Llevar dos días completamente imbuido en el Granada Gourmet hace que esté viviendo en una burbuja de emulsiones, quesos, cervezas, chuletones vuelta y vuelta, mercados y productos de temporada que me mantiene alejado de la realidad.
Por ejemplo, ustedes saben que yo soy cervecero y muy cervecero. Ayer, sin embargo, participé en una cata de vinos. Y no vean ustedes lo que disfruté. Además de aprender.
Enhorabuena a Maite Geijo, de las bodegas Acontia, por su encendida y entusiasta lección sobre el placer y el disfrute del vino. Nos habló de sus Verdejos y sus denominaciones de origen, Toro y Ribera del Duero. Nos habló de las barricas de roble navarro con las que trabajan y de los procesos de maduración y maceración. Pero, sobre todo, bajó el vino a la tierra.
A ustedes les puede pasar como a mí, que demasiada teoría sobre los taninos y el retrogusto, apabullan. Por eso me encantó que Maite, además de hablar de todo ello, nos trajera una muestra de los suelos en que se crían sus viñedos, para apreciar las diferencias entro los terrenos arcillosos de Toro y los más calizos de Ribera.
O que trajera diferentes muestras de maderas de roble, para que apreciáramos lo muy diferente que huele el roble americano del navarro.
Me encantó cuando dijo Maite que, para algunos bodegueros, sus vinos terminan su andadura cuando salen de la bodega. En Acontia, sin embargo, tienen claro que el viaje continúa. Y que lo mismo puede terminar en el cálido salón de una casa o en la bulliciosa barra de un bar. Y que, en ambos escenarios, el vino debe comportarse y defenderse bravamente.
El vino como acompañante para celebrar un buen momento. El vino como compañero para pasar un mal trago. Otros vinos, más especiales y con más cuerpo, para darse un gustazo o disfrutar de un acontecimiento único.
Y un detalle que no es la primera vez que oigo en estos últimos tiempos: reivindicación del rosado como un vino con mucho recorrido, al que debemos librar de la leyenda negra de ser un quiero y no puedo.
Dense una vuelta, hoy y mañana, por Granada Gourmet. Déjense envolver por el ambiente gastronómico y creativo que se respira en el Palacio de Congresos. Hay mucho que aprender. Por ejemplo, a tirar cerveza. Que parece fácil, pero no lo es.
Jesús Lens