Me acojona, y mucho, todo lo que tiene que ver con el ferrocarril en Granada. También me hastía, me indigna, me subleva y me enerva. Pero, de un tiempo a esta parte, reconozco que me asusta. Hasta extremos insospechados.
¿Cómo es posible que un tren que no existe provoque tantos y tan continuos acontecimientos, noticias y sobresaltos? Es algo digno de estudio. Más de dos años sin tren en Granada -y lo que te rondaré, Morena de la copla- pero esto es un no parar.
Ayer mismo, sin ir más lejos. Hasta tres noticias sobre el tren coincidieron en IDEAL. Por una parte, lo de la picaresca de algunos que aprovechan las suculentas ofertas del no-tren granadino para comprar billetes baratos y, después, coger el AVE en estaciones diferentes a la granadina.
Luego estaba lo de la estación de Loja. ¡Impresionante! El AVE que no llega ha sido capaz de cargarse, con nocturnidad y alevosía, toda una estación de tren del siglo XIX, sin que nadie en la ciudad se enterara de ello… hasta que ya era demasiado tarde. Cargarse en el sentido literal. Demolerla, o sea. Derribarla. Echarla abajo. De un día para otro y sin que le constara siquiera al alcalde de la ciudad.
Y luego está el sorprendente hecho de que, pásmense ustedes, ¡sí que llegan trenes a Granada! ¿Seremos quejicas y lloricas? Tanto lamentarnos de que llevamos dos años sin conexión ferroviaria cuando, en realidad, tal aseveración es falsa. Porque, en concreto, el lujoso Al Ándalus sí que circula por las vías de nuestra provincia. Salió de Sevilla hace unos días y ayer sábado descansó en Granada, desde donde salió hacia Linares, a través de la línea de Moreda.
¿No es una historia preciosa? Granada entera -o casi- quejándonos por la falta de trenes y el Al Ándalus de RENFE, desmintiéndonos y dejándonos por mentirosos. Era tal la emoción que me embargó al enterarme de la noticia de que había un tren transitando por nuestra provincia que estuve por dejar de ir a la Feria del Libro para acercarme a ver esa especie de Orient Express patrio cuyos pasajes cuestan entre los 1.800 y los 3.500 euros por pasajero y semana de viaje.
¿Es, o no es acojonante? ¿No es para creer en el Tren Fantasma? Aunque algún malintencionado prefiera creer en el Tren de la Bruja…
Jesús Lens