El género negro, heredero del realismo social

Aunque este despiece NO es el que abría el reportaje que publiqué en IDEAL el pasado domingo, viene bien para contextualizar el mundo de las letras negras y criminales en Granada.

 

A ver qué os parece como introducción:

Una de las novelas del célebre Michael Connelly comenzaba cuando Los Ángeles ardía por los cuatro costados como consecuencia del famoso caso de Rodney King. Y, en la costa este de los Estados Unidos, Dennis Lehane está tejiendo un impresionante fresco sobre la historia de la ciudad de Boston a partir de las andanzas de un policía muy poco convencional y nada conformista, en los años veinte en los que el anarquismo, la Idea, había prendido con fuerza en la joven nación norteamericana. ¿Se podría entender, en fin, el fin del sueño americano y el asesinato de Kennedy, sin las novelas de James Ellroy?

 Negra y Criminal Michael Connelly

Para saber cómo el PRI escamoteó unas elecciones al PRD, es imprescindible leer al escritor méxico-asturiano Paco Ignacio Taibo II y, si queremos entender qué supuso el período especial en Cuba, nada mejor que sumergirse en las sugerentes, ácidas y preclaras novelas de Leonardo Padura, Justo Vasco, Amir Valle o Lorenzo Lunar.

 Negra y Criminal Taibo

En Argentina, Guillermo Orsi y Raúl Argemí saben bien que, hasta hace poco, el héroe de una novela policíaca nunca podía ser, precisamente, un policía. Porque cualquier ciudadano de bien, al ver a un poli, se cruzaba de acera. Y los escritores nórdicos de novela negra son los que nos permiten atisbar la amargura que puede albergar el sueño de la socialdemocracia más moderna y sofisticada.

En España, autoras como Cristina Fallarás han ganado el Premio Hammett de Semana Negra con una novela como “Las niñas perdidas”, en la que narra una historia de pederastia que investigó como periodista, pero que solo pudo contar como novelista.

 Negra y Criminal Fallarás

Y es que, en nuestro país, el testigo de autores de cómo Benito Pérez Galdós o Pío Baroja lo han tomado autores que, como Manuel Vázquez Montalbán, nos contaron la transición en clave negra y criminal, a través de su personaje, Pepe Carvalho. O Mariano Sánchez Soler, que se ha hecho con el premio L’H Confidencial con “El asesinato de los marqueses de Urbina”, después de haber metido el escalpelo de su afilada pluma en temas como el de los neonazis en España o el de la trata de blancas.

Otro de los padres fundadores del género negro en España, Andréu Martín, ganó el premio Crims de Tinta con su novela “Sociedad Negra”, en la que las protagonistas son las tríadas de la mafia china que empiezan a extender sus tentáculos por Barcelona y otras grandes ciudades españolas.

 Negra y Criminal Andreu Martín

Y el lector que quiera saber, con precisión quirúrgica, cómo se lleva adelante una investigación policial, tendrá que leer obligatoriamente a Lorenzo Silva y su saga protagonizada por Bevilacqua y Chamorro, una pareja de Guardias Civiles que hacen de la naturalidad, la sencillez y la credibilidad su divisa por antonomasia.

 Negra y Criminal Silva

Sirvan estos ejemplos como muestra de que la literatura negra y criminal es la más y mejor conectada con la realidad que traen las páginas de los periódicos de cada día. Y no solo en la extinta sección de Sucesos, la Tinta Roja de la prensa sudamericana, por desgracia.

El lector que quiera comprender lo que hay más allá de los titulares de las noticias del día a día, cómo crece y se fomenta la corrupción y cómo se pudren algunos de los pilares básicos del estado del bienestar; tiene a su alcance un instrumento barato, asequible, cómodo y atractivo: la novela negra y criminal. La buena. La de calidad. La mejor. Que hay mucho subproducto por ahí pululando, apuntado a la moda del negro, tratando de engañar al personal.

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¿Y los 20 de mayo de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012… qué blogueé?

 

Los locos de Kusturica

Habrá quien piense que mi pulso está más pallá que pacá, pero es que en plena fiesta balcánica, no es fácil mantener el equilibrio. Digamos que es una grabación al Estilo Dogma y, sobre todo, disfrutemos del caos que se refleja en el escenario y en el público.

 

¡Dedicado a Ratatouille Hoces y al Cuate Pepe, claro!

 

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