A pesar de los datos sobre turismo que comentábamos ayer AQUÍ, nos costaba creer que Granada capital hubiera tocado techo por cuanto a número de visitantes. Sin embargo, la tozuda realidad se empeña en demostrar que sí: es muy posible que el modelo se haya estirado tanto que muestre síntomas de agotamiento más preocupantes que el Madrid de Zidane.
Es la única razón posible para explicar que, tras cinco años de crecimiento continuado, el sector servicios se contrajera en el 2017, al contrario que en el resto de provincias de Andalucía. Y, de inmediato, una duda: ¿dónde están los miles de puestos de trabajo que iba a generar la apertura del Nevada? ¿No deberían contabilizarse en los del sector servicios? A este tema será importante echarle una pensada…
Me encantaría defender la tesis de que se reduce el sector servicios por el crecimiento del empleo en el sector biosanitario y científico, en el tecnológico o en el cultural. Pero no van por ahí los tiros: los que crecen son los sectores de la agricultura y la construcción.
Que el sector agrícola haya crecido un 26% y el de la construcción un 16% y que, aún así, Granada haya terminado el año con una tasa de paro del 25,87%, la tercera más alta de Andalucía, solo por detrás de Cádiz y Córdoba; nos obliga a reflexionar, y mucho, sobre el complicado futuro que nuestra economía tiene por delante.
Los adalides del triunfalismo se agarrarán a la reducción del paro en 15.100 personas, el pasado año. Sin embargo, 2017 ha terminado con solo 8.500 empleados más, lo que demuestra que la tasa de paro baja en la misma proporción por la creación de empleo que por la expulsión de miles de personas del mercado laboral granadino, con todo lo que ello implica.
En Granada, cada vez quedan menos personas en condiciones de trabajar. Que la tasa de población activa continúe menguando mientras el número de parados sigue siendo desmesuradamente elevado, me parece un dato muy alarmante y me hace ser pesimista con respecto a las posibilidades de ganarse la vida en nuestra tierra. En pocas palabras: aquí no hay forma de buscarse las habichuelas. Y si la teta de la vaca turística empieza a no dar leche, el futuro no es precisamente halagüeño, por mucho que la tasa de paro haya bajado.
Jesús Lens