Contrasta la ola de indignación cibernética sobre la postura del personal de Ryanair en el affaire racista de su vuelo Barcelona-Londres con la tibia reacción de las decenas de personas que, físicamente, fueron testigos del mismo.
¿Qué haría usted si un pasajero llamara a su vecina de asiento negra fea bastarda, delante de sus narices, y se negara a viajar junto a ella? ¿Intervendría de alguna manera o se limitaría a indignarse en las redes sociales?
En frío y a toro pasado, desde la comodidad de nuestro sillón favorito o desde la barra del bar en que está usted leyendo esto, todos somos héroes y, por supuesto, habríamos intervenido para poner firme al mamarracho en cuestión. Además, también tenemos la solución para el banquillo del Real Madrid y para la reordenación más eficiente de las líneas de autobuses de la Rober. Pero no nos desviemos.
Porque la realidad es más cruel y prosaica. La realidad es como esa réplica ingeniosa, brillante e incontestable que se te ocurre… cuando tu adversario dialéctico ya baja en el ascensor, después de haberte sacado los colores delante de todo el mundo.
La realidad es como el contrato para la construcción de las corbetas para Arabia o la venta de misiles de guiado láser a un régimen teocrático anclado en la Edad Media: por muy democráticos y de izquierdas que seamos, la pela es la pela.
Desde ahora, ya nadie va a volar en Ryanair, si hacemos caso a las proclamas públicas de miles de internautas. Es lo que nos pide el cuerpo. Pero, sobre todo, tuitearlo con un par de hashtags abrasadores, es muy sencillo. Cumplirlo es ya otra cosa…
¿Cómo afectará a la venta de billetes esta crisis reputacional -la enésima- en Ryanair? ¿Se disculpará la empresa, siquiera como gesto de buena voluntad? ¿Quién ganará la batalla, el encendido ofendidismo virtual o los billetes a bajo precio de la compañía aérea?
En Granada, lo tenemos fácil. He entrado en la web de Ryanair y no he encontrado ninguna ruta que opere desde nuestro aeropuerto. Así, lo podemos proclamar alto y claro: ¡pongo a Dios por testigo de que no cogeré ningún vuelo de Michael O’Leary que salga o aterrice del aeródromo de Chauchina!
—¿Y de Málaga?
—Bueno, llegado el caso, habría que analizar los diferentes escenarios y las posibilidades reales de…
—Ya, ya, ya.
Jesús Lens