Hoy, en IDEAL, mi columna no va tanto de fotografías como de las historias que seas capaz de construir a través de ellas.
Traten de ir uno de estos martes, a las siete de la tarde, al Centro José Guerrero que, en pleno casco histórico de Granada, ofrece una estimulante perspectiva del arte más rabiosamente contemporáneo, además de mostrar realidades que están, en apariencia, a miles de kilómetros, a años luz de aquí.
No dejen de ir antes de que, el 23 de marzo, termine la excepcional muestra de William Christenberry, un artista, pintor y fotógrafo estadounidense cuya obra supone todo un revulsivo y un estímulo creativo de primer orden. Y les sugiero que vayan un martes a las siete porque a esa hora comienza la visita guiada a una exposición que, no por casualidad, se titula “No son fotografías, son historias”. Historias. Relatos. Ver. Observar. Pensar. Imaginar. Suponer. Y contar.
A todo ello nos invita el guía que, paso a paso, nos adentra en el universo retratado, representado, capturado y coleccionado por un Christenberry que, nacido en el Sur Profundo de los Estados Unidos, en la Alabama de 1936, vivió la segregación entre blancos y negros y conoció de primera mano al siniestro Ku Klux Klan, a cuya nefasta influencia dedica la impresionante The Klan Room que se encuentra el visitante nada más cruzar la puerta del Centro José Guerrero.
La visita guiada a esta exposición no se limita a contar y explicar las fotografías que cuelgan de las paredes o las instalaciones que jalonan el recorrido. Yendo más allá, nos invita a sumergirnos en las imágenes captadas por el fotógrafo y a ponernos en su piel, a tratar de ver la realidad tal y como él lo hacía, intentando desentrañar los misterios que se ocultan en las instantáneas. Porque cada fotografía, efectivamente, alberga una historia. Y las historias sirven para componer un relato.
No es fácil guiar y conducir a un grupo heterogéneo de personas en un subyugante viaje por el contradictorio, complejo, duro y, hasta cierto punto, anacrónico Deep South estadounidense; haciéndoles partícipes y protagonistas del periplo, invitándoles a aventurarse por territorios desconocidos y a expresar en alta voz lo que las imágenes sugieren.
No es fácil romper ese hielo que nos atenaza cuando visitamos un museo, esa especie de miedo reverencial que sentimos al pasear entre las piezas expuestas, susurrando al compañero, sin alzar la voz, como si estuviéramos en una catacumba. Pero este guía, excepcional, lo consigue.
En cualquier caso y si no le cuadra el horario, pásense por el Guerrero en cualquier otro momento y no duden en lanzarse, sin manguitos, a un fascinante y denso océano repleto de imágenes. Y no lean, en primera instancia, la información que acompaña a las distintas series de fotografías. Jueguen con su imaginación. Miren, observen, piensen; avancen y retrocedan. Y dialoguen. ¡Hablen con ellas!
Porque, efectivamente, no son (solo) fotografías. Son historias. Y están esperándoles para ser descubiertas.
Jesús Lens