La ecuación de la vida

– ¿No es eso lo que os trae por aquí? El exotismo, el paisaje salvaje y la nostalgia de los imperios perdidos…

– No somos turistas…

– Claro que no. En África no hay turistas, solo mirones.

.

Si leíste hace unos días el artículo que publiqué en IDEAL, “África en guerra”, ya viste que hacíamos referencia a la última, espléndida y durísima novela de Yasmina Khadra, “La ecuación de la vida”. Y, mientras la leía, me acordaba de este otro artículo, que publiqué en verano, y que tiene que ver cono el diálogo con que comienza esta reseña: SOS Tombuctú.

Alguno de sus libros se me habrá escapado, pero básicamente, de Khadra lo he leído todo, desde que Nicole Canto lo editó en España, en aquella Negrura de hace ya demasiados años.

Tras pasar por diversas editoriales, como Almuzara o Alianza, la última, portentosa e imprescindible novela del autor argelino, camuflado tras el nombre de su mujer, ha recalado en Destino, y presenta una portada que refleja, a la perfección, el contenido de la novela.

 La ecuación de la vida

Un rostro. Una mirada. Unos ojos. Una mirada. Una nariz. Unos labios. La parte izquierda, iluminada. La derecha, en penumbra. Una ceja se ve. La otra, no. Nada más. Una imagen absolutamente despojada, de la que me acordaba hace unos días, cuando visité a Jesús Conde y pude disfrutar de algunos de los cuadros que está pintando ahora mismo.

Me vas a disculpar si, en esta reseña, me esfuerzo poco.

Lee:

“Para mi absoluta desolación, comprendo que estos seres que me tienen cautivo y son amos de mi destino, estos seres desprovistos de conciencia, no se conforman con banalizar la práctica deliberada de la muerte, sino que la reivindican como un derecho.”

Es parte de la historia que cuenta Khadra. Una historia que, por desgracia, podéis leer en los periódicos de estos días: secuestros y muerte en África. En Sudán o Somalia. En Argelia. En Malí.

“Llegaron al amanecer. Quemaron nuestras chozas, masacraron nuestras cabras, a nuestros burros y perros; luego nos reunieron en la placeta y empezaron a matarnos, al padre delante de los hijos, al bebé en brazos de su madre. Si el Diablo llega a estar con ellos, habría huido del espanto”.

 La ecuación de la vida

¿Qué más puedo yo añadir a párrafos escritos con esa fuerza, con esa garra, con esa capacidad descriptiva, para narrar el horror y la muerte?

“Darfur… Estoy en Darfur, esos escarnecidos antípodas con que nos dan la matraca en cada telediario y a los que solo presto atención de pasada, entre un trago de cerveza y una llamada telefónica. Darfur…”

¿Cómo explico yo ahora esa indiferencia de la que hablaba en el artículo anteriormente reseñado?

“Todo es extraño en África. Se mata, se roba, se secuestra y se dispone de la vida ajena como si nada… Por tanto, ¿qué más da que ocurra en Sudán o en Somalia?”

Efectivamente. Y, sin embargo… ¡África no es un país! No nos hartaremos de repetirlo. Y de reiterarlo. Y reivindicarlo.

– África no se ve, señor Krausmann, se siente…

– Cierto es que apesta…

¡Hey! ¿Hay ahí un cambio? ¿Percibimos algo diferente?

 Yasmina Khadra

“El africano es un ser espléndido. Ya esté sentado ante su choza, bajo un algarrobo o a orillas de un río plagado de cocodrilos, se halla ante todo dentro de sí mismo. Su reino es su propio corazón. Nadie en el mundo sabe compartir y perdonar como él. Si tuviera que poner un rostro a la generosidad sería la de un africano. Si tuviera que añadir un destello a la fraternidad, pondría la risa de un africano”.

Lo sé. No entiendes nada. No sabes quién habla ni porqué dice lo que dice. No te preocupes. En cuanto te sumerjas en las páginas de “La ecuación de la vida”, todo cobrará sentido. Y, palabra de amigo, debes hacerlo. Sumergirte en una novela que cuenta un puñado de vidas que nos resultan ajenas, pero que lo son mucho menos de lo que podríamos pensar.

Y si no, lee este párrafo:

“He visto en África seres con la piel pegada al esqueleto, famélicos y desamparados, luchando por cada segundo de su vida. Gente expoliada, perseguida, menos valorada que sus animales domésticos, expulsada de sus sórdidas aldeas, errando entre salteadores y epidemias… El hecho es que, por indefensos y pobres que fueran, no cedían una migaja de su miserable existencia”.

¿Podemos decir nosotros, aquí y ahora, lo mismo? Más que migajas… ¿cuántos mendrugos de nuestra vida no habremos ido cediendo, de acuerdo con según qué convencionalismos, obligaciones y castigos, en muchos casos, autoinfligidos?

 Yasmina Khadra

Termino ya. Con una de esas frases lapidarias que tanto me gustan y que tan moda están ahora, en los muros del Facebook y en el piar del pajarito del Twitter: “Quien solo visita África una vez, muere tuerto”.

No es fácil, ahora, ir a África. Pero “La ecuación de la vida” permite asomarse a su realidad más auténtica, compleja y contradictoria. Porque en África se dan la mano lo mejor y lo peor del ser humano. Y nadie como Yasmina Khadra, que lo sabe y lo conoce, que lo ha vivido, combatido y contado… para convertirse en un privilegiado portavoz.

Es verdad. Esta no es una lectura para divertirse. Pero sí para gozarla. Y, o eres de piedra, o te emocionarás al llegar al final. ¿Hace cuánto que una lectura no te emociona?

¡Ahí tienes el desafío!

Por cierto, Yasmina Khadra ha cambiado de editorial en varias ocasiones. Pero su fantástico traductor es siempre el mismo: un Wenceslao Carlos Lozano cuya pasión, fuerza y amor por la buena literatura se refleja en cada párrafo de la obra de Khadra.

¡Por algo será!

 La ecuación de la vida

Lee. Lee y hablamos.

Jesús Lens, tratando de despejar La ecuación de la vida.

Y ahora, a ver los 18 de enero de 2009, 2010, 2011 y 2012

Cinéfilos contra la esclavitud

Hoy escribe José Enrique Cabrero, en su imprescindible columna de cine de IDEAL, sobre “El Tema”. Efectivamente, tanto Spielberg como Tarantino tienen una mirada propia, que siempre aplican a sus películas, con independencia del argumento. La del primero, es la mirada del niño. La del segunda, la mirada de la violencia. Y no dejéis de leer la estopa que Fran Ortiz, mi Frankie coautor, me mete hoy en el periódico de Villena, en su columna de cine. Estopa… con cariño.

Pero volvamos a las miradas. Dos miradas presumible y radicalmente distintas para un mismo tema: la esclavitud.

Dos películas largas, además.

Dos películas que se estrenan el mismo día.

Dos películas para las que proponemos una Visión en Conjunto, en una mista tarde. Un tour de force cinéfilo de muchos quilates.

Por eso lo haremos el sábado, que estaremos más descansados.

Lincoln

A las 17 horas, y siempre en los cines Neptuno, veremos “Lincoln”. Después nos tomaremos un café, un Red Bull, una Pepsi o cualquier tipo de reconstituyente, seguramente en el Rembrandt para, a las 20.15, afrontar “Django desencadenado”.

Eso nos permitirá, hacia las 23 horas, estar disfrutando de unas Cervezas Alhambra bien fresquitas, en “El Secreto del Buen Hacer”.

Aunque el cine se ha puesto muy caro, ver dos películas en la misma tarde, en realidad, es una importante medida de ahorro. Por un lado, a las 17 horas no se pueden comer palomitas, cortezas ni marranadas varias.

Y, al salir del cine, siempre caen unas birras…

Teniendo en cuenta que estas dos películas son de visión obligatoria en sala grande y en pantalla gigante, al concentrar su visionado en una sola tarde, lo que hacemos es diluir, rebajar y dividir entre dos los gastos inherentes al acto de ir al cine… y comentarlo después, al calor de la cerveza y la amistad.

Django desencadenado

Porque, sobre todo, de lo que se trata es de ir al cine. De disfrutar de la cultura y de hacer una buena fiesta a su alrededor, juntando a la buena gente que goza viendo, comentando y hablando de cine. Y, siempre, al amparo de nuestras Alhambras Especiales y de los croquetones de ibéricos del Secreto, que ya empiezan a hacerse famosos en la Red.

Llegar al concierto del Rembrandt, con The Replicants y su homenaje a Tina Turner, ya será empresa para los muy, muy valientes y osados.

Pero la clave, la esencia, es el cine. Siempre el cine.

Hace unos días, comentando los Globos de Oro, decíamos que la gran triunfadora había sido la CIA. Y aprovecho para agradecer a José Enrique Cabrero su referencia en su columna de IDEAL, con ese maravilloso apelativo de Cuate.

El sábado 19, es día de reivindicar la lucha contra la esclavitud.

No. No es plan para melifluos. Es un reto cinéfilo de primer orden. Pero… ¿y lo que nos gusta?

¿Te atreves? ¿Nos vemos?

Jesús Lens