Como les conté hace un par de semanas, estando en Sevilla y aprovechando unas horas que tenía libres, me dediqué a pasear por la hermosa Triana, un miércoles de buena mañana.
Una de las cosas que más me gustaron de aquel paseo fue descubrir la cantidad de vistosas placas de cerámica en las que se conmemoraba la vida de decenas de vecinos ilustres del barrio, de toreros y cupletistas a políticos insignes. O al mismísimo Miguel de Cervantes, en la hoy denominada calle Troya, donde situó algún episodio de su novela “Rinconete y Cortadillo”.
Contrasta la generosidad de Sevilla hacia sus vecinos con la austeridad de Granada para con los suyos. ¡Somos una ciudad en la que ni siquiera se reconocen los lugares más emblemáticos de Federico García Lorca!
No hay una muestra mejor acabada de la proverbial mala follá granaína que el ninguneo público a sus vecinos más notorios y a sus artistas más reconocidos.
Por eso me gustó tanto el artículo publicado por Juan Chirveches hace unos días, en IDEAL. Se titulaba “Placas conmemorativas que echamos de menos” y contiene verdades como puños. Por ejemplo, cuando escribe que echamos de menos muchos señalamientos “cuya dolorosa ausencia, o bien descuido y deterioro en los que ya existen, nos está hablando de una generalizada insensibilidad e indiferencia por lugares, personajes o espacios históricos, de los que tan rica es nuestra ciudad”. (Leer AQUÍ)
¿Llevará algún partido político en su programa electoral la catalogación de granadinas y granadinos insignes, la recopilación de memorables acontecimientos históricos y de lugares emblemáticos que recordar? Catalogación y posterior colocación de unas vistosas y elegantes cerámicas de Fajalauza a modo de homenaje, por supuesto.
Una señalética con identidad propia que se hable con las modernas Apps de nuestros sofisticados móviles. Apps que permitan a la gente, tanto a los turistas y a los viajeros como a los propios granadinos, profundizar en las biografías y hechos de los personajes famosos, en los aconteceres históricos de nuestra ciudad y en la evocación de esos lugares tan singulares y gratos para el recuerdo.
¿No da rabia vivir en una ciudad tan rica en historia y en cultura, pero que nuestras avenidas, calles y plazas sean inmunes a ellas, mostrándose completamente desmemoriadas?
Jesús Lens