Lo único que tenía claro, al diseñar la nueva casa que se iba a hacer en primera línea de playa, era la necesidad de un torreón.
Porque desde allí, contemplando el mar, en silencio y desde las alturas, a buen seguro que daría rienda suelta a su creatividad, demasiado tiempo embridada por las obligaciones, los negocios y los quehaceres del día a día.
Unos meses después, durante la enésima barbacoa de la temporada, su primo le preguntó por el torreón:
– En confianza: un coñazo. Al final, para lo único que me sirve es para ver el porno más tranquilo.
Mientras, su vecino, con quién no se hablaba desde que le construyera aquel mamotreto justo delante de su casa, seguía limpiando el AK47 que había comprado a un serbio de los alrededores, mientras descontaba los minutos que faltaban para la una, hora límite que él mismo se había marcado para que apagaran la música…
Jesús Lens