Llevar dos días completamente imbuido en el Granada Gourmet hace que esté viviendo en una burbuja de emulsiones, quesos, cervezas, chuletones vuelta y vuelta, mercados y productos de temporada que me mantiene alejado de la realidad.
Por ejemplo, ustedes saben que yo soy cervecero y muy cervecero. Ayer, sin embargo, participé en una cata de vinos. Y no vean ustedes lo que disfruté. Además de aprender.
Enhorabuena a Maite Geijo, de las bodegas Acontia, por su encendida y entusiasta lección sobre el placer y el disfrute del vino. Nos habló de sus Verdejos y sus denominaciones de origen, Toro y Ribera del Duero. Nos habló de las barricas de roble navarro con las que trabajan y de los procesos de maduración y maceración. Pero, sobre todo, bajó el vino a la tierra.
A ustedes les puede pasar como a mí, que demasiada teoría sobre los taninos y el retrogusto, apabullan. Por eso me encantó que Maite, además de hablar de todo ello, nos trajera una muestra de los suelos en que se crían sus viñedos, para apreciar las diferencias entro los terrenos arcillosos de Toro y los más calizos de Ribera.
O que trajera diferentes muestras de maderas de roble, para que apreciáramos lo muy diferente que huele el roble americano del navarro.
Me encantó cuando dijo Maite que, para algunos bodegueros, sus vinos terminan su andadura cuando salen de la bodega. En Acontia, sin embargo, tienen claro que el viaje continúa. Y que lo mismo puede terminar en el cálido salón de una casa o en la bulliciosa barra de un bar. Y que, en ambos escenarios, el vino debe comportarse y defenderse bravamente.
El vino como acompañante para celebrar un buen momento. El vino como compañero para pasar un mal trago. Otros vinos, más especiales y con más cuerpo, para darse un gustazo o disfrutar de un acontecimiento único.
Y un detalle que no es la primera vez que oigo en estos últimos tiempos: reivindicación del rosado como un vino con mucho recorrido, al que debemos librar de la leyenda negra de ser un quiero y no puedo.
Dense una vuelta, hoy y mañana, por Granada Gourmet. Déjense envolver por el ambiente gastronómico y creativo que se respira en el Palacio de Congresos. Hay mucho que aprender. Por ejemplo, a tirar cerveza. Que parece fácil, pero no lo es.
Cuando vimos aquella batería sobre el escenario sabíamos que iba a ocurrir algo grande. Muy grande. Y así fue. ¡Lo que tuvo que soportar el miércoles por la noche el Teatro Isabel la Católica! Impresionante el nivel de decibelios provocados por un auténtico vendaval: Bill Evans & Randy Brecker, con Simon Phillips.
Una banda All Star para celebrar el 15 aniversario de Soulbop arrasó el Isabel la Católica gracias a unos vientos más abrasadores que el célebre Simún sahariano. Adjetivos como descomunal, brutal y tal y tal se nos quedan cortos. El saxo de Evans, ataviado de blanco impoluto, como si fuera a jugar la final de Wimbledon; repartía el juego con generosidad y la trompeta de Brecker devolvía los mandobles sin inmutarse, impertérrito.
Mientras, Simon Phillips le daba caña a la batería y ponía a prueba los cimientos de nuestro Teatro municipal en una jornada histórica, otra más, propiciada por un Festival de Jazz que cumple la friolera de 39 ediciones.
Hay que darle la enhorabuena a Mariche Huertas. Se estrena como directora en una edición caracterizada por una fuerte presencia femenina en el programa central del Festival. Abrió Melissa Aldana con su jazz más brillantemente académico del Berkeley College neoyorkino y volvió una clásica como Eliane Elías, dejando aromas atlánticos y tropicales, entre la bossa nova y la cadenciosa música brasileña.
Pero fue otro concierto incendiario el que más me sacudió: el James Carter Organ Trío se vació de tal manera que, al final de su actuación, músicos y público convinimos tácitamente en que un bis era impensable, después de aquel despliegue de energía en el que Carter hizo una brutal demostración práctica de qué es y cómo se ejecuta la respiración circular, tocando el saxo sin darse tregua.
Lo mejor de nuestro Festival de Jazz -hago hincapié en el posesivo plural, en primera persona, que a nadie de le olvide- es que abre la mente y permite disfrutar en nuestra tierra de la mejor música que se está haciendo en el mundo. Un lujo accesible que no podemos ni debemos olvidar.
Y un detallazo de esta 39 edición: ya hemos escuchado el que será uno de los grandes discos del 2019. Hablamos del trabajo que Soulbop editará -presumiblemente- con ocasión de su 15 aniversario. Ojalá sea en directo y recoja el vendaval desatado en sus abrasadores directos.
Dejábamos la semana pasada al detective Roures muy sudoroso, camino de Palma de Mallorca. Una chica lleva demasiado tiempo desaparecida, la investigación no avanza y el entorno parece convencido de que ha muerto. Pero su madre no se conforma y contrata a un detective para que viaje, en plena canícula de agosto, a las Islas Baleares, y trate de encontrar respuestas. (Lean AQUÍ)
Roures, lo primero que hace, es trasladarse a la zona residencial de la chica desaparecida, una urbanización de lujo en la que todo parece precioso, preciso y perfecto. De inmediato, empieza a hacer preguntas. Y cada una de ellas es como una piedra arrojada a un estanque de aguas calmas: rompe la quietud de la superficie y provoca ondas concéntricas que, al modo del efecto mariposa, puede causar maremotos a miles de kilómetros de distancia. En México, por ejemplo.
Marta Robles ha escrito en “La mala suerte” una novela negra en la que muestra su faceta más periodística, con una trama basada en uno de los temas de discusión habituales en las páginas de Sociedad de nuestros diarios y sobre el que no vamos a adelantar nada para no arruinar la sorpresa al lector.
No deja de ser sintomático que sean periodistas quienes estén escribiendo el noir más apegado a la realidad, el que salta de la negrita de los titulares de la prensa diaria a las páginas de unas novelas que rezuman veracidad y autenticidad por los cuatro costados.
Marta Robles, periodista de raza que lleva haciendo radio, televisión y prensa escrita desde hace treinta años, ha dado vida a un personaje como el detective Roures, caracterizado por saber preguntar, uno de los rasgos distintivos de todo buen reportero. Y su novela más reciente, “La mala suerte”, permite que el lector se ponga en la piel de una joven de buena familia que, para su desgracia, no entiende nada de lo que ocurre a su alrededor. Una disección de las contradicciones de la sociedad española contemporánea en la que tanto se abusa del concepto “tener derecho a…”. Sobre todo porque, como en el caso que novela Marta, siempre es “a costa de…”.
“Como David Lynch cuando buscaba el horror escondido en los barrios residenciales, Pery desnuda lo peor de la condición humana oculto en uno de los paraísos oficiales del turismo. Un noir clásico con interferencias políticas que recuerdan las vinculadas a la última gran crisis española”.
David Gistau también se refiere, efectivamente, a las Baleares, cuando habla de paraísos oficiales del turismo en la solapa de la espectacular novela “Moscas”, de Agustín Pery, publicada por la exquisita editorial Pepitas de Calabaza.
“Pery no ha venido a hacer amigos. “Moscas” es un torrente de mala baba, tan impertinente como irresistible”, señala Lorenzo Silva, comentando una de las grandes sorpresas de la temporada negro-criminal.
Un periodista de investigación que estaba husmeando en temas relativos a la corrupción aparece asesinado en Mallorca. A partir de ahí, de nuevo, las olas concéntricas que remueven las pútridas aguas estancadas de la charca, muy bonita por fuera, con sus nenúfares y sus plantas acuáticas, pero puro cieno bajo la aparente superficie.
Con un estilo seco y brutal, el también periodista Agustín Pery sabe bien de lo que habla, no en vano fue director de El Mundo/El Día de Baleares entre 2007 y 2013, cuando destapó varios casos de corrupción en Mallorca; y actualmente trabaja en ABC.
En “Moscas”, Pery habla de corrupción, efectivamente. Pero va más allá de la corrupción a la que, por desgracia, estamos tan acostumbrados. Y compone un personaje mefistotélico llamado a crear escuela: el prestamista usurero, un tipo que, además de saberlo todo de todo el mundo, tiene cogida por los huevos a buena parte de la alta sociedad mallorquina que solo pudo sortear lo peor de la crisis solicitando sus infernales servicios.
Por supuesto, hay en marcha una investigación sobre el periodista muerto. El encargado de llevarla adelante es uno de esos polis de los de antes, fogueado -literalmente- en el País Vasco y cuyos expeditivos medios son diametralmente opuestos a lo políticamente correcto que ahora tanto se estila. Iñaki Altolaguirre es un borde al que sus jefes gustarían perder de vista. Pero le necesitan. Sobre todo porque los guardaespaldas y emisarios del prestamista usurero no pertenecen a la alta sociedad con la que ellos se codean.
En “Moscas” también hay una jueza de armas tomar. Y un funcionario de Hacienda que, armado con una cartera y una sonrisa, puede ser más letal que un sicario malencarado blandiendo su pipa.
Y está Mallorca, una sociedad conservadora y hostil a los de fuera: por mucho que necesiten a los turistas para hacer negocio, los auténticos mallorquines solo confían, se relacionan -y se casan- entre ellos. Gente de pedigrí que, una vez obligada a agachar la cerviz ante el poder del dinero, nunca se sabe cómo va a reaccionar.
Lean a Marta Robles y a Agustín Pery y completen con la mejor novela negra contemporánea los huecos que quedan vacíos entre los titulares de los periódicos de más rabiosa actualidad.
Cuando me preguntaron de IDEAL si quería echar una mano en el Granada Gourmet que arranca esta mañana, lo primero que hice tras aceptar tan jugosa propuesta fue encaramarme a la báscula. Y el susto fue morrocotudo: 99,5 kilos. De esto hace ahora 10 días.
Todos tenemos un límite psicológico en nuestra relación con la báscula. Un límite que consideramos infranqueable. Una línea roja que de ninguna manera podemos cruzar. ¿Adivinan cuál es mi tope? Efectivamente: los 95 kilos. Imaginen, pues, el estado de pánico en que entré.
Si leer sobre comida siempre da gusa, hacerlo cuando estás a régimen provoca ansiedad. Pero como uno es un profesional de tomo y lomo; seguí documentándome sobre las catas, ponencias, talleres, showcookings y gastrobares que, desde hoy, toman al asalto el Palacio de Congresos.
Y también aproveché para leer un tebeo: “El gourmet solitario”, de Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi, publicado por Astiberri. ¡Qué joya más deliciosa y encantadora! ¡Qué ganazas de hacer una ruta por los diferentes japos de la ciudad y ponerme al día con su fastuosa gastronomía! Y de viajar, también. Qué mono de viajar.
Además de pasar hambre, he aprovechado esta semana para salir a trotar con regularidad. Cuatro o cinco veces en diez días. Que no está mal. Eso sí: como hemos tenido jazz y una presentación literaria, por la barra del bar también he pasado. Y, aunque no he cedido a la tentación de pedir un buen plato de carne asada a la piedra del Alegría, algún cariño sí le he dado a mi cuerpo serrano.
¿Conclusión? Que a 24 horas del día G he bajado la nada desdeñable cantidad de… 200 gramos. Llego al Granada Gourmet, pues, al límite del explotío final. ¿Qué pasará entre hoy y el domingo?
Lo iremos viendo. Y contando. Eso sí: les espero a todos en el Palacio de Congresos, que unas cañas y unas gastrotapas habrá que echarse al coleto, digo yo…
¿Se imaginan el impacto que hubiera tenido la muerte de 17 personas en nuestras playas, de no ser inmigrantes que se han ahogado al tratar de cruzar el Estrecho? ¿Se imaginan la zozobra en la que estaríamos sumidos, si los 17 desaparecidos de las pateras hundidas ayer no pertenecieran a un grupo de magrebíes que trataban de entrar en España?
17 muertos. 17 desaparecidos. Un lunes cualquiera.
Hagamos autocrítica: de todas las memes y noticias; de todos los audios y links que ha recibido/enviado usted en las últimas 24 horas, ¿cuántos de ellos hacían referencia a la muerte de 17 personas en las costas españolas, entre Melilla y Cádiz? ¿Minutos de silencio? ¿Crespones negros? ¿Banderas a media asta? ¿Debates encendidos en los programas de máxima audiencia sobre el tema?
17 muertos. 17 desaparecidos. De una tacada.
¿Lo ha comentado usted en el bar, antes o después de hablar de Solari, Messi o del liderato del Granada CF? ¿Alguien ha hecho referencia al tema en su presencia, en un silencio entre Alsasua, Cospedal, Dani Mateo o la sorpresiva irrupción de Broncano y Dani Martín en El Hormiguero, un acontecimiento, éste sí, imprescindible?
No lo digo porque esos temas me parezcan banales o intrascendentes, sino por la menguante atención que le prestamos a eso que pomposamente llamamos El-drama-que-no-cesa, lo cada vez menos que nos afecta, lo poco que nos preocupa… excepto para exacerbar al xenófobo que llevamos dentro.
He repasado los timelines y los muros de gente de mi entorno y, con honrosas excepciones, nada. Ni una mención. Ni una referencia. Como si no hubiese ocurrido.
Miles y miles de personas muertas yacen en el fondo del Mediterráneo, ahogadas al tratar de buscar una vida mejor en Europa. Son tantas que, mueren 17 más, y apenas les prestamos atención. No tenemos tiempo. No encontramos siquiera un minuto para dedicarle un pensamiento a semejante ignominia.
Poco a poco, igual que hacen los estados y los gobiernos, nuestros corazones se van blindando con el acero y el espino de las vallas y las concertinas.