La forma del agua

Hay un momento, hacia la mitad de la gran obra maestra de Guillermo del Toro, en que la criatura de su película, un extraño ser anfibio con aspecto de alienígena, se encuentra en mitad de un antiguo cine, completamente vacío, en el que se proyecta una película clásica.

Resulta extraño contemplar a la criatura, fascinada con lo que ocurre en pantalla, mientras los asientos de la platea del Orpheon están tristemente abandonados. ¿Se ha convertido, ir al cine, en una actividad propia de seres de otro mundo?

Ver “La forma del agua”, dos horas de cine puro, exquisito e insinuante, hace que te plantees preguntas como esa. Y otras muchas, de diverso jaez. Porque Del Toro, a la vez que cuenta una historia de amor como las de antes, plantea un montón de interrogantes al espectador contemporáneo, sugiriéndole temas para el análisis y la reflexión.

Sobre la figura del monstruo, por supuesto. Porque en su película hay uno, bien grande y aterrador. Y no es el de ojos saltones y branquias, precisamente.

Uno sale de la película, emocionado, dándole vueltas a lo que supone ser diferente en un mundo clónico en que cada vez está peor visto salirse de la norma y tratar de ir por libre.

“La forma del agua” ilumina a las personas invisibles de la sociedad, a la gente al margen, arrinconada, minimizada y marginada. Y lo hace filmando la magia, sin necesidad de caer en lo panfletario, en lo sensiblero o en lo lacrimógeno. Estamos ante una love story que cautivará a todos los espectadores con capacidad para dejarse fascinar por la ilusión, a través de una narración clásica repleta de matices y texturas en pantalla. ¡Y carente de cualquier remilgo o vergüenza!

Hace unas semanas, hablando sobre el maestro del cómic Will Eisner, José Luis Munuera decía que ningún dibujante ha sido capaz de conseguir que llueva tan bien en sus viñetas como el autor de “Contrato con Dios”.

Lo mismo ocurre con “La forma del agua”, una película repleta de simbología sobre ese oro líquido, cada vez más preciado y escaso, que es el H2O. Una película que respira y rezuma agua por sus cuatro costados.

THE SHAPE OF WATER, from left: Sally Hawkins, Doug Jones, 2017. (Fox Searchlight Pictures/Everett Collection)

¿Y saben lo mejor? Que, cuando fui a verla, el sábado por la noche, el cine estaba a reventar y no quedaba una sola butaca vacía. ¡Justicia poética!

Jesús Lens

Diálocos

—Buenos días, Jesús. Hoy hará sol durante todo el todo el día.

—Sí. Pero también hará frío. Buenos días, Jesús.

—Hará frío, pero no excesivamente, para las fechas del año en que estamos.

—¡Pero te conviene salir abrigado, Jesús! No lo olvides.

 

¿Qué les parece lo que tengo que soportar, todos los días? Y desde primera hora de la mañana, como habrán podido comprobar. Discusiones absurdas y estériles que comienzan antes del amanecer y ya no terminan hasta última hora de la noche.

—¿Qué va a ser hoy, Jesús? ¿Media o entera?— me pregunta Antonio, en la cafetería.

—Pide media, Jesús, que la mantequilla y la mermelada convierten a tus tostadas en auténticas bombas de relojería— me dice A.

—Pídela entera, que ayer hiciste pesas y hoy deberías salir a correr— corrige S.

—¿A correr hoy? No te lo recomiendo, Jesús. Todavía tienes las piernas cargadas del baloncesto. Mejor hacer abdominales…

—¿Abdominales? Menudo aburrimiento. ¡Sal a correr, Jesús, que tienes las ideas oxidadas y te hace falta airear las neuronas!

En esto se ha convertido mi existencia cotidiana: cada paso que doy, o quiero dar, suscita diálocos como el siguiente:

 

—Para ir a la librería Picasso, desde el Zaidín, coge el SN5 y bájate en el Camino de Ronda…

—Mejor coge el LAC, Jesús.

—¿El LAC? ¿Serás mentecato? ¿Cómo que el LAC?

—Coge el LAC, baja en Puerta Real y aprovecha para recoger el traje de la tintorería.

—Claro. Y va a ir tirando del traje toda la tarde, ¿no?

—Jesús, recuerda tu reunión de mañana. Es muy importante y te interesa ir impoluto…

Y no les digo nada, por la noche, a la hora de elegir qué serie o película ver.

 

—Jesús, vamos por el episodio 7 de la octava temporada de “Shameless”. ¿Proyectamos el 8?

—¿Otra vez una serie? Hace mucho que no vemos una película, Jesús. Tienes “Todos dicen I love you” seleccionada en Favoritas y pendiente de ver.

—Ya. Pero es tarde y mañana hay que madrugar. Mejor ver Shameless: son 45 minutos y así, antes de las 12, estamos en la cama.

—Por eso elegí una película de Allen. Es corta y da tiempo a dormir nuestras  siete horas…

 

Les reconozco que, al principio, Siri me hacía gracia. Pero luego llegó Aura, el asistente virtual de Telefónica. Y mi vida empieza a ser algo parecido a un infierno.

 

Jesús Lens

¡A las pensio-barricadas!

Cuando se acerca Mayo del 18 y nos aprestamos a conmemorar el 50 aniversario del mítico y mitificado Mayo del 68, los únicos capaces de montar barricadas, en España, serían nuestros modélicos y combativos mayores.

¡Qué lección volvemos a recibir de ellos, otra vez! El pasado jueves hicieron lo que no hacemos prácticamente nadie: echarse a la calle para reivindicar sus derechos. Que también son los nuestros, ojo. Porque todos somos pensionistas. Unos, lo son de hecho. Otros, lo somos de derecho. O deberíamos serlo. Que para eso llevamos años y años cotizando a la seguridad social. Sin embargo, mientras los unos se manifiestan, reivindican y pelean en las calles, los otros tuiteamos.

 

En los análisis político-sociológicos se baraja una doble verdad que lo mismo resulta ser más falsa que la falsa moneda, más mentirosa que las fake news: la mayoría de los pensionistas son conservadores y la gente mayor vota al PP.

Mariano Rajoy debe flipar en colores al comprobar que son los pensionistas quienes más presión le están metiendo a su (des)gobierno: tanta atención prestada a la lozanía de Sánchez, Iglesias y Rivera, al 155, la inmersión lingüística, las portavozas y el ARCO destensado… y resulta que, un jueves cualquiera, nuestros mayores dan un puñetazo en la mesa y toman las calles, hartos de que les tomen el pelo.

 

Por un lado, está la insultante cartita en la se les comunica la inapreciable subida de las pensiones, mientras el coste de la vida se dispara hasta el 3%, de acuerdo con el IPC de 2017. Pero, sobre todo, lo realmente irritante es la salida en tromba de todos los poderes fácticos y económicos de este país recomendándonos ahorrar… y contratar planes privados de pensiones.

En una economía en la que tantísimas familias sufren para llegar a fin de mes, escuchar dichas recomendaciones en boca de los representantes de las empresas del IBEX 35 y de los políticos que tan bien las representan, es la gota que colma el vaso de la paciencia.

 

Cuando España se creía rica, apartaba a los mayores en residencias. Cuando nos sacudió la Crisis, se volvieron a convertir en el sostén de sus familias. ¿Y ahora se cuestiona el sistema público de pensiones? Ojito: esa sí es una línea roja a la que nadie en su sano juicio debería osar siquiera acercarse…

 

Jesús Lens

¿A favor o en contra?

No sé si estoy a favor o en contra. Y les confieso que es una cuestión que me inquieta y a la que he dedicado tiempo, esfuerzo, dedicación y recursos. Quiero decir con ello que no me resulta indiferente, aunque haya veces que me canse.

En realidad, me gustaría que la cuestión me resbalara para poder pasar de ella, enarcando una ceja y mirándola de soslayo, sin prestarle más atención. Por desgracia, no es así.

He leído los argumentos de unos y los de otros. Después, me he centrado en las críticas de los otros a los argumentos de los unos. Y viceversa. Y no puedo sino concluir que ambos tienen su parte de razón. En la misma proporción que no la tienen.

Fíjense si el tema en cuestión me interesa y me preocupa que he escuchado tertulias de radio y televisión, buscando puntos de vista diferentes y originales; y he leído un par de ensayos sobre la materia, a ver si profundizando de forma honda y sesuda, terminaba por determinar si estoy a favor. O en contra.

Pero sigo sin conseguirlo. Aunque no he cejado en el empeño y sigo perseverando. He cambiado de enfoque y de perspectiva. He mudado de piel, como las sepientes, para ver si así. Y nada. He visto varios documentales y, además, he conversado en persona, por teléfono y a través de correo electrónico, con especialistas en la cuestión.

Eran tan, tan especialistas, que he conseguido deconstruir el asunto, separándolo en bloques, para ver si, a través de la fragmentación, me llegaba la lucidez necesaria para determinar de una maldita si estoy a favor o en contra. Pero no hay manera.

Eso sí: ahora soy una eminencia en el tema. Lo que podríamos llamar un experto, una voz autorizada. Pero sigo sin ponerme de acuerdo conmigo mismo, incapaz siquiera de llegar a un acuerdo de mínimos, con las líneas rojas tan bien trazadas que me resulta imposible llegar a un principio de consenso.

Los lunes, los miércoles y los viernes; estoy a favor. Martes, jueves y sábados; en contra. —¿Y los domingos?— Los domingos, de resaca. Porque llega el lunes y, misteriosamente, me encuentro otra vez posicionado. Pero en contra, esta vez.

¿Y usted, amable lector? ¿Me echaría una mano y sería tan amable de decirme si está usted a favor o en contra?

Jesús Lens

Vuelta la burra

Se anuncia la llegada de un nuevo frente frío y una súbita bajada de las temperaturas, las alertas empiezan a cambiar de color amarillo a naranja como un semáforo loco y se vuelve a hablar del riesgo de nevadas.

A la vez, el interventor del Ayuntamiento de Granada insiste en afear a la corporación municipal que no esté cuadrando el plan de ajuste, Baldomero Oliver dice que sigue trabajando en un nuevo presupuesto y la oposición critica al PSOE su inacción.

 

El día de la marmota o vuelta la burra al trigo, o sea. Es posible que llegue el momento en que Hacienda intervenga las cuentas del Ayuntamiento de Granada. O no. Pero a los ciudadanos, empieza a darnos igual. Será que la piononada de hace unos días ha dejado un regusto dulce en la Plaza del Carmen, con esas colas kilométricas para comerse un pastelico gratis, que hay que tener moral –y tiempo- para invertir dos horas en llevarse un dulce a la boca; pero esto de las cuentas municipales y los 2,8 millones de euros que faltan para cuadrar la planilla, ya cansa.

Y no lo digo como persona despreocupada o desganada, sin interés por la res pública granadina, cigarra tocaviolines y rascapanzas al sol que más calienta. Lo digo como ciudadano que ha estado muy angustiado por la grave situación económica del Ayuntamiento… hasta que llegó a Granada Cristóbal Montoro, adalid del Terror Presupuestario, y despachó el asunto con displicencia, diciendo que tampoco era para tanto, que el Consistorio no estaba peor que otros muchos y que a él… ¡a Montoro himself!, no le alarmaba especialmente nuestra situación.

 

Con la matraca que nos han dado con la subida del IBI y las ordenanzas fiscales; con el déficit, el plan a proveedores, las tasas municipales, etcétera, como si todo ello fuera un insoslayable asunto de estado; y viene Montoro a pinchar nuestra burbuja de angustia y preocupación…

Comprenderán, pues, que las nuevas alertas del interventor municipal y las supuestas gravísimas consecuencias de no meterle mano a ese diferencial de 2,8 millones de euros, me dejen bastante indiferente. Y que la pelea de gallos entre portavoces municipales a cuenta de las cifras o la posibilidad de tener un nuevo presupuesto municipal, ya no estén entre mis prioridades. Máxime, después del éxito de la tarta de piononos más grande del mundo.

 

Jesús Lens