Has olvidado que…

No era demasiado alto. Ni demasiado bajo. Ni muy guapo ni muy feo. Era desgarbado, peinaba canas en la barba, pero tampoco era excesivamente mayor. Ni destartalado.

Llegó antes de tiempo a la casa de su hermano. Entró en la cocina. Su cuñada estaba preparando uno de esos potajes que, en verano, parecen desentonar. Sin embargo, tras semanas y semanas de gazpachos y otras sopas frías; pescados a la plancha, filetes con patatas y fruta, mucha fruta; el olor de aquel guiso, denso y espeso, le estaba haciendo la boca agua.

Estaban hablando de esto y de aquello cuando sonó el teléfono. El fijo. Como su hermano había bajado a comprar el pan, fue su cuñada la que salió al salón a contestar:

– Dale un par de vueltas a la cazuela, por favor, que si no, la salsa se espesa más de la cuenta, ¿vale?

El hombre no lo puedo evitar. Aquello olía escandalosamente bien. Aprovechando que ella parloteaba en la habitación de al lado, cogió la cuchara de madera. Empezó por probar la salsa y, de inmediato, se llevó una tajada de carne a la boca, soplando desesperadamente para no quemarse… ni ser pillado con las manos en la masa.

Nada más volver a la cocina, sin siquiera mirar a la hornilla, su cuñada le espetó, con un deje irónico:

– ¿Qué? ¿Está bien de sal?

Él protestó diciendo que no sabía qué quería decir. Que solo le había dado a la olla el par de vueltas que le había pedido. Que ni siquiera lo había probado.

– Has olvidado que llevas barba…

.

NOTA.- Esta breve narración es la actualización de una historia tradicional que se cuenta en Benín, donde la frase “Has olvidado que llevas barba” forma parte del acervo cultural de la población y tiene un sentido que todo el mundo comprende.

– Has olvidado que llevas barba…

En Twitter: @Jesus_Lens

Austeridad mental

Desde esta plataforma, mi querido Colin Bertholet y un servidor queremos enarbolar una pancarta, hacer una proclama, entonar un grito de rabia y rebeldía, pegar un puñetazo virtual en la mesa y mandar un recordatorio; se forma sencilla, pero contundente:

Austeridad mental

Y es que, el austericidio mental es tan peligroso como el material. Los recortes de ideas son tan letales y empobrecedores como esos otros recortes que nos amargan la vida.

Por eso, lo decimos alto y claro: ¡No a la Austeridad Mental!

Que no te recorten las ideas.

Si te gusta, compártelo. Para Colin y para mí será un honor.

¿Nos vemos, aunque sea en el Twitter? @Jesus_Lens