Cenital se acerca

Ya sabéis que ha sido una de mis lecturas capitales de estos meses. Cenital. Si no la has leído, la cosa (aún) tiene arreglo. Pregúntame y hablamos. Pero el caso es que la realidad y la ficción empiezan a darse la mano. Y si no, mira la portada del Expansión de hace tres o cuatro días.

Subida agua

¿Es o no es para estar acongojados? Sino acojonados, directamente…

 

¡El final está cerca! Ten miedo. Mucho miedo.

 

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Capital

Hacía tiempo que no me enfrascaba en la lectura de un tochaco de 600 páginas, pero las referencias que venía leyendo de “Capital”, de John Lanchester, y el hecho que esté publicada por la editorial Anagrama, en su mítica colección Panorama de narrativas me decidió a llevármelo, en una de mis últimas y renovadas cacerías literarias por librerías y casetas de Ferias del Libro varias y variopintas.

 Capital Anagrama

Soy un comprador compulsivo de libros. Lo confieso. Pero también reconozco no tener mucha voluntad de enmienda. Y, sin embargo, aunque tengo cientos de títulos exigiendo mi atención inmediata, “Capital” me tenía particularmente subyugado. Y en cuanto pude, le hinqué el diente.

Historias cruzadas. ¿Te gustan? ¿Y las teorías sobre los Seis grados de separación? ¿Y el efecto mariposa? ¿Y las narraciones que transcurren básicamente en un espacio muy concreto y limitado, aunque tengan alcance universal?

Pues eso es “Capital”. Eso y más. Mucho más. Se trata de un fresco del Londres del siglo XXI. Un Londres que se concentra en las vidas de los residentes de una calle concreta de la capital: Pepys Road. Residentes habituales o circunstanciales. Algunos de los vecinos, como Roger, trabajan en la City londinense y ganan dinero a espuertas. Otros, como Petunia, ya son mayores y la propiedad de su casa, muy valiosa en plena burbuja inmobiliaria, la tienen por herencia. Conoceremos a su hija. Y a su nieto.

 Capital Pepys Road

“En realidad todo empezó –señala Lanchester en una entrevista –cuando descubrí que había empleados de banca que cobraban primas de un millón de libras. Entonces me pregunté cómo sería vivir con seis ceros en mi cuenta y empecé a investigar. Descubrí todo lo que puede hacerse con ese dinero y de ahí surgieron Roger y su mujer. No puede decirse que sean malas personas, pero sí que están enfermos. Viven completamente alejados de la realidad”.

Pero hasta en las calles más caras y sofisticadas de una de las grandes capitales del mundo tiene que haber tiendas de alimentación que satisfagan las necesidades primarias de los vecinos. Y ahí están Ahmed y sus hijos, originarios de Pakistán. Y encontramos a unos polacos que arreglan las casas de la beautiful people y las reforman cada poco tiempo, de acuerdo con los caprichos de sus dueños. Y están las criadas. Y los vigilantes de tráfico. Y el empleado de un club de fútbol, que aloja en Pepys Road a un jovencísimo y prometedor jugador del Senegal.

Y, sobrevolándolo todo, una palabra, un concepto, un estado mental: crisis. Pero crisis no solo económica y financiera, sino también la crisis como ominosa amenaza llamada a cambiarlo todo. La crisis. Como castigo. Como fin de época. Como catalizador. ¿O como profecía lampedusiana? Señala Lanchester “Todo lo que provocó la crisis sigue estando ahí. Y el problema es que no parece que vaya a irse a ninguna parte”. Una crisis que se anuncia con las enigmáticas postales que la gente de Pepys Road empieza a recibir en sus casas: “Queremos lo que usted quiere”.

 Threatening notes

¿Qué era aquello? ¿Una amenaza? ¿Una campaña viral iniciada por una inmobiliaria para tratar de adquirir propiedades? ¿Una de esas intervenciones artísticas que tan estupefacta dejan a la gente de a pie?

Como señala en novelista, “los artistas y sus obras son, desde hace un tiempo, bienes de consumo, igual que los futbolistas, con los que se especula como si fueran objetos que se revalorizan”.

A través de una narración exquisita, John Lanchester nos permite asomarnos a las vidas de muchas y muy distintas personas, la mayoría, que nada tienen que ver entre sí. Pero que están vinculadas.

Y, por supuesto, para los que nos gusta el voyeurismo, “Capital” es una gozada. ¡Claro que tenemos a nuestros personajes favoritos! Que no tienen porque ser, ni mucho menos, los mejores –o los menos malos- de la narración. ¡Cuestión de gustos! Pero el gran acierto del autor es conseguir que todos, absolutamente todos los protagonistas de esta novela coral nos resulten interesantes y sus vidas, dignas de ser leídas.

 Capital

Un libro que he disfrutado de principio a fin. De los que te llaman y te exigen atención. De los que cuesta cerrar para apagar la luz y tratar de dormir, mientras el mosaico trazado por Lanchester se agranda y expande en la mente, de lo bien compuesto que está.

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