El miércoles me levanté temprano, en Sevilla. Tenía previsto aprovechar las primeras horas de la mañana para visitar el Caixa Fórum, que todavía no lo conozco, antes de volver a casa. Pero el hombre propone y sus pies disponen.
El martes por la noche, tras la presentación del Carvalho de Zanón en la Fundación Tres Culturas, estuvimos tomando unas cervezas y picando algo de pescado por Triana. Volvimos al hotel caminando. ¡Qué sensación, atravesar el Callejón de la Inquisición y salir a la ribera del Guadalquivir, en una noche excepcional!
Tras dejar la habitación, con mi escueto petate al hombro, me encaminaba hacia la Torre Pelli cuando los pies decidieron llevarme en dirección contraria, que hacía un sol luminoso. No les contradije. Me comprometí a dar una vueltita de media hora y, ya sí, entregarme a la exposición de dedicada a los dioses del Prado.
Recorrí el Paseo Nuestra Señora de la O, camino del puente de Triana, para disfrutar del callejón inquisitorial a la luz del día. ¿Y qué me encuentro nada más cruzar al otro lado? ¡El mercado!
No sé si se lo he contado alguna vez, pero soy un forofo de los mercados. Cuando viajo por ahí lejos, es una de mis visitas obligadas. Dos sorpresas en el de Triana: la cantidad de turistas haciendo visitas guiadas con la tapa como protagonista, incluyendo lecciones prácticas de cómo hacer un montadito, y una microteatro en su interior: CasaLa Teatro, con sus tres metros de escenario y sus 28 butacas; posiblemente, la sala más pequeña -y mejor aprovechada- del mundo.
A partir de ahí, ya no me planteé lo de encerrarme entre arte pictórico. Tiré por la calle Betis, giré por Troya, anduve por la plaza del Altozano y vagabundeé por Pureza y San Jacinto.
Tiene algo de clandestina rebeldía eso de caminar sin rumbo fijo ni propósito definido por las calles de la ciudad, una mañana cualquiera de un día de diario, mientras los chaveas juegan en el patio del recreo y la gente se afana en sus labores cotidianas.
Hace un par de días les comentaba el lujo de salir a correr por Granada. Hoy, caigo rendido al placer de caminar por un barrio de Sevilla cargado de historia y belleza. Qué gozada, esta Andalucía nuestra. En ocasiones, hasta me olvido de sus asimetrías e injustas diferencias… y deficiencias.
Jesús Lens