The French Connection

Pocos nombres tan reconocidos, sonoros, usados y hasta abusados en el lenguaje cotidiano, más allá del ámbito negro criminal en el que tuvo su origen.

The French Connection Rincón Oscuro

The French Connection es a la vez el título de una mítica y magistral película y el nombre con que se bautizó a una trama criminal utilizada para inundar los Estados Unidos de heroína. Trama que no ha dejado de formar parte del mejor cine de gángsteres, empezando por “El Padrino”. ¿Se acuerdan de Virgil Sollozzo, alias, El Turco? Un tipo muy hábil con el cuchillo y el primer personaje en poner en un brete a la Familia por excelencia: los Corleone.

Pues el personaje de Sollozzo y toda la primera parte de la saga de “El Padrino” están basados en el cambio de paradigma que la llegada masiva de heroína supuso para la mafia y el crimen organizado de los Estados Unidos. Y ese desembarco de polvo blanco fue posible gracias al corredor abierto entre Turquía, Marsella y Estados Unidos.

Durante la primera mitad del siglo XX, el cultivo de opio para su uso en productos químicos y medicinales estaba permitido en Turquía y parte del excedente que sobraba a los agricultores terminaba en manos de una serie de mercaderes que traficaban con él, ya convertido en morfina. Un turbio negocio que creció exponencialmente cuando la pasta de morfina empezó a procesarse en heroína. Y llegaron la II Guerra Mundial, la postguerra y la Guerra Fría. Y todo cambió.

The French Connection poster

Francia. François Spirito y Antoine Guérini, dos ciudadanos corsos de carácter notoriamente violento e inmoral, se asociaron a un tipejo llamado Auguste Ricord, que había hecho fortuna gracias a sus conexiones con la Gestapo, durante la ocupación alemana, atesorando un enorme capital que fue invertido en restaurantes, bares, casinos, salas de fiestas, etcétera.

Aprovechando un desmesurado exceso de tesorería, los corsos, Ricord y otro par de mafiosos franceses contrataron a algunos de los mejores químicos del mundo e instalaron en Marsella los más avanzados laboratorios para el procesado de droga, consiguiendo transformar el opio turco en una heroína de pureza rayana en el 98%. Teniendo en cuenta que la mayoría de productores de heroína asiáticos no conseguían una pureza superior al 60 o el 70%, la droga procesada por los franceses se convirtió en un producto fuertemente demandado por los mafiosos norteamericanos más poderosos.

La elección de Marsella como centro neurálgico de la French Connection no fue casual, que su condición de gran ciudad portuaria hacía que los envíos de heroína a Nueva York fueran mucho más fáciles de organizar. Por supuesto, los mafiosos corsos, con la anuencia de la CIA, controlaban el puerto de Marsella, no moviéndose ni un contenedor sin que ellos lo supieran, impidiendo de paso que el poderoso Partido Comunista Francés penetrara en un enclave estratégico tan significado.

The French Connection

La década de los 60 fue la época más floreciente de la French Connection, moviéndose miles y miles de kilos de heroína. El declive de la trama criminal comenzó en los 70, cuando Turquía prohibió el cultivo de opio y la colaboración policial entre los Estados Unidos, Francia, Italia y Canadá posibilitó la detención de decenas de gángsteres y de los capos mafiosos que se encontraban al frente de la Conexión. Se desmantelaron los laboratorios en Francia, se purgó a los policías corruptos franceses y norteamericanos y se cortocircuitaron las redes de distribución.

A partir de entonces cambiaron las reglas del juego y la cocaína se convirtió en la droga de moda. Pero esa es otra historia. Porque ahora toca hablar de dos películas que, muy distantes en el tiempo, hablan de esta trama: la mítica “The French Connection”, dirigida en 1971 por William Friedkin, protagonizada por Gene Hackman, Roy Scheider y Fernando Rey; y que forma parte de la Historia, con mayúsculas, del cine negro y criminal.

Una película que exuda realismo y autenticidad en cada fotograma y que, filmada en las calles de Nueva York, tiene una de las persecuciones más memorables del Noir cinematográfico.

Cambiando de continente, hace poco que el cineasta francés Cédric Jiménez filmó “Conexión Marsella”, una cinta interpretada por Jean Dujardin, Gilles Lellouche y Céline Sallette; en la que se cuenta la historia del desmantelamiento de la French Connection desde Francia.

Conexión Marsella

El duelo interpretativo entre los dos protagonistas nos muestra a un juez incansable e incorruptible enfrentado al líder de la mafia corsa que tiene a toda Marsella en su bolsillo. Un juez que se implica de forma decidida en la guerra contra las drogas, lo que le granjea enormes problemas, angustias y contratiempos. El mafioso, por su parte, es un personaje complejo, muy bien trabajado y que da el contrapunto perfecto al héroe de la función.

“Conexión Marsella” es una ambiciosa película de acción que permite adentrarse en el funcionamiento de las mafias y que, con un cuidadísimo diseño de producción y una espléndida banda sonora, transporta al espectador a los terribles años de plomo en los que la sangre corría abundantemente por la Costa Azul.

The French Connection. Una muestra más de cómo el buen cine negro y criminal camina a lomos de la realidad más cruel y sangrienta.

Jesús Lens

 

El Cara Anchoa y las Dos Españas

Reconozco que me lo he pasado pipa con la furibunda reacción en favor del Repartidor, en su ya famoso duelo contra el Youtuber chistoso. Y es que hay mucho de justicia poética en todo lo que ha pasado con un episodio esperpéntico que, por desgracia y en minuto y medio, resume y condensa la situación actual de las Dos Españas. Y de ello hablo hoy en IDEAL.

Por un lado, el niñato con peinado a la moda que, con voz afectada, le pregunta al currante por las tiendas, así en plural. Niñato que le da a entender al repartidor que se lo va a pasar de lujo, gastándose una pasta gansa… mientras él sigue con su curro. Niñato que no duda en insultarle, llamándole Cara Anchoa por todo el morro. Que no es el insulto en sí. Que no son las dos palabras de marras. Que es toda la carga de desprecio que conllevan.

Por otra parte está el trabajador. Que se muestra áspero desde el principio. Pero correcto. Un repartidor que, en mitad de la faena, contesta con educación al niño-pera. Y a cambio recibe… un insulto. Un tipo cansado, hastiado y con malas pulgas a quien el Cara Anchoa enciende como una antorcha.

Ay

Entonces llegan las amenazas. Y las explicaciones. Lo de “que es una broma”. Y ahí está el meollo de la cuestión. En la broma. En el Ji-ji-jí y en el Ja-ja-ja que la vida sigue siendo para algunos. Que en la risa lo justifican todo. ¿Recuerdan la película “Calle Mayor”, en la que un grupo de mamarrachos se ríen de una solterona, haciéndole creer que uno de aquellos jovenzuelos se ha enamorado de ella? Pues el Cara Anchoa es la versión simplificada y posmoderna de “Calle Mayor”, pero con guion y desenlace diferentes.

No. No voy a hacer apología del trompazo, aunque fuera a mano abierta. Pero no puedo evitar traer a colación una de esas frases que nunca figurarán en un sobre de azúcar. Una frase irónica y maliciosa, apócrifamente atribuida a Bruce Lee… o a Chuck Norris: “La violencia no es el camino, pero una hostia a tiempo te pone a andar”.

De Vice
De Vice

En estos tiempos melifluos y políticamente correctos, la bofetada que el Repartidor le mete al Youtuber Cara Anchoa es la bofetada que a todos nos hubiera gustado endiñarle a… (que cada lector complete libremente esta frase).

Jesús Lens

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