Inversión en Cultura

Qué clarividentes y qué ciertas, las palabras del escritor y gestor cultural Alfonso Salazar: “si no se espera rendimiento económico de un árbol, no entiendo por qué debe esperarse de la actividad cultural; los árboles dan sombra y oxígeno, las actividades culturales dan conocimiento y forman una ciudadanía crítica”. Alfonso nos recordaba de esa manera el auténtico y verdadero sentido del concepto ‘Cultura’, extraído de la Declaración de México de la Unesco.

Sus lúcidas palabras se incluyen en el ilustrativo reportaje de Jorge Pastor sobre la inversión en cultura de los ayuntamientos granadinos, la sexta de sus prioridades presupuestarias. En concreto, para el Ayuntamiento de Granada que -supuestamente- aspira a ser Capital Cultural en 2031, la cultura ocupa la séptima posición. Sería, además, la última de las capitales andaluzas en inversión cultural por ciudadano. (Leer AQUÍ)

Lo bueno de las cifras -o lo malo, según quien las mire- es que son como el algodón del famoso anuncio: no engañan. Son datos ciertos y objetivos que, después, cada uno interpretará como quiera, sacando sus propias conclusiones.

Las partidas dedicadas a cultura deberían ser consideradas como inversión y no como gasto. Su gestión no debería quedar al albur de los representantes políticos de cada momento, sino responder a una estrategia a largo plazo, consensuada con la ciudadanía y coordinada por los técnicos culturales, en la que todos los agentes remen en la misma dirección. Ya saben, el célebre aforismo de Séneca: ‘Ningún viento es favorable para quien no sabe a dónde va’.

Otra importante puntualización extraída del reportaje de Jorge Pastor: no es lo mismo la cultura que los festejos y la diversión. Tema arduo donde los haya, pero imprescindible. Llenar, llenar a toda costa, no debe ser un objetivo en sí mismo cuando hablamos de cultura. Es un factor importante, pero no el único.

Y el papel vertebrador de la Diputación. Imprescindible, llegando hasta el último rincón de la provincia y dándole todo el sentido a los concepto de inclusión e integración. El mismo derecho a disfrutar de actividades culturales de calidad tienen los pueblos pequeños y las pedanías que las grandes ciudades y la capital. Que luego nos echamos las manos a la cabeza con la España que se va quedando vacía.

Jesús Lens

Petit París en Granada

El comisario Polo ha vuelto. Es más que probable que ustedes le descubrieran en ‘Gran Granada’, título de una extraordinaria novela de Justo Navarro… parafraseada por el PP local como leit motiv de su campaña electoral.

Pero no, tranquilos. En la ‘Gran Granada’ de Navarro no hay escaleras mecánicas para subir a la Alhambra ni imposibles túneles kilométricos. ‘Gran Granada’ es una novela magnífica, como les decía, protagonizada por un personaje inolvidable y de la que escribí en IDEAL hace unos años, AQUÍ. Tanto, que Justo Navarro lo vuelve a utilizar en su novela más reciente: ‘Petit Paris’, igualmente publicada en la prestigiosa editorial Anagrama.

En ‘Gran Granada’, que arrancaba en 1963, el comisario Polo ya era mayor. Un venerable anciano, casi. Pero seguía tan lúcido que no se le escapaba nada de lo ocurría en la ciudad.

En ‘Petit Paris’ le encontramos más joven. Veinte años, nada menos. Porque Justo Navarro ha escrito una sorprendente segunda parte de ‘Gran Granada’ que nos conduce al París ocupado por los nazis, en 1943, cuando las cosas han empezado a derrumbarse en el frente ruso y los aliados ya dominan el norte de África.

En aquel tiempo, París no era una fiesta, pero sí resultaba ser un lugar extraordinariamente interesante en el que proliferaban soldados, espías, diplomáticos y buscavidas de toda laya, origen y condición. Por ejemplo, un pícaro que huyó de Granada con nocturnidad y alevosía, llevándose consigo una importante cantidad de oro, el peor delito imaginable en una España que todavía de desangraba por las heridas de la Guerra Civil.

Resulta emocionante sentarse con el comisario Polo en el acogedor Café-Lechería Bib-Rambla y, a los pocos días, descubrir de su mano recónditos bistrós parisinos y excitantes clubes de alterne. Porque Polo ha de localizar al esquivo buscavidas fugado. Y restituir a su dueño el oro robado. Sin hacer ruido, además. (Aquí escribí hace unas semanas sobre los escenarios de la Granada más Noir)

¿Cómo se le ocurriría a Justo Navarro una historia tan interesante? ¿De dónde le surgió la idea para el comisario Polo? ¿Tenía prevista ya ‘Petit Paris’ cuando escribía ‘Gran Granada’? ¿Era, al menos, una posibilidad?

Gracias al Centro Andaluz de las Letras, esta tarde tendremos la respuesta a esa y a otras muchas preguntas. Estaremos con Justo Navarro en la Biblioteca de Andalucía y la pasaremos mejor que bien.

Jesús Lens

Ensalada de longan, pitaya o lúcuma

Ensalada… o macedonia. Porque, cuando escribo estas líneas, todavía no sé cómo son, a qué saben o con qué maridan el longan, la pitaya, la lúcuma y demás variedades de frutas tropicales, como la guanábana o la carambola.

Otras sí nos resultan más cercanas, como la guayaba, el lichi o el maracuyá. Y, por supuesto, la chirimoya y el mango, que ya forman parte de nuestro horizonte gastronómico más cercano y conocido.

Me estoy acordando de la primera vez que probé el jugo de papaya, en México. Ya no dejé de pedirlo allá por dónde iba. De vuelta, me resultó imposible de encontrar, excepto en contadas ocasiones. Y cuando daba con él, no sabía ni remotamente parecido.

Las frutas tropicales me suenan a realismo mágico. A literatura fantasiosa surgida de escritores colombianos o guatemaltecos que caminan por el interior de intrincadas selvas en las que vuelan tucanes multicolor espantados por el rugido del jaguar.

Sin embargo, el Centro Superior de Investigaciones Científicas, que tiene un departamento de Fruticultura Subtropical y Mediterránea en Málaga, La Mayora, ha puesto su I+D+i a trabajar en la adaptación de estas exóticas frutas a los climas subtropicales de nuestro entorno.

No me quiero meter en la cuestión puramente gastronómica del invento, que prefiero dejarla para un especial de nuestro suplemento Gourmet de los viernes, cuya atenta lectura les aconsejo fervientemente.

Ahora, solo dos apuntes. El primero tiene que ver -otra vez- con la cuestión del cambio climático. Si siguen subiendo las temperaturas, ¿cuántas hectáreas cultivables se incluirán dentro del denominado ‘clima mediterráneo subtropical’? Espérense ustedes a ver el Valle de Lecrín convertido en un trasunto de Macondo y a los olivos conviviendo con los aguacates.

El segundo es económico: hay un nicho de mercado extraordinario con los productos subtropicales, tanto para el autoconsumo como para la exportación… siempre que seamos capaces de controlar toda la cadena de producción, envasado, transporte y comercialización; no como ocurrió con el aceite de oliva.

Y desde el punto de vista de la restauración, igual que hay reconocidos y estrellados cocineros especializados en caviar o en los productos de la mar, ¿podría ser la gastronomía subtropical una de las tendencias foodies del futuro inmediato?

Jesús Lens

Chaveas en marea

¡Qué alegría, ver a la chavalada tomar las calles por un asunto tan serio y preocupante como el cambio climático! Tiene todo el sentido que sea la juventud la que se ponga al frente de estas protestas, a la vista de la inacción, el pasotismo y la dejadez de las generaciones mayores.

Indiferencia, desgana o desinterés viejunos… el mejor de los casos. En otros, más preocupantes, hay connivencias, complicidades, relaciones peligrosas, confabulaciones y contubernios. Por ejemplo, lo de Volkswagen y el trucaje de sus coches en la cuestión de las emisiones.

A los mayores se nos llena la boca con la cuestión del cambio climático desde hace décadas. Las mismas en las que no hemos hecho nada. Seguimos anclados en una mentalidad del siglo XX incapaz de tomarse en serio una de las amenazas más graves a las que se enfrenta la humanidad.

Andalucía, camino de la desertización

Porque el cambio climático se nos va a llevar por delante. La gente mayor podemos pensar que, para lo que nos queda en este convento… pero tampoco estamos exentos de riesgo. En Granada, la contaminación que nos invade reduce hasta en un año nuestra esperanza de vida. ¿Les parece poco incentivo para empezar a tomarnos la cuestión en serio?

Todos podemos sumar. Desde utilizar el transporte público a reciclar. Sin embargo, hay personas que dan un paso adelante más decidido. Mi colega Gustavo Gómez ha embarcado a Acento Comunicación en el proyecto Granada4Energy, aprovechando la experiencia adquirida en el programa europeo SHAPE Energy, declarado un caso de éxito por la Unión Europea.

GR4EY es una plataforma para la concienciación, formación, divulgación e investigación sobre cuestiones como la transición energética y la lucha contra el cambio climático pero, también, sobre la adaptación de nuestra sociedad al mundo que está por venir.

Porque, insisto, el cambio climático es una palmaria realidad que ya está aquí. Sus efectos se están dejando notar. ¿Cuántas veces han cogido ustedes el paraguas en lo que va de año? No. No es casual ni excepcional. Un solo dato: 2018 fue el año más caluroso jamás registrado en los océanos del planeta. De hecho, los cinco registros más altos de calentamiento oceánico se han producido… ¡en los últimos cinco años! ¿A qué demonios estamos esperando?

Jesús Lens

¿Y si fuese la cerveza?

Lo dijo el alcalde de Granada, a modo de broma, en la presentación de una nueva edición de Distrito Sonoro, la renovada propuesta musical de Cervezas Alhambra para las calles y plazas de Granada que abren los imprescindibles Lagartija Nick el próximo sábado 6 de abril.

No les voy a contar el programa, que encontrarán toda la información en las páginas de Cultura, bien detallado por esa Musipedia con patas -y con gorra- que es nuestro querido Juan Jesús García.

Quiero volver a las palabras de Paco Cuenca: ¿y si fuera cosa de la cerveza, Alhambra, por supuesto; el altísimo nivel musical de Granada, la impresionante nómina de excelentes músicos que atesora?

Y quien dice músicos, dice dibujantes. ¿Han visto ustedes la que se montó el pasado miércoles en La Madraza, para la presentación del libro ‘Rueda de reconocimiento. La huella del noir en el cómic granadino’, producido por la UGR y el festival Granada Noir? Fuimos la envidia de toda la España amante de los tebeos, créanme.

Pero es que, si hablamos de escritores, lo petamos de la misma forma. No hay más que mirar la propuesta para la celebración del próximo Día Mundial de la Poesía, el 21 de marzo, cuando las librerías de toda la ciudad serán tomadas por decenas de poetas granadinos de diferentes estilos, escuelas y corrientes.

Cuando hablamos de escritores, dibujantes, músicos o artistas granadinos no nos referimos a su DNI, ADN o RH. Eso se lo dejamos a los nacionalistas más rancios, casposos y provincianos. ¡Ni siquiera analizamos su nivel de mala follá en sangre, una propiedad tan mensurable como el colesterol o los triglicéridos!

Uno no es de donde nace. Es de donde pace. Para Antonio Arias, la vena creativa de Granada es cosa del agua. El agua que brota en la Sierra de Huétor, que fluye de la fuente de Aynadamar, que baja de las blancas cumbres de Sierra Nevada.

El agua con la que se fabrica esa cerveza que, dorada, verde o roja, está en el centro de mil y un proyectos que surgen, se afinan, se discuten y se rematan en los bares de nuestra tierra, auténticos laboratorios de ideas en los que fermenta nuestra creatividad artística.

Jesús Lens