La gran paradoja, el brutal contrasentido, es que Granada viaja a tres velocidades diferentes por carriles muy distintos, sin que parezca probable que vayan a conectar en un futuro más o menos cercano.
Por un lado está la Granada del siglo XXI, la de la mayoría de nosotros. Una Granada en la que, al llegar a casa, por la noche, puedes encender la luz y disfrutar de un rato de lectura o de una película, bien calentito, gracias a la calefacción.
Hay otra Granada que apunta al siglo XXII. Es la Granada del acelerador de partículas, la de los adelantos técnicos y científicos de la UGR, la del desarrollo biosanitario del PTS. Una Granada que trabaja por erradicar el hambre en el mundo desde la Estación Experimental del Zaidín y que escruta universo desde el Instituto de Astrofísica. Una Granada para hacernos soñar.
Sin embargo y por desgracia, hay otra Granada anclada en el pasado. Una Granada que no avanza. Una Granada condenada a iluminarse con velas y calentarse con hogueras. Una Granada del siglo XIX que parece salida de una novela de Dickens. Una Granada que, a veces, no se resigna a seguir callada y se echa a las calles a protestar y exigir los derechos que le corresponden.
Visto desde fuera, parece increíble lo de las mafias de la marihuana, los enganches ilegales y la incapacidad de Endesa y de la policía para resolver o tan siquiera paliar tan esperpéntica situación. Una situación insostenible que, sin embargo, se sostiene en el tiempo.
Las eléctricas se han convertido en uno de los grandes enemigos de la sociedad. Lo mismo dejan a oscuras y helándose de frío a miles de vecinos, de forma recurrente, que cabrean a todo el Valle de Lecrín con un futuro atentado ecológico y paisajístico, como escribía AQUÍ. Y está lo del recibo de la luz, ese arcano indescifrable del que solo sabemos que sube sin parar y de forma exponencial.
Ha llegado un momento en que las eléctricas parecen un supervillano de la Márvel, acumulando expresidentes y exministros en unos consejos de administración cuyas decisiones no dejan de irritar a los ciudadanos de a pie.
Lo de ayer en la Plaza del Carmen, no dejando al Alcalde de la ciudad entrar a las oficinas de Endesa, roza lo surrealista. ¡Y luego se sorprenden por lo que llaman populismo antisistema!
Jesús Lens