Blacksad Amarillo

O, ¿quizá deberíamos haber titulado esta entrada como «Blacksad on the road»? Ya sabéis de mi idilio con este Gato. Y si no, mira a partir de aquí las cosillas que he ido escribiendo sobre esta joya.

Júzgalo tú mismo, a la vista de este sugerente, atractivo y fastuoso tráiler:

¿No estás ya salivando, pensando en amarillo? Me da a mí que Juanjo Guarnido y Díaz Canales lo van a haber bordado, de nuevo.

Jesús Lens , Gateando.

En Twitter: @Jesus_Lens

Proyecto Hombre

Hoy pasé tres horas visitando la unidad terapéutica que Proyecto Hombre tiene en un pueblo cercano a Granada.

Qué distinto es leer sobre algo, que verlo.

Escuchar cómo cuentan los protagonistas su propia historia te permite cobrar conciencia de la gravedad de una problemática a la que, por lo general, solo tenemos acceso a través de las frías estadísticas de los organismos oficiales.

 Proyecto Hombre

Es verdad que hay reportajes que nos acercan la realidad que se esconde más allá de los datos. En ese sentido, es bonito ver cómo luce en el Tablón de Anuncios la copia de un reportaje realizado para IDEAL por Ángeles Peñalver, sobre las mujeres de Proyecto Hombre, que ya son tantas o más que los hombres. Y es que Ángeles tiene una sensibilidad muy especial cuando escribe de los temas más duros y complicados.

También hay películas, series, libros…

 Proyecto Hombre stop

Pero no es lo mismo.

Escuchar a un grupo de personas que cuentan sus experiencias, hablan de sus fracasos y defienden sus ilusiones; es una experiencia muy enriquecedora para quienes tenemos la suerte de llevar una existencia más o menos normalizada.

“Nadie está libre de que esto le pase” –comenta uno de los terapeutas. Y sabe bien de lo que habla, ya que él fue uno de esos chavales (y menos chavales) a los que ahora trata de ayudar.

 Proyecto Hombre imposible

Da que pensar. Y mucho.

Ver las caras, las miradas, las sonrisas de un grupo de personas que están luchando a brazo partido por salir adelante.

Te hace pararte. Y pensar.

Que sé que puede no servir de nada.

Claro.

Jesús Lens pensativo.

En Twitter: @Jesus_Lens

El fiordo de la eternidad

La vi nada más llegar de mi viaje por los países escandinavos, este verano. La vi en la estantería de una Gran Superficie, pero, como iba a bajar a la costa ese mismo fin de semana, se la encargué a Antonio 1616 Books, mi librero de cabecera en Salobreña.

 El fiordo de la eternidad

Sol, playa y horas por delante. Muchas horas, seguidas e ininterrumpidas. Para mí, de las muchas cosas buenas que tiene Carchuna, una de las mejores es que funciona como un Banco del Tiempo que me permite multiplicar la duración de los fines de semana. Dicen, las malas lenguas, que allí no hay nada que hacer. En la Chucha. No hay bares, tiendas ni chiringuitos. No hay nada, más allá de una playa incómoda y llena de piedras. Y tiempo. Mucho tiempo. Tiempo que se estira y se multiplica y que, por eso, genera réditos e intereses. De ahí que las 550 páginas de la novela de Kim Leine cayeran a una velocidad vertiginosa. Y eso que “El fiordo de la eternidad” no es una lectura fácil.

La frase promocional impresa en la maravillosa portada diseñada por la editorial Duomo en su colección Nefelibata, señala: “Un canto al eterno deseo de libertad”. Y, leo la contraportada: “Año 1782. El joven Morten Falk se traslada a Copenhague para estudiar teología. Sin embargo, su espíritu racionalista y libertino lo llevan a tomar decisiones totalmente opuestas al destino que le ha trazado su familia. Morten parte entonces hacia Groenlandia, el último baluarte tribal que todavía queda por someter a las reglas del hombre europeo. En esos confines de la civilización donde ha brotado una rebelión que sueña con el ideario de la Revolución Francesa va a encontrar su felicidad y su perdición”.

 El fiordo de la eternidad contraportada

Honestamente, reconozco que pensé que me iba a enfrentar a la lectura de una especie de “Bailando con lobos” o “El último mohicano”, cambiando las verdes praderas de Norteamérica por las oscuras aguas de los mares del norte y sustituyendo a los indios semidesnudos por otros nativos cubiertos de pieles hasta las orejas.

Y, seguramente por eso, me resultó estremecedor el comienzo de la novela, siguiendo a un complejo y complicado Morten Falk, cuyas relaciones personales con las gentes de Copenhague son, por definirlas de alguna manera, complicadas. Muy complicadas. Quizá tenga que ver en ello la insania de una ciudad pestilente cuyo hedor y podredumbre, Leine hace perceptible en el lector. Nunca, desde que leí “El perfume”, la fisicidad de los aromas, fétidos en este caso, me había resultado tan real y cercana. Y nauseabunda. O la sensación de mareo al viajar en barco. O los efectos del escorbuto en los dientes. O el hambre, el frío y el delirio provocado por el alcohol.

Embarcarte en la lectura de “El fiordo de la eternidad” es entrar en una máquina del tiempo que, de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante, te permite conocer a una serie de personajes desmesurados que tratan de sobrevivir en un entorno igualmente desmesurado, hostil y tan atractivo como árido y complicado; condicionando sus vidas, pensamientos y actuaciones.

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Un western polar. Una novela de iniciación, decepción, desolación y resurrección. Una novela en la que no hay buenos ni malos y cuyos personajes son el mejor ejemplo de antimaniqueísmo que se pueda imaginar. Una novela que te lanza en mitad del incendio que asoló la capital de Dinamarca en 1795 y que te hace presentarte allí, en mitad de las calles ardientes, escuchando el crepitar de las llamas e invitándote a coger un balde de agua para tratar de luchar contra el fuego. Aunque sepas que se trate de un ejercicio inútil.

Yo no puedo recomendarte que te embarques en la lectura de “El fiordo de la eternidad” igual que no te recomendaría embarcarte en un viaje por uno de los lugares más mágicos y singulares de la Tierra. Por supuesto, el viaje es fabuloso, deslumbrante, apasionante, adictivo y revelador. Pero ¿y si te mareas?

 El fiordo de la eternidad paisaje

Jesús Lens, eternamente fiordo.

En Twitter: @Jesus_Lens