Prisioneros

A ver. Que quede claro. “Prisioneros” no es una película de Hugh Jackman. Es una película de Denis Villeneuve, protagonizada por el susodicho Jackman y por Jake Gyllenhaal, Viola Davis y Maria Bello en sus roles principales.

 Prisioneros poster

¿Por qué digo esto?

Porque hay espectadores que entran a ver “Prisioneros”, que es una joya y una película prodigiosa, una de las mejores del año, sin duda; pensando que va a ser un filme de acción y aventuras protagonizada por el oficialmente Hombre Más Sexy del Mundo. Y cuando se enfrentan a los 146 tensos e intensos minutos de un drama con trasfondo de thriller pueden sentirse sobrepasados. Máxime porque Hugh luce durante toda la película con el ceño fruncido y el rostro tapizado por una espesa barba.

Dicho lo cual, volvamos al primer párrafo. Y a un nombre: Denis Villeneuve. ¿Quién es Denis Villeneuve? ¿De dónde ha salido este tipo y cómo es que Hollywood lo ha puesto al frente de un proyecto tan potente como “Prisioneros”?

La respuesta es una palabra. Una sola palabra: “Incendies”.

¿Cómo? ¿Qué no sabes de lo que hablo? Pues, en ese caso, tienes una laguna cinéfila del tamaño del Lago Titicaca y ya estás tardando en llenarla. Porque “Incendies” es una de las películas mejor diseñadas y rematadas de los últimos años.

Así, no es de extrañar que “Prisioneros” sea tan buena. Una película que parte de una trágica situación clásica: la desaparición de dos niñas pequeñas, mientras juegan, en uno de esos lugares aparentemente tranquilos e inocuos de la América trabajadora en la que la gente, religiosa y honrada, vive en grandes casas de madera, viste con camisas de cuadros y disfruta comiendo asado y tarta de manzana con sus vecinos.

 Prisioneros jackman bello

¿Quién se ha llevado a las niñas? Comienza la caza del hombre. Porque, desde el principio, hay un sospechoso. Y el padre de una de las niñas, interpretado por Jackman, presiona al policía encargado del caso, un impecable Jake Gyllenhaal, para que le saque la verdad. La verdad… de dónde está su hija.

Y por ahí va la tensión de la película, en la contradicción entre la (des)confianza en las instituciones y ese individualismo a ultranza que tan del gusto norteamericano resulta. Y en la obsesión por descubrir la verdad. Como método para encontrar a las niñas. O no.

El guion, prodigioso y cadencioso, avanza al ritmo preciso para mostrar todas las aristas y las contradicciones de una situación que lleva hasta el límite la capacidad de aguante de todo ser humano, sea padre, policía o sospechoso. Una fotografía oscura y tenebrosa. Un diseño de producción impecable (la lluvia, el frío, el bosque, el vecindario, la carretera, las casas, etcétera). Unos actores en estado de gracia. Un montaje perfecto que, sin trampas, conduce al espectador hasta un final que… bueno. Un final del que no se puede (ni se debe) decir una palabra.

 Prisioneros actores

Si te gustan las películas fáciles, no vayas a ver “Prisioneros”. Si te gustan las narraciones sencillitas, las tramas mascadas, los personajes previsibles y los guiones simplones; no vayas a ver “Prisioneros”. Si te gustan los actores guapos que lucen palmito en pantalla, en plan guay y enrollado; no vayas a ver “Prisioneros”.

Ahora bien: si quieres ver una de las grandes películas del año, una de esas películas que dejan huella; no dejes de ir a ver “Prisioneros”.

 Prisioneros cartel

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

Participando

Hoy publico este artículo en IDEAL. ¿Cómo ves tú esto de la participación?

Yo pensaba que era el acontecimiento pero, en realidad, es la participación. Así lo ha puesto de manifiesto, por ejemplo, la nutrida concurrencia a buena parte de las actividades organizadas bajo el paraguas de La Noche en Blanco o los llenazos en varias salas para disfrutar de La Fiesta del Cine. Que el precio también importa, por supuesto. Pero que el hecho de participar termina por darle el sentido a infinidad de actividades lúdico-culturales y deportivas.

Petada, la Noche en Blanco
Petada, la Noche en Blanco

Así, ir a ver las exposiciones de Dalí, Velázquez o Hopper ofrece la posibilidad de gozar de un evento cultural multitudinario que, además, permite participar de las conversaciones posteriores que el mismo genera. Conversaciones de las de verdad, de las de toda la vida. Pero, sobre todo, visitar las muestras temporales del Thyssen o del Reina Sofía da acceso a esos otros foros cada día más importantes: los virtuales.

Cuando cuelgas una foto en tu muro del Facebook, posando frente al tigre desbocado de Dalí, estás abriendo la veda a una sucesiva oleada de comentarios, mails, chats, privados, güasaps, etcétera que te hacen participar de una conversación global. Que es lo que se lleva ahora. Ir al Prado está muy bien, pero nadie habla de las grandes obras de Rubens. Sin embargo, en 2013, todos tenemos algo que decir sobre el surrealismo y sus apóstoles.

Hopper, abarrotado
Hopper, abarrotado

Y ahí radica, también, buena parte del éxito de muchas de las series de televisión que todo el mundo tiene en la boca: si no has visto el comienzo de la tercera temporada de “Homeland” o la vuelta de “The Walking Dead”, no eres nadie en la barra del bar y corres el riesgo de quedar excluido de buena parte de las conversaciones. ¡Ese Twitter, echando humo con todo el mundo comentando en tiempo real lo que pasa en cada capítulo! Por eso, además, todas las grandes cadenas están desarrollando Apps para tratar de canalizar las conversaciones seriéfilas hacia sus dominios, a ver si consiguen que los seguidores de Brody se enganchen a “The Bridge” o “The Americans”.

 Participación Bridge

De esta contagiosa y extraordinaria fiebre por la participación viene, también, el éxito de esos Clubes de Lectura en los que los aficionados a la literatura tienen ocasión de compartir sus vivencias, sus sensaciones, sus gustos y sus disgustos. Y es que la lectura, afición solitaria como pocas, también exige su cuota participativa. Por eso, cuando se desatan fenómenos como los de Grey, Larsson o Da Vinci, sus efectos son como los de un tsunami.

El cine, hasta la bola
El cine, hasta la bola

O las Jornadas Gastronómicas. Raro es el restaurante que no organiza algún tipo de evento que incite a los clientes a participar en algo que, se supone, debe ser algo más que una comida o una cena. Cuando no es un cocinero invitado, es una cata, un maridaje o una degustación. Lo que sea, con tal de que el cliente se sienta partícipe, integrante o protagonista. Es el signo de los tiempos.

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens