10.000. Por un pacto antitransfuguismo incumplido, 15.000. Y, por supuesto, ya que estamos en clave deportiva y yanqui: al tercer strike… ¡eliminado!
Jesús Lens