Las mil caras de la ira

Coinciden en cartelera dos películas extraordinarias, policíacas, españolas y más negras que el carbón. Dos películas que han conquistado al público y a la crítica en los exigentes y prestigiosos Festivales de Venecia y San Sebastián. Dos películas que acreditan el extraordinario momento que atraviesa el cine Noir en nuestro país y de las que hablo hoy en El Rincón Oscuro de IDEAL.

El hombre de las mil caras

Son dos películas, además, de factura y temáticamente radicalmente distintas. Por un lado, “El hombre de las mil caras”, de Alberto Rodríguez, artífice de la memorable “La isla mínima” y en cuya producción también ha participado José Sánchez-Montes y la granadina Sacromonte Films. Escuchen aquí, por cierto, el programa de radio que hicimos sobre Alberto Rodríguez Javier Márquez, Juan Ramón Biedma y un servidor. No es por nada, pero nos ha quedado la mar de bien…

Por otro, “Tarde para la ira”, el inesperado y sorprendente debut tras las cámaras de un Raul Arévalo que, además de ser un excelente actor, apunta maneras para convertirse en un cineasta total y al que auguramos una exitosa carrera, también, detrás de las cámaras.

Tarde para la ira

“El hombre de las mil caras” es una película para ver con calma, sosiego y detenimiento. Se trata de una cinta de espías al estilo clásico en la que apenas se ve una pistola, un mal gesto o una sacudida de violencia. Un filme en que los seguimientos y las persecuciones nada tienen que ver con el cine de acción norteamericano al que estamos acostumbrados.

Una película con un diseño de producción exquisito en que Madrid, París, Singapur o Suiza lucen en pantalla con un esplendor y una minuciosidad en los detalles a los que no estamos acostumbrados en el cine español. “El hombre de las mil caras” cuenta la historia de un personaje que, si no hubiera existido en la realidad, habría que creado: Francisco Paesa. Un Francisco Paesa que, vivito y coleando, aprovechó el estreno de la película para conceder una de sus maravillosas y enigmáticas entrevistas. La vida de Paesa es tan desaforada que Alberto Rodríguez se ha centrado, exclusivamente, en el célebre episodio de la huida, paso a la clandestinidad y entrega de Roldán, un personaje que hubiera encajado como un guante en los tebeos de Ibáñez y que, sin embargo, fue director de la Guardia Civil y casi, casi Ministro del Interior del gobierno socialista.

El hombre de las mil caras Fotograma

“El hombre de las mil caras” es una lección de cine, desde el primer fotograma hasta el último. Y un recital interpretativo de un Eduard Fernández llamado a ganar todos los premios del año por su medida y memorable interpretación, perfectamente secundado por Carlos Santos y por un José Coronado que, por fin, cambia de registro. Sin dejar de ser él mismo, por supuesto…

El hombre de las mil caras Alberto Rodríguez

Y también hay que ir al cine a ver “Tarde para la ira”, por supuesto. Una película seca y áspera como la lija. Una película que te golpea como un zurdazo de Muhammad Ali, dejándote noqueado en la butaca del cine.

Un atraco frustrado a una joyería. Huyen los ladrones. El conductor que esperaba fuera tiene un accidente y es detenido por la policía. Pasa el tiempo. Cambio de escenario. Un bar de barrio. Un cliente serio, callado y taciturno. Los dueños, una pareja joven y optimista cuya hija va a hacer la comunión. Y la camarera, familia suya. Una camarera seca, consumida y hastiada por la vida que, cuando termina su turno tras la barra y sirviendo la terraza, va a la cárcel a visitar a su marido, en el bis a bis.

Con esos mimbres, que Arévalo cuenta en los cinco primeros impresionantes minutos de la película, están presentados todos los personajes y algunos de los escenarios en los que transcurrirá “Tarde para la ira”. A partir de ahí, una durísima historia de venganza y redención en la que las explosiones de violencia, secas y absolutamente carentes de cualquier pirotecnia, dejan boquiabierto al espectador.

Interpretada por un austero y contenido Antonio de la Torre, la ópera prima de Raúl Arévalo oscila entre el Noir urbano contemporáneo y un cine negro rural que recuerda, por momentos, a la violencia mostrada por Saura en “La caza” o, posteriormente, en “El séptimo día”, en que recrea la matanza de Puerto Hurraco.

Tarde para la ira de la torre

“El hombre de las mil caras” y “Tarde para la ira”, dos películas excelentes y de una factura técnica impecable. Dos ejemplos de las múltiples facetas que puede mostrar el Noir, con personajes, tramas, paisajes y situaciones radicalmente diferentes, pero que sirven para completar el mosaico del mejor cine español contemporáneo.

Jesús Lens

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Martínmorales: rabiosa actualidad

Lo comentábamos en la barra del bar, apurando la (pen)última caña. “Os va a parecer increíble la vigencia y la rabiosa actualidad de muchas de las viñetas que Martínmorales dibujó hace decenas de años. Humor gráfico que, hoy, podría ser el chiste del día en cualquier periódico de este país”. Y uno de los contertulios respondió: “Y eso, ¿no es preocupante?”

Yo hacía referencia a la universalidad y a la atemporalidad del humor, cuando es bueno. A la capacidad que tienen los mejores humoristas gráficos de trascender el momento histórico con sus viñetas. Pero también es verdad que, por desgracia, la realidad tiende a repetirse, tozudamente, una y otra vez.

Que sí. Que somos europeos, que pagamos en euros, que estamos en el siglo XXI, que hablamos con naturalidad del Bosón de Higgs y el CERN nos parece algo muy cercano, etcétera, etcétera. Pero que el pelo de la dehesa, por decirlo a lo bruto, es muy trabajoso de depilar. Y, sobre todo, con qué facilidad vuelve a brotar.

Tienen que ver ustedes la exposición con las 300 piezas seleccionadas para la exposición “Martínmorales. El dibujo inagotable”, en el Centro de Exposiciones de CAJAGRANADA de Puerta Real. Además, durante los próximos meses podrán disfrutar de una de sus viñetas, cada día, en IDEAL. ¡Ya verán, ya, cómo sigue vigente el trabajo de Martínmorales!

Sus retratos de la realidad, siempre certeros, hacían pupa. Pero, dirigidos a personas, partidos e instituciones de todos los colores y los espectros ideológicos, siempre han sido respetados. Porque nunca nadie puso en duda el compromiso de Martínmorales con la verdad. Y la verdad, duele.

Buena prueba de ese compromiso fueron sus problemas con la censura. Y es que las viñetas de Martínmorales, siempre apegadas a la actualidad informativa del momento en que eran dibujadas, constituyen una inmejorable crónica política y social de una España que, con sus luces y sus sombras, quemaba etapas a toda velocidad, tratando de adaptarse a una modernidad a la que siempre parecíamos llegar tarde.

Uno de los elementos definitorios de un periódico son las viñetas de sus humoristas. Cuando son buenos, como es el caso de Martínmorales, funcionan como el mejor y más certero de los editoriales. Una viñeta bien ejecutada permite al lector, de un solo vistazo, hacerse una perfecta idea de la situación política y social del momento. ¡Disfrútenlas!

Jesús Lens