Luis Regidor en vivo

¡Qué grandes son las distancias cortas! Y qué privilegio es contar con gente inquieta, como la que conforma la asociación granadina de jazz Ool Ya Koo. Bueno, que conformamos, que mi Cuate Pepe y un servidor estamos ahí, apoyando. Porque, como proclamábamos en este artículo: «Sí. Hay que ir. Y se va».

 

Veréis, primero, un pequeño corte que tomé el pasado miércoles, de Luis Regidor, cantando, y Sergio Díaz a la batería. Se ven las manos de José Carra y se escucha el contrabajo, de fondo.

 

Y aquí veréis que Luis Regidor es cualquier cosa menos un cualquiera. Festival de Montreaux. Que no es un Festival cualquiera. Semifinales del concurso al mejor cantante masculino. Quincy Jones, presidente del jurado.

 

¿Es o no es un privilegio poder escuchar, de cerca, a pie de escenario, a un monstruo como Luis Regidor?

 

¡Seguimos!

 

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De la cata de vinos convertida en relato

Hace unos días fuimos a comer a casa de Álvaro Arriaga, que es casi tanto como decir a nuestra casa, dado el nivel de confianza, amistad y buen rollo que siempre nos envuelve cuando el ascensor del Edificio Pantalla de CajaGRANADA abre sus puertas y nos franquea el paso a uno de los restaurantes con más personalidad de todos los que conozco.

 alvaro arriaga

Antes iba más a menudo a visitar a Álvaro, Dani y su gente, pero ahora todo resulta más difícil y complicado. Lo único bueno de espaciar tantísimo estas visitas es que cada vez que consigo comer allí, la ocasión se convierte en toda una experiencia. Y, tal y como escribe Dominique Bertholet en este preclaro artículo, de eso se trata, cuando nos liamos la manta a la cabeza y decidimos tirar la casa por la ventana, gastronómicamente hablando: de convertir el momento en una experiencia para los sentidos.

Y justo ahí es donde entra el Relato de Cata de Vinos. O, mejor dicho, la capacidad de Daniel Castro para convertir una improvisada cata de vinos en un relato que resulta sencillo de comprender para un olfato obtuso como el mío, cuando se trata de paladear y saborear determinados caldos.

“Aroma a coco y vainilla”.

Vale. Yo no dudo de Dani. ¡Seguro que estaban ahí, en la copa, dando vueltas y penetrando en mi pituitaria! Pero yo no los percibía.

 Daniel Castro

Menos indignado que decepcionado, Dani fue por un vino blanco y cambió su discurso: “cerrad los ojos y concentraos. Pensad en la Nochevieja, mientras suenan las campanadas. Y ahora… ¡oled! ¿No os recuerda a esas uvas que se atropellan en la boca, una con la otra? Porque no has terminado de masticar la anterior cuando ya te tienes que comer la siguiente, los segundos pasando, a punto de dar las doce…”.

¡Ahora sí! Efectivamente. ¡Allí estaba! Allí estaba aquel olor, aquel sabor; fuerte e intenso, con ecos y reminiscencias a momentos memorables y… fácilmente reconocibles.

 Álvaro Arriaga restaurante

Seguimos comiendo. Nos tomamos un carpaccio increíble y dimos cuenta de un txangurro cantábrico, para agasajar nuestros imborrables orígenes gallego-bilbaínos y, de paso, hacer más perceptible y cercana esa sensación de estar como en casa. Fue entonces cuando Dani nos propone otro reto, haciéndonos cerrar nuevamente los ojos.

Aquello era raro.

Es decir, aquel vino olía raro.

– Esto no me huele bien, pero que nada de bien… –hubiéramos afirmado, de estar en un relato negro y criminal, sintiendo la imperiosa necesidad de soltar una frase tópica.

Pero quedaba feo decirlo. ¿O no? Fue Dani el que tomó la palabra, viéndonos indecisos y timoratos:

– ¿No huele como un flotador de plástico barato comprado por un euro en una tienda de chinos?

 

 

– Hombre, así explicado…

Pero es que así era, efectivamente. Aquel vino olía (levemente) a petróleo. Porque se trataba de un vino orgánico con reminiscencias a hidrocarburos. Que suena francamente mejor que lo del flotador de plástico de un euro. Pero que es menos expresivo. Y, desde luego, mucho menos divertido.

 Daniel Castro at work

Y es que a Dani le gustan los relatos. Y las poesías. Y contar cosas curiosas y anécdotas sobre platos, bebidas y comidas. Y hacer maridajes especiales con distintos tipos de cervezas. O escribir qué vinos acompañarían a un buen asesinato, si nos volvemos a poner en clave negra y criminal.

Y así, claro, se pasan las horas, entre platos, copas, risas, descubrimientos, aprendizajes y postres que uno nunca quiere comer, pero siempre termina probando; antes de ese digestivo que ayuda a asentar la comida.

Experiencias.

Porque la vida son momentos. Y los momentos, gracias a los relatos y las narraciones, tienen un sabor especial.

El talento está en saber contarlos. En saber transmitirlos.

Y en eso, Dani, es un maestro.

¡Salud!

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Benditos bares

La primera en darme el queo fue María. Que lo viera. Que me iba a gustar. Luego fue Sacai quién me sugería que pidiera derechos de autor por el anuncio ya que sus creativos, fijo, habían leído y se habían inspirado en «Café-Bar Cinema» a la hora de darle forma al guion.

Y es verdad que hay partes del texto que se parecen a esta declaración:

«Bares hay a cientos de miles. Los auténticos bares de película, sin embargo, son más escasos, por mucho que estos establecimientos sean, por antonomasia, los lugares en que las personas de todas las culturas, tiempos, extractos, orígenes y condición se reúnen para relacionarse entre sí, divertirse, dirimir disputas, trazar planes, hacer descubrimientos, conocer gente, ligar, enamorarse, consolidar una relación o darla por terminada. En los bares, se comprende la vida, en una palabra».

O esta otra parte de la introducción a cBc:

«Pocos lugares más rebosantes de vida que un buen bar o café. Si las paredes hablaran, las de los garitos de medio mundo recitarían latín. Porque, desde que el hombre es hombre, ha buscado lugares comunitarios en los que compartir su ocio y en los que, de forma relajada, acompañándose de excitantes bebidas espirituosas, ha dado rienda suelta a sus fantasías más desaforadas y a sus pasiones más íntimas. Ha confesado sus sueños imposibles, ha pronunciado sus discursos más memorables y ha declarado su amor a las causas más improbables. Y es que, tal y como cantaba un grupo con nombre muy cinematográfico, Gabinete Caligari, “no hay como el calor del amor en un bar”. O, como reza en la cafetera que tienen en el hospital del Doctor House, “cheaper than Prozac”. Más barato que el prozac».

Es bonito, volver sobre estas palabras, páginas y textos. Como siempre es bonito volver a los buenos viejos bares que están en el imaginario de nuestra vida.

Por todo ello… ¡claro que me ha gustado el anuncio! De hecho, ya lo decíamos antes de verlo, en ese Facebook que tanto nos gusta: «¡tomemos las calles, llenemos los bares, salgamos fuera!»

¿Cuándo y dónde, la próxima Alhambra Especial?

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Granada Negra

Rematamos el reportaje que escribí para IDEAL, sobre Granada como escenario policíaco y criminal, cuya introducción y primera parte publicamos aquí y aquí respectivamente. Y es que la realidad que nos rodea puede ser más negra que la oscuridad de una noche sin luna… (Aquí, la edición digital del artículo, tal y como la publicó IDEAL)

No solo del pasado vive la Granada más negra y criminal. En los libros del novelista y profesor de Derecho José Luis Serrano es una abogada, Amparo Larios, la que tiene que vérselas con la sordidez y las entretelas de una ciudad tan levítica como contemporánea que, primero, trata de pasar desapercibida bajo el nombre de Elvira. Lo que resulta imposible. Porque Granada, nuestra Granada, solo puede ser una. Con sus personas, sus personajes, sus personajillos y sus personajetes.

Granada Negra Amparo Larios

Hasta ahora son dos las entregas protagonizadas por Amparo Larios, una arrojada letrada que gusta ir por libre, en todos los ámbitos de su vida. Incluida la cama. Y que no duda en plantar cara a las mafias marbellíes y a algunos compañeros que, más bien, son comparsas; aunque su actitud le cueste más de uno y dos disgustos. Con “Al amparo de la ginebra” y “Febrero todavía”, Serrano inició una saga que no debería haber acabado. Y no solo porque el autor la concibiera originalmente como una tetralogía, sino porque la sórdida actualidad da, por desgracia, para muchas novelas y argumentos negrocriminales, como Petros Markaris está demostrando en Grecia con su famosa Trilogía de la Crisis.

Así, por ejemplo, Juan Madrid, uno de los fundadores del género negro en España junto a Andréu Martín y Manuel Vázquez Montalbán, ha ganado la última edición del Premio Fernando Quiñones de novela con “Los hombres mojados no temen la lluvia”, en la que el trasfondo de la trama es un ficticio proyecto urbanístico que convertiría al precioso pueblo de Salobreña en una villa con puerto deportivo al estilo de Marbella, con todo lo que ello conlleva.

Granada Negra Juan Madrid

Y es que Juan Madrid lleva muchos años afincado en la localidad costera granadina y puede escribir con absoluto conocimiento de causa sobre la realidad que nos rodea. Otros escritores locales, sin embargo, como Alejandro Pedregosa, han preferido regar de sangre lugares alejados de Granada, como el Camino de Santiago, en “Un mal paso” o la Pamplona que disfruta de los Sanfermines, en “Un extraño lugar para morir”. Pero justo ahora acaba de aparecer publicada, en la editorial Cuadernos del Vigía, una recopilación de sus cuentos negros y criminales bajo el título de “La sombra de Caín” y, recién salido del horno, ya está en las librerías su personal homenaje a Patricia Highsmith con “A pleno sol”, una novela policíaca en la que el protagonista, un policía apartado del servicio por su edad y por las secuelas de un accidente, ha de tratar de encontrar a Daniela, una joven activista del movimiento 15M que desaparece de la acampada que tomó la madrileña Puerta del Sol en aquellas semanas en las que pareció que otro mundo era posible.

Granada Negra A pleno sol

Pero si ha habido una novela que ha supuesto una pequeña revolución en el mundillo negro y criminal granadino, esa ha sido “El poder de la Reina”, de Ramón Alcaraz, un taxista que ha trasladado al papel su larga experiencia acumulada como conductor de la noche y que ha visto de todo. Literalmente. Sobre todo, en sus carreras a determinadas áreas de la Zona Norte de Granada en las que se mueve el menudeo de drogas. Y algo más que el menudeo. Por eso su novela rezuma autenticidad por los cuatro costados y está escrita con un lenguaje duro y descarnado, completamente alejado de lo políticamente correcto y en las antípodas de tanta literatura soft que nos rodea. Porque la heroína es una droga dura. Muy dura. Demasiado.

Granada, a la vista está, atesora a una notable pléyade de escritores que no dan la espalda a la realidad que nos rodea y que, con sus novelas de género negro y criminal, nos muestran el reverso tenebroso de una ciudad que, a veces, no es tan bonita como se muestra en las postales.

Granada Negra Ramón Alcaraz

Una ciudad, una urbe contemporánea, en la que anidan vicios, lacras, corruptelas, violencias y tráficos de todo tipo de sustancias alegales, paralegales o directamente ilegales. Una ciudad que, en los cronistas de su lado oscuro, encuentra a los necesarios notarios que dan fe de esa otra verdad, la que está ahí al lado, pero que no sabemos ver. Cronistas que se convierten en fareros que, por las noches, nos iluminan y nos acompañan más allá de donde nosotros nos atreveríamos a entrar. Solos. Porque más allá… más allá haya monstruos. Y, por desgracia, esos monstruos no son ni zombis ni vampiros. Son personas que, como usted o yo, parecen normales. Si la normalidad es posible en los tiempos que nos ha tocado vivir.

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