Calendaria, lenguaje y violencia

¡Qué barbaridad, la que es capaz de liar un sencillo calendario! O la calendaria, mejor dicho, tal y como claman decenas de personas que han puesto el grito en el cielo por la idea de la Universidad de Granada de hacer un almanaque en el que le cambian el género a algunos meses del año. Y de ello hablo hoy en IDEAL.

De acuerdo con lo leído en las últimas semanas, tener un calendario sobre la mesa que te recuerde que el 28 de febrera es el Día de Andalucía o el 8 de marza es el Día de la Mujer Trabajadora, puede suponer una terrible amenaza para el castellano, ese idioma que hablan varios de millones de personas de todo el mundo.

 

La UGR tuvo una idea brillante: hacer algo original y distinto, creativo y reivindicativo, con un objeto manido y en claro desuso como es el tradicional almanaque con el que empresas, instituciones, comercios y publicaciones agasajan a sus clientes cada año. Calendarios que, en su mayor parte, terminan directamente en la basura, sin haber sido siquiera abiertos.

La Unidad de Igualdad de la UGR decidió sacudir las conciencias y convertir el calendario en calendaria, para hacer visible la desigualdad que sigue imperando en la sociedad y la violencia de género que provoca. Se trata de un toque de atención. Una llamada. Un guiño. Nada más, pero nada menos.

 

La reacción ha sido furibunda. En contra, claro. Como si el castellano fuera un idioma acosado, en franco retroceso y en peligro de extinción. Un idioma débil y apocado para el que la Calendaria de la UGR supone una gravísima amenaza. Casi, casi, el tiro de gracia.

 

Está muy bien tener a la RAE como piedra angular de nuestra vida, a la hora de hablar y escribir. Pero no hace falta ser tan puristas. Que el castellano es un idioma vivo y pujante que puede sobrevivir a un Febrera y a un Marza sin despeinarse. Malo sería, lo contrario.

Por seguir hablando del lenguaje, ¿qué tal si ponemos el acento en la timidez con la que el castellano de uso común describe a los asesinatos machistas? ¿Qué bazofia es esa aberración de “otra mujer muerta por la violencia de género”? ¿No queremos ser exigentes con el uso del lenguaje? Pues abominemos de esos eufemismos que distancian al lector de una tragedia que empieza a ser desgraciadamente cotidiana.

 

Jesús Lens